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La soberanía energética que no llega: ¿se consolidará algún día la autonomía estratégica?

Tras la crisis energética que se desencadenó en la UE debido a la invasión de Ucrania en 2022, los Estados miembros apostaron por asegurar sus suministros. Dos años después, el financiamiento y la creación de infraestructuras siguen siendo un reto

El papel de Rusia se ha reducido en las importaciones energéticas europeas
Luis Alberto Peralta

Cuando la invasión rusa a Ucrania comenzó en febrero de 2022, la Unión Europea se replanteó la importancia de su soberanía energética. La dependencia de los Estados miembros respecto a los combustibles del Kremlin puso en evidencia que el control del suministro es un factor clave para su seguridad, así como para el bienestar de sus ciudadanos y de sus industrias. Dos años después, el Viejo Continente sigue luchando para lograr la llamada “autonomía estratégica” en este sector. Sin embargo, las dificultades para diversificar proveedores y conseguir financiamiento verde ponen en duda si podrá lograr sus objetivos en el corto plazo.

Los últimos datos muestran que hay un largo camino por recorrer. Si bien las importaciones europeas se redujeron en un 11,7% interanual en el último trimestre de 2023, las últimas cifras disponibles de Eurostat (2022) sugieren que alrededor del 63% de la demanda de la energía todavía es cubierta por proveedores extracomunitarios. Aunque aún no hay datos oficiales, las estimaciones calculan que en 2023 aproximadamente un 55% del suministro energético también correspondía a las importaciones.

Asimismo, las últimas cifras de Eurostat muestran que la UE sigue dependiendo en gran medida de combustibles que casi no produce. El mix energético de la región, que incluye la demanda combinada de fuentes primarias, está compuesto principalmente por cinco fuentes: petróleo crudo y sus derivados (37%), gas natural (21%), energía renovable (18%), combustibles fósiles sólidos (13%) y energía nuclear (11%). A pesar de las sanciones y de los intentos por diversificar a sus proveedores, el Kremlin sigue suministrando el 12,7% de su gas natural (antes de la guerra era el 45%) y alrededor de un 3,5% del petróleo de la región. Para librarse de esta dependencia, Bruselas apunta a que las renovables representen un 42,3% de su matriz energética para 2030.

El divorcio ruso

A pesar de que el Kremlin sigue siendo un proveedor relevante, el avance para desligarse del gas ruso sí ha sido significativo. En un documento oficial, la CE destaca que la demanda total europea de gas rondaba los 400.000 millones de metros cúbicos (bcm) por año antes de la guerra, de los cuales solo alrededor del 10% estaba cubierto por la producción interna. De este total, 150 bcm provenían de Rusia en 2021. Esta cantidad se redujo casi a la mitad (80 bcm) en 2022 y cayó en una proporción similar (hasta los 43 bcm) en 2023.

“La UE se ha adaptado notablemente bien a un desacoplamiento que muchos habrían considerado imposible. Rusia ha redirigido sus exportaciones de petróleo a Asia, pero no ha podido reemplazar a Europa en sus exportaciones de gas natural”, aseguran los investigadores del think tank Bruegel en un análisis reciente.

Los expertos de Bruegel detallan que la UE redujo las importaciones de combustibles fósiles rusos de un máximo de 16.000 millones de dólares al mes a principios de 2022 hasta alrededor de 1.000 millones de dólares al mes a finales de 2023. “Los recortes a las importaciones de petróleo representaron la mayor parte de la reducción”, añaden desde la entidad

En la opinión de los expertos de Bruegel, si bien la UE ha superado la crisis de oferta que se ocasionó en el primer año de guerra, su principal problema ahora son los precios de los combustibles y sus inminentes implicaciones a largo plazo para la competitividad de la región. Asimismo, consideran que las violaciones por parte de terceros países (como China o India) a la limitación impuesta a los precios del petróleo ruso como sanción requieren una acción más concertada por parte del G7.

Este análisis es similar al que se hace desde Bruselas, donde el énfasis se encuentra ahora en fortalecer la producción interna para dejar las importaciones de materias primas energéticas definitivamente. “A largo plazo, la seguridad energética de la UE se logrará sustituyendo los combustibles fósiles importados por energía renovable producida en la región, y mejorando la eficiencia energética. Europa aspira a convertirse en el primer continente climáticamente neutro del mundo para 2050. Sin embargo, si bien la proporción de energías renovables en el consumo de energía de la UE está aumentando, el gas natural todavía representa aproximadamente una cuarta parte del consumo de energía, y todavía dependemos en gran medida de proveedores externos para este combustible”, revela una declaración reciente de la Comisión Europea.

En concreto, los países del norte van muy por delante del resto del continente en esta materia. Suecia lidera entre las naciones de la Unión que producen energía verde, con casi dos tercios (66%) de su consumo final bruto procedente de fuentes renovables. En segundo, tercer y cuarto lugar están Finlandia, con un 47,9%; Letonia, con un 43,3%, y Dinamarca, con un 41,6%. Países como Estonia, Portugal y Austria también producen más del 30% de su energía por estos medios. En contraste, las proporciones más bajas en este campo se registraron en Irlanda (13,1%), Malta (13,4%) y Bélgica (13,8%), según las últimas cifras de Eurostat.

