Paciencia y datos: el arte de no tropezar en el análisis económico
Sin serenidad y pausa en el tiempo, el analista de coyuntura errará habitualmente en sus diagnósticos
Esta semana pasada conocimos varios datos coyunturales, y no tan coyunturales, que vinieron a reforzar tendencias al parecer ya consolidadas. Entre estos nuevos datos, algunos, como los de crecimiento para el año 2021, demostraron que, para un analista de coyuntura, lo más importante no solo es saber leer y entender dichos datos y la realidad que estos miden, sino particularmente cultivar la paciencia a la hora de realizar el necesario análisis.
Lo que quiero aseverar puede parecer contradictorio, sin duda. Pero no lo es. Un buen analista del corto plazo, de coyuntura, debe estar bien dotado de paciencia. Si carece de esta, sucederá que errará habitualmente en sus diagnósticos, necesitando buscar nuevos relatos que den soporte a su argumentario en cuanto los anteriormente expuestos, nacidos de la impaciencia alimentada por la necesidad de satisfacer juicios y prejuicios, queden desfasados por la realidad.
Decía Groucho Marx, el inmortal cómico, aquello de los valores. En economía hay quienes llevan al extremo esta disposición a cambiar de argumentos y opiniones. Si el argumento que te daba hasta hace pocos días ya no vale, no te preocupes, sacamos de la chistera otro que sí encaje (y así hasta la próxima).
Pongo un par de ejemplos, actualizados esta semana pasada, de análisis de coyuntura que han envejecido muy mal. El primero de ellos se deriva de la revisión del crecimiento del PIB publicado por el INE para el año 2021. Esta reciente revisión, tan inusual por la magnitud como predecible por los análisis previos, nos cuenta que en dicho año habríamos crecido un 1,1% más de lo que pensábamos, revisión que se añadía a otra anterior del 1,3%. Así, un crecimiento que resultó ser 2,5 puntos porcentuales superior a lo inicialmente estimado ha obligado a cambiar relatos pasados sobre el comportamiento de la economía española en su salida de la pandemia. Ya no parece que nuestra economía fuera tan mal en aquellos momentos.
Si recordamos aquellos trimestres de 2021, cuando dato a dato el INE publicaba su estimación de crecimiento, en ocasiones sustancialmente inferior a las previsiones realizadas por organismos encargados de ello, la sensación de que las revisiones siempre serían al alza comenzó a ganar fuerza. Así, las reacciones que la publicación del PIB generaba ayudaron a construir tres relatos en un debate que llegó a ser acalorado por momentos.
Por un lado, aquellos que daban los datos por definitivos (craso error) y que argumentaban a partir de estos sobre las deficiencias de una economía y de la política del gobierno para sacarnos del pozo en el que nos hundió la covid-19. Entenderán que buena parte de estos análisis vinieron de “expertos” cercanos a una oposición que, en su legítimo derecho de criticar las acciones del gobierno y exigir mejoras de estas, no tardaron en construir un relato al hilo de estos datos negativos. Sin embargo, el calendario de revisiones previstas en el INE, algo que ahora hay quienes las descubren, avisaban de potenciales modificaciones y, con ello, de lo aventurado de determinados titulares.
En el otro lado estaban otros analistas que daban por erróneas aquellas estimaciones y rápidamente se sintieron en la obligación de elaborar análisis que enmendaran las cifras oficiales. Estos ejercicios han sido interesantes, aunque, como así lo hice saber a algunos de sus autores, me preocupaba dar demasiado crédito a unos cálculos, posiblemente fundamentados, pero sin duda parciales.
En medio estaba el esperar a futuras revisiones mientras se trataba de comprender lo sucedido. Y es que lo que algunos medios definieron como el mayor error del INE, no es un error ni fue exclusivo de Estadística. Para todos los países de nuestro entorno, tanto la covid-19 como la salida de la pandemia generaron rupturas en series temporales, provocaron falta de información, llevaron a la desaparición de la estacionalidad y modificaron los patrones de evolución de series no solo de producción sino de precios. Los modelos usados por los organismos estadísticos no estaban preparados para un evento como este. Además, por razones de composición estructural y por impacto de las medidas, la economía española sufriría más que otras el envite de estos males en sus estimaciones. La llegada a posteriori de información estructural y los ajustes necesarios que estos conllevan explicaría buena parte de las revisiones y su magnitud.
Por todo ello sabíamos, desde el primer momento, que las revisiones serían relevantes, y no solo en España. Mi apuesta es que 2021 se revisaría entre un 1,5% y un 2,5%, y de momento, si mis cálculos no fallan, y como he adelantado, estaríamos en el orden del 2,4%. Alguna décima más caerá, pero diríamos que ya marginal. Esta revisión acumulada estaría en el mismo nivel que la realizada por Reino Unido, país que sufrió el impacto económico de la pandemia con una intensidad similar a la española o, por ejemplo, Países Bajos, cuya revisión ha llegado a ser también de 2,5%.
Otro ejemplo de análisis impaciente y que ha envejecido rápido ha sido el de la reciente inflación y sus causas. Aquí, la gran lección que espero muchos aprendan es que señalar rápidamente y casi con ansiedad a una causa monetaria ha tenido poco sentido (no hablo de Argentina ni Venezuela, hablo de España-Europa). Además, el mero análisis tranquilo de las potenciales causas del aumento de precios que generara un debate serio no fue asumido por muchos.
Y es que, muy rápidamente, todo interés estuvo en señalar razones muy alejadas de lo que se ha demostrado como verdaderos causantes de la inflación, como fueron, entre otros, los cuellos de botella, eventos climatológicos o la invasión rusa de Ucrania. Aquellas otras razones, como he dicho principalmente vinculadas a las políticas monetarias de la pasada década, no encajarían no ya con la simple observación de hace tan solo unos trimestres sino con el comportamiento actual de la inflación, que como sabe va camino directo al objetivo a medio plazo del 2%.
En definitiva, una lección que debemos aprender rápidamente de los análisis de los datos coyunturales es que tenemos que esperar unos meses para consolidar argumentos. Decía el periodista Javier Caraballo hace no muchos días en una tertulia radiofónica que los análisis hay que rumiarlos durante un tiempo antes de explicitarlos, y que este verano, poniendo como ejemplo las elecciones en los Estados Unidos, es un ejemplo de ello. Igualmente sucede para la coyuntura económica. Aunque pueda resultar una gran contradicción, una de las mejores cualidades que debe tener un analista de coyuntura es su paciencia. Si no, no estará analizando nada, estará simplemente explicitando sus deseos de un mundo que, quizás, más pronto que tarde, le haga un caño y lo deje tirado en el césped.