Pastillas, gotas, gominolas: las farmacias se llenan de remedios para dormir por el alza del insomnio
En 2024 se vendieron 13,4 millones de fármacos para conciliar el sueño, según Iqvia. El 50% de los adultos no descansa bien, pero solo el 10% está diagnosticado

Cada vez se duerme peor… y se gasta más dinero para intentar solucionarlo. Los estantes de farmacias y parafarmacias están llenos de soluciones para conciliar el sueño en comprimidos, gominolas, gotas, esprays... El mercado no deja de crecer impulsado, en parte, por una realidad preocupante: la mayoría de quienes sufren insomnio no llega a consultar a un profesional, y solo uno de cada diez afectados recibe un diagnóstico médico adecuado.
Esta baja tasa de atención ha favorecido la búsqueda de soluciones por cuenta propia, aunque, como advierte el doctor José Viña, coordinador del Grupo de Investigación en Envejecimiento y Ejercicio Físico de Incliva, “la automedicación nunca es recomendable”. Para Viña, uno de los errores más comunes es descuidar la denominada higiene del sueño: la exposición nocturna a pantallas y luces blancas, por ejemplo, interfiere con la producción natural de melatonina y lleva a muchas personas a recurrir, a veces de forma innecesaria, a productos farmacológicos.
Y parece que se hace cada vez más. De una parte, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), el uso de hipnosedantes ha aumentado casi un 20% desde 2010. Tras el alcohol y el tabaco, son la sustancia con mayor consumo adictivo en España. Los especialistas alertan de una prescripción excesiva: “El año pasado se recetaron 100 millones de hipnóticos; es una barbaridad”, señala el doctor Vicente Mera, experto en medicina antiaging y asesor médico de Kobho Labs.
Aunque los expertos insisten en que dormir bien y envejecer de forma saludable pasa por hábitos como una dieta equilibrada, ejercicio y una buena higiene del sueño, muchos prefieren recurrir a la vía rápida de la automedicación. Los datos de un reciente estudio de Cofares así lo demuestran: las ventas de productos de venta libre han crecido un 4% en el último año. En conjunto, el mercado muestra una clara expansión: en los últimos 12 meses se han vendido más de 13,4 millones de unidades –un 5,8% más que el año anterior–, con una facturación que ha alcanzado los 123,5 millones de euros, lo que supone un alza del 19%, según datos de la consultora Iqvia.
De todos estos productos, la melatonina, una hormona natural que regula el ritmo circadiano, en sus múltiples formatos es el producto estrella. Según el Observatorio de Tendencias de Cofares, los complementos alimenticios que la contienen representan ya el 73% de las ventas en el segmento de descanso, con un crecimiento interanual del 3%.
Su popularidad radica en que no generan dependencia ni efectos adversos graves, aunque algunos usuarios reportan sueños vívidos o pesadillas porque se intensifica la fase REM del sueño. Para suavizar estos efectos y mejorar la eficacia de los tratamientos y reducir posibles efectos secundarios, el mercado está evolucionando hacia fórmulas que la combinan con ashwagandha, triptófano, magnesio, valeriana o pasiflora, conocidos por sus propiedades relajantes. “Nosotros lo estamos haciendo desde Kobho Labs”, indica el doctor Mera, en referencia a su suplemento Neuro Sleep, que incorpora dichos ingredientes.
Junto a la melatonina, y para ayudar al proceso de regeneración celular y, por lo tanto, de antienvejecimiento que promete un sueño reparador, también se disparan las ventas de multivitamínicos, probióticos, colágeno, magnesio y hierro. Un reciente estudio de Ipsos señala que un 80% de la población española afirma haber consumido estos complementos.
Los riesgos de desvelarse
Los últimos datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) desvela que el 48% de los adultos en España no disfruta de un sueño de calidad y el 54% duerme menos de las horas recomendadas. Uno de cada tres se despierta con la sensación de no haber descansado adecuadamente. Las cifras entre niños y adolescentes tampoco son optimistas: solo el 30% de los mayores de 11 años duerme lo suficiente y un 25% de la población infantil presenta un sueño de baja calidad.
¿Qué significa dormir bien? Para el doctor Mera, implica dormirse en menos de 30 minutos, descansar entre 40 y 60 horas semanales en el caso de los adultos, alcanzar un sueño profundo con ciclos completos de sueño REM y no REM, y despertar con sensación de descanso y energía. Que estas condiciones no se den no tiene mayor importancia.
De hecho, el doctor Mera explica que, lejos de lo que se suele creer, el sueño sí se recupera. Al menos, de manera semanal, y por eso, lo que se duerme los fines de semana suele compensar, sin mayores complicaciones, lo que se deja de dormir entre semana. Pero los expertos avisan: si el insomnio se repite al menos tres veces por semana durante tres meses, se considera crónico y puede afectar seriamente a la salud, causando desde fatiga e irritabilidad hasta un mayor riesgo de obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo.
Un estudio publicado en The Lancet revela además que dormir menos de seis horas por noche de forma sostenida puede reducir la esperanza de vida hasta en un año. Además, quienes descansan menos de lo recomendado tienen un 13% más de riesgo de mortalidad en comparación con quienes duermen entre siete y nueve horas.
En definitiva, dormir mal no solo afecta al día a día: también compromete la salud futura, acelera el envejecimiento y puede incluso acortar la vida.
Tecnología bajo la almohada
Los dispositivos wearables para monitorizar el sueño –como relojes inteligentes, anillos sensores bajo el colchón y aplicaciones móviles– se han convertido en aliados habituales de quienes buscan mejorar su descanso. Según Grand View Research, el mercado global de estos dispositivos alcanzó los 15.000 millones de dólares en 2024 y se espera que crezca a una tasa anual del 10,8% hasta 2030.
Estos aparatos ofrecen información sobre la duración y calidad del sueño, frecuencia cardiaca e incluso patrones respiratorios, de cuánto y qué fuerte se ronca. Pero su precisión es limitada, especialmente al distinguir fases como el sueño profundo o REM, y su uso continuado puede generar una preocupación excesiva por dormir bien (la llamada ortosomnia) que acaba empeorando el descanso. Por eso, aunque sean útiles, los expertos advierten de que nunca deben sustituir la consulta médica ante un problema persistente.