El hígado graso, un asesino silencioso
Asociada a la mala alimentación y al sedentarismo, su prevalencia se ha duplicado en las últimas décadas. Se calcula que en torno al 25% de los españoles padece esta patología
Los hepatólogos lo llaman el asesino silencioso: avanza sin dar aviso. Las personas pasan a veces años, incluso décadas, sin darse cuenta de que padecen la enfermedad. Su progresión suele ser lenta: en la fase inicial se produce un acumulo de grasa en el hígado; más adelante, el órgano puede inflamarse, causando daños en su tejido. Finalmente, en el peor de los casos, la dolencia puede llegar a producir cirrosis y provocar la aparición de otras complicaciones como el cáncer hepático.
El hígado graso (o enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico) es “una de las epidemias del siglo XXI”, afirma David Martínez Selva, investigador principal del grupo de Diabetes y Metabolismo del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR). El experto, quien participó en febrero pasado en un debate sobre esta dolencia, organizado por CaixaResearch, pone el foco en un hecho preocupante: su incidencia se “ha duplicado en las últimas décadas”, apunta.
Según un metanálisis publicado en 2023 en la revista médica Hepatology, se estima que, hoy en día, tiene una prevalencia global del 38%. Es decir, que afecta a más de un tercio de las personas que habitan el planeta. En España, es del 25% aproximadamente, según Manuel Romero, presidente de la Sociedad Española para el Estudio del Hígado (AEEH). “Es la enfermedad más frecuente del hígado”, coincide Marta Casado, hepatóloga y presidenta de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD).
Aunque es cierto que en la mayoría de los casos la enfermedad no progresa hasta la fase grave, sí lo hace en al menos un 4% de los pacientes, lo cual, si se toma en cuenta su alta incidencia, representa un número elevadísimo de personas y un problema de salud pública de primer orden. No hay cifras exactas sobre el coste que supone para el sistema sanitario, pero la presidenta de FEAD ofrece algunos datos que permiten hacerse una idea de la magnitud real del problema: es ya la principal causa de cirrosis en España y la segunda causa de trasplante hepático en países como Estados Unidos, afirma.
Además, el panorama se agrava por el aumento acelerado de la obesidad en España, uno de los principales factores de riesgo a la hora de su desarrollo. La FEAD calcula que entre el 50% y el 70% de las personas obesas padecerá la afección en algún momento. Cada vez afecta también a más niños: “Su prevalencia está aumentando en la población infantil, de forma que entre un 30% y un 80% de la población pediátrica con exceso de peso tiene esta dolencia”, advierte Casado.
Concienciación
El hígado es un órgano de vital importancia para el funcionamiento del cuerpo, ya que es el encargado de realizar múltiples funciones, entre ellas el metabolismo, almacenamiento y liberación de glucosa. La enfermedad surge cuando la presencia de grasa en el hígado supera el umbral del 5% de su peso total. Entre las causas principales de que esto suceda se encuentran el sedentarismo o el abuso de los alimentos ultraprocesados y las bebidas azucaradas. A parte de la obesidad, hay otros factores de riesgo importantes como la diabetes tipo 2.
Cuando se complica, es una enfermedad “horrible”, cuenta Concepción Grande Borja, una mujer valenciana a quien -tras arrastrar una doble hepatitis, B y D, desde su niñez- le detectaron a sus 46 años hígado graso en un estadio avanzado. “Estaba gordita, me costaba subir escaleras y me sentía muy cansada”, recuerda. Así que decidió ir al médico y al hacerse una analítica, le salieron las transaminasas muy altas, unas enzimas que sirven de marcador para las enfermedades hepáticas. Luego, le hicieron la prueba de FibroScan (una elastografía hepática) para valorar el estado del hígado y descubrieron que tenía una cirrosis.
Su hígado estaba tan deteriorado que, al cabo de un tiempo, dejó de filtrar la sangre y ella empezó a sangrar por la nariz y las encías, recuenta. Para entonces, su única opción era un trasplante, que recibiría finalmente con éxito. Ahora, a sus 53, Grande Borja vive la vida con la sensación de que le han regalado una segunda oportunidad: “He tomado las riendas y he cambiado hábitos de alimentación y me he puesto a hacer ejercicio para no volver a pasar por todo eso”.
Por el momento, no hay ningún fármaco aprobado para tratar directamente la enfermedad, aunque hay investigaciones en curso, como la que realiza Martínez Selva en su laboratorio en Vall d’Hebron con el objetivo de desarrollar un tratamiento. “Es prioritario dedicar más esfuerzos a concienciar a la población sobre esta enfermedad”, subraya el especialista, pero reconoce las dificultades de combatir ciertos hábitos alimentarios y estilos de vida por las implicaciones socioeconómicas que esto conlleva: a veces comer más sano es más caro. No obstante, apuntala, esto es clave.
“Hemos visto que perder 10 kilos del peso corporal a través de una buena dieta y ejercicios puede resolver la enfermedad en un número importante de pacientes”, asegura Romero, también jefe de sección de Aparato Digestivo en el Hospital Universitario Virgen del Rocío en Sevilla. A los pacientes se le recomienda además no ingerir alcohol ni grasa. La AEEH, entidad que dirige, presentó en febrero un plan nacional de salud hepática en el que se prioriza la prevención y la detección precoz. “El hígado graso es una prioridad en la agenda”, señala. “Es una ola”. Y darle respuesta “requiere la participación de absolutamente toda la sociedad”, advierte.
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