Medidas necesarias

La Comisión Europea calcula que la UE requiere una inversión de aproximadamente 1,2 billones de euros anuales para alcanzar sus objetivos de descarbonización del transporte y la producción energética en lo que queda de esta década (75% más de lo que se invirtió la década anterior). En esta línea, la comisaria europea de energía, Kadri Simson, resaltó en enero que el estímulo público no será suficiente y que los capitales privados jugarán un papel fundamental para lograr estas metas. “Necesitamos ampliar las herramientas de financiación de la UE para apoyar las inversiones sostenibles y eliminar riesgos. Así, los proyectos serán más atractivos para los inversores”, reconoció la comisaria europea en un discurso.

En este contexto, los obstáculos para la inversión son uno de los principales retos que Bruselas tiene que superar. Por ejemplo, S&P Global Commodity Insights anticipa que el panorama actual de costes y precios competitivos hará que sea cada vez más difícil y costoso desarrollar capacidades de fabricación en EE UU y Europa, tanto para la energía solar como para las baterías. De acuerdo a un informe reciente de la firma, esto podría poner en peligro los esfuerzos de relocalización de esta industria dentro de las fronteras europeas.

“El programa europeo RepowerEU estableció importantes objetivos en materia de energías renovables y fabricación, pero no incluyó paquetes de apoyo claros para la industria ni mandatos para incentivar la adquisición de contenido local. Esto es fundamental para desarrollar la fabricación dentro de estas regiones. Cualquier productor, antes de tomar decisiones de inversión, debe estar seguro de que existe una demanda suficiente para los bienes producidos localmente. Esto se debe a que la competencia global y los mayores costes de fabricación en Estados Unidos y Europa impiden que estos productos se exporten”, comentan desde S&P Global Commodity Insights.

Otro problema que se tiene que superar es la conectividad energética y el desarrollo de infraestructura. La Comisión Europea ha manifestado recientemente que los países del este de Europa necesitan intensificar sus esfuerzos para acelerar el despliegue de las renovables e integrarse al modelo de generación europeo. En este contexto, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) asignó apoyos financieros por un total de alrededor de 20.000 millones de euros para proyectos de eficiencia energética, energías renovables, redes eléctricas y almacenamiento en la Unión Europea en 2023.

“Varias zonas de estos países tienen un alto potencial para instalaciones de energía renovable, especialmente para paneles solares y capacidades eólicas terrestres y marinas. Por lo tanto, debemos identificar y apoyar proyectos transfronterizos de energía verde que puedan aumentar la adopción y apoyar la transición energética de la región”, manifestó Simson en enero.

En este contexto, recientemente la comisaria europea de Competencia, Margrethe Vestager, expresó que la UE buscará impulsar el sector a través del mercado único. “Esto significa eliminar barreras, dar a las compañías más escala para lograr eficiencia y facilitar la entrada y el crecimiento de nuevas empresas. Significa crear vínculos donde faltan: nuestro mercado energético único ha desempeñado un papel crucial durante la crisis energética, gracias a un marco regulatorio unificado y a interconexiones físicas”, declaró en un discurso reciente la líder europea.

Vestager también considera que este sector se puede potenciar protegiendo la competencia a través del control de las fusiones. En su opinión, la formación de jugadores dominantes perjudica la eficiencia y conlleva menos innovación y precios más altos para los consumidores europeos.

La energía nuclear, un tabú del pasado que podría salvar a Europa

En su camino hacia la autonomía estratégica en el sector energético, Bruselas ha vuelto a mirar hacia la nuclear como una opción. A pesar del gran rechazo que esta fuente de energía tiene en países como Alemania (donde el movimiento antinuclear fue muy fuerte durante la Guerra Fría), los Veintisiete han acordado que aquellos miembros que consideren necesario potenciar esta forma de producción recibirán apoyo regional.
En concreto, el Ejecutivo comunitario ha puesto la mirada sobre los reactores modulares (SMR, por sus siglas en inglés), una tecnología que se ha estado perfeccionando en las últimas décadas y que ya se está probando en países como Japón y China. Para esto, los países europeos acordaron a finales de marzo formar una alianza para “facilitar y acelerar el desarrollo, la demostración y el despliegue de los primeros proyectos SMR en Europa a principios de la década de 2030”. 
El Gobierno comunitario espera que los SMR ayuden a responder a la demanda de electricidad limpia de los próximos años. “Pueden complementar las tecnologías nucleares convencionales y contribuir, junto con las energías renovables, a los esfuerzos europeos de mitigación del clima y sostenibilidad al cogenerar electricidad con bajas emisiones de carbono de manera confiable, consistente y segura”, afirman desde la Comisión. Según lo acordado el 24 de marzo, esta alianza operará a través de grupos de trabajo específicos para mejorar las condiciones propicias para el desarrollo, la demostración y el despliegue de esta tecnología,
“La atención se centra en los pequeños reactores modulares porque los consideramos las tecnologías nucleares con mayor flexibilidad. Pero, por supuesto, esto debe hacerse según los más altos estándares medioambientales y de seguridad”, sostuvo en una conferencia reciente la comisaria europea de Energía, Kadri Simson.
En este contexto, el 15 de marzo la Unión Europea anunció que también quiere intensificar la cooperación con Estados Unidos para reducir la dependencia de Rusia en materia de “materiales nucleares y servicios del ciclo del combustible”, y que se dará apoyo a los miembros de la UE para diversificar los suministros nucleares.

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