El sector asegurador busca soluciones ante el aumento de desastres naturales
Mapfre calcula que los fenómenos meteorológicos generan cada año 190.000 millones de pérdidas económicas mundiales

Las inundaciones provocadas por las últimas borrascas han vuelto a poner en evidencia el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos, con ríos desbordados y carreteras cortadas en España. Ante este tipo de escenario, el sector asegurador se ha puesto a la tarea de adaptar el modelo de negocio para hacer frente al aumento de catástrofes naturales. Según Mapfre, los fenómenos meteorológicos extremos generan pérdidas por 204.000 millones de dólares (unos 190.000 millones de euros al cambio actual) globales al año, de las cuales gran parte son asumidas por las firmas aseguradoras.
La situación, además de afectar los márgenes de rentabilidad del sector, ha llevado a las compañías a implementar diversas estrategias para mitigar los riesgos. Entre ellas destacan la inversión en nuevas tecnologías para evaluar los riesgos de nuevos y más intensos fenómenos naturales y la transferencia de parte del riesgo al mercado de capitales mediante la emisión de bonos catástrofe (cat bonds).
Ricardo González, director de análisis, estudios sectoriales y regulación de Mapfre Economics, señala que uno de los efectos más importantes del aumento de los desastres naturales es la ampliación de la brecha de cobertura, entendida como la diferencia entre el nivel de protección necesario y el que realmente existe. En la actualidad, solo el 40% de la población mundial tiene acceso a una cobertura aseguradora, apunta González. Pero a medida que aumenten los fenómenos catastróficos y su intensidad, las aseguradoras revisan su exposición y, en muchos casos, deciden limitar la cobertura en ciertas áreas de alto riesgo, dejando a algunas calamidades sin cobertura.
En Estados Unidos, Allstate, una de las principales aseguradoras del país, ha decidido incrementar las tarifas y modificar las pólizas para adaptarse al aumento de los incendios en California. Como resultado, la aseguradora ha reducido las compensaciones por daños a ciertos clientes y ha dejado a algunos con coberturas más limitadas frente a los incendios. En el caso de España, la situación es muy diferente por la existencia del Consorcio de Compensación de Seguros (CCS), un organismo que asume la mayoría de los riesgos catastróficos y que recibe fondos de un pequeño porcentaje de cada seguro contratado en el país.
González asegura que la dana de Valencia ha tenido un impacto “relativamente limitado” para el sector asegurador— a Mapfre le ha costado 34 millones de euros —gracias a que el CCS ha destinado ya más de 3.500 millones de euros a la reconstrucción del pueblo valenciano. Sin embargo, también reconoce que este evento ha sido desafiante para el consorcio, que perdió el 30% de su balance para absorber este evento. Es decir, con solo tres eventos del tamaño e impacto de la tragedia de la dana, serían suficientes para agotar los recursos del organismo.
En la misma línea, Joaquín Ruiz Echauri, autor del estudio El seguro ante el cambio climático y socio responsable del área de Seguros y Reaseguros del despacho de abogados Pérez-Llorca, indica que el sistema de mutualización de riesgos que proporciona el CCS “mitiga las consecuencias de los riesgos extraordinarios” y “suaviza el impacto del cambio climático en el mercado de seguros”. Si bien no existe por el momento un riesgo de que las aseguradoras se vean comprometidas financieramente, ni de que los consumidores pierdan acceso a una oferta amplia de seguros, “los precios aumentarán inevitablemente por la mayor frecuencia e intensidad de estos fenómenos climáticos”, asegura Ruiz.
En España ninguna aseguradora se ha retirado de los riesgos asociados al cambio climático, pero varias han ajustado sus políticas de suscripción y han aumentado sus tarifas para adaptarse a la mayor exposición a estos eventos, como Mutua Madrileña, tras la borrasca Filomena o la francesa Axa
Grandes inversiones en métodos de evaluación de riesgos
Una de las respuestas más significativas del sector ante la emergencia climática es la inversión en métodos avanzados para evaluar los riesgos. Según González, de Mapfre, las aseguradoras destinan cada vez más recursos a mejorar las herramientas y técnicas de evaluación de riesgos para medir mejor la exposición de los bienes o personas y ajustar en consecuencia sus primas de seguros. En este contexto, la Inteligencia Artificial (IA) desempeñará un papel clave, ya que les habilitará a mejorar los modelos y prever con precisión los riesgos asociados al cambio climático.
Además, las aseguradoras recurren cada vez más al reaseguro para protegerse ante fenómenos catastróficos. A través del reaseguro, las compañías consiguen que la base de mutualización de los riesgos se amplíe considerablemente y reducen su exposición en solitario. En el caso de la dana de Valencia, de los 34 millones de euros que tuvo que pagar Mapfre, siete millones (una quinta parte) fueron asumidos por la reaseguradora Mapfre RE.
Cuando el aumento de catástrofes se convierte en una oportunidad de inversión
Los bonos catastróficos, unos instrumentos financieros que permiten transferir el riesgo de eventos catastróficos a los mercados de capitales, también están en auge. Creados inicialmente tras el huracán Andrew que azotó Florida en 1992 para evitar la quiebra de 16 aseguradoras estadounidenses, permiten al sector distribuir el riesgo entre una amplia base de inversores, como fondos de pensiones y otras instituciones financieras.
Lorenzo Volpi, subdirector general de Leadenhall Capital Partners, una gestora de activos londinense, explica que los bonos catastróficos ofrecen una forma eficaz de diversificar y mitigar riesgos: “El capital recaudado se mantiene en una cuenta específica para cubrir reclamaciones o reembolsar a los inversores si ocurre un evento catastrófico”, asegura Volpi. Estos bonos ofrecen rendimientos más altos que los instrumentos tradicionales de renta fija y resultan atractivos para los inversores debido a que no están correlacionados con los mercados financieros. Mapfre RE emitió en diciembre de 2024 un su bono catastrófico por 125 millones de euros, para proporcionar protección contra su exposición catastrófica a tormentas tropicales y huracanes en los Estados Unidos
A medida que los desastres naturales aumentan en frecuencia e intensidad, el mercado de bonos catastróficos ha experimentado un crecimiento significativo. En 2024, alcanzó los 17.700 millones de dólares, lo que refleja la creciente necesidad de las aseguradoras de gestionar los riesgos derivados del cambio climático. Volpi también señala que, aunque la demanda de estos bonos aumenta en regiones tradicionalmente menos expuestas a grandes riesgos, los inversores exigen mayores rendimientos debido a la mayor probabilidad de que los eventos catastróficos desencadenen pagos.
Es probable que los rendimientos de los cat bonds sigan aumentando debido a la mayor frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremosLorenzo Volpi, subdirector general de Leadenhall Capital Partners
Sin embargo, a pesar de los beneficios de diversificación y mitigación de riesgos, Volpi advierte que los inversores no están dispuestos a asumir riesgos excesivos sin una compensación adecuada. “Las compañías de seguros no son organizaciones caritativas”, ha concluido.