China, radiografía de un gigante económico que no logra recobrar su brillo
La gran potencia asiática se enfrenta a una crisis inmobiliaria y un bajo nivel de consumo que le impiden crecer como antes de la pandemia. Sin embargo, algunos expertos opinan que los males de su economía son internos y estructurales
Pekín no logra dar con la fórmula para volver a los niveles de crecimiento que lograba antes de la pandemia. A pesar de haber reportado recientemente una subida del PIB del 5,6% en 2023 (cifra que ha sido cuestionada por más de un analista), los expertos se encuentran divididos sobre el futuro del gigante asiático. Sus problemas son diversos: un exceso de deuda, una demografía en crisis y un débil consumo. En este contexto, algunos analistas se muestran críticos sobre las medidas que está tomando la segunda economía global, cuyos mayores retos parecen encontrarse dentro de sus fronteras.
Pekín está tratando de navegar una tormenta compuesta por distintos factores. Por ejemplo, si bien el PIB ha crecido en 2023 (sin superar la media de 6% o 7% de antes de la pandemia), los datos oficiales revelan que las exportaciones cayeron por primera vez desde 2016 (en un 4,6%) y el precio de la vivienda ha sufrido su máximo descenso en ocho años (0,45% intramensual). Asimismo, según UBS, los flujos de inversión extranjera directa han descendido a su nivel más bajo en 26 años, y mientras que la carga de la deuda del Gobierno federal de China es de aproximadamente el 50% del PIB, si tenemos en cuenta la deuda de los gobiernos locales se eleva por encima del 120%.
“La montaña rusa de tres años de restricciones pandémicas y turbulencias inmobiliarias ha erosionado la confianza pública, lo que se ha hecho patente en la debilidad de los precios, la contención del consumo y la debilidad de la inversión en el primer semestre”, apunta Yingrui Wang, analista del equipo macro research de Axa IM.
Por su parte, los expertos de Schroders destacan que, más allá de los recientes signos de estabilización, la crisis del mercado inmobiliario chino sigue “pesando sobre la economía”. En esta línea, apuntalan que Pekín empezó a actuar en agosto, desvelando importantes políticas de apoyo (sobre todo en materia de flexibilización hipotecaria) destinadas a estimular la demanda de vivienda y aliviar las presiones financieras de los hogares. “A pesar de las medidas implementadas para apoyar al sector, creemos que el inmobiliario chino contribuirá mucho menos al crecimiento global del PIB”, responden a este periódico.
Por encima de la resaca económica que dejaron la pandemia y la crisis inmobiliaria de 2022, hay quienes consideran que existen otros factores, ya enraizados en el modelo chino, que no permiten que el gigante vuelva a despegar. Por ejemplo, el Banco Mundial (BM) ya había diagnosticado en 2023 que el crecimiento se estaba reduciendo por las limitaciones estructurales; entre ellas la disminución del crecimiento de la fuerza laboral, la disminución de los rendimientos de la inversión y la desaceleración del crecimiento de la productividad. Dicho esto, la ONU ha advertido que la población china se reducirá en 109 millones para 2050 (triplicando el pronóstico de 2019); y que la población de 60 años o mayor ya representa alrededor del 21,1% de población total del país, según las últimas cifras. Los expertos consultados coinciden en que este fenómeno no necesariamente impactará en el corto plazo, pero si en los esfuerzos para repotenciar la economía en las próximas décadas.
“Los riesgos que amenazan a China son sobre todo internos, aunque muchas veces se atribuyan a la geopolítica. No crecen porque hay un exceso de inversión y el retorno es muy bajo. El consumo no logra cubrir el papel que antes tenía la inversión. La población tiene dudas sobre el futuro y prefieren ahorrar para protegerse de la incertidumbre”, señala Alicia García Herrero, economista jefe para Asia Pacífico en Natixis, a CincoDías.
Sophie Altermatt, economista de Julius Baer, coincide en que hay razones estructurales por las que el crecimiento de China se está desacelerando; pero además pronostica que el gigante no volverá a los niveles de crecimiento anteriores a la pandemia.
“En primer lugar, cuanto más grande y más desarrollada se vuelve una economía, más difícil es mantener altas tasas de crecimiento. Entonces, parte de la desaceleración es natural. En segundo lugar, el sector inmobiliario ha sido un importante motor de crecimiento para la economía de China, contribuyendo a alrededor del 25% de la producción económica. La rápida expansión del mercado inmobiliario y la excesiva inversión en infraestructura han dado lugar a elevados niveles de deuda. Por tanto, sus problemas actuales van más allá de una recesión cíclica”, señala la experta del banco suizo; anticipando que el sector inmobiliario seguirá siendo un lastre en 2024 y que las políticas gubernamentales de Pekín se centrarán en “contener riesgos de caída en lugar de proporcionar un importante impulso al crecimiento” (que se situará en torno al 4,4% según su pronóstico).
García Herrero también piensa que el gigante no cumplirá sus metas. “Habrá una cierta desaceleración. La meta para 2024 será otra vez 5%, pero no lo veo posible. Hay dudas de que China haya crecido esa cifra este año. Si vemos los datos, el comercio ha sido negativo a pesar de que el tipo de cambio se depreció”, señala la economista de Natixis.
¿Pekín reacciona?
No hay consenso entre los expertos consultados sobre si las medidas que el gigante está tomando son adecuadas. Por ejemplo, desde Schroders destacan que Pekín ha realizado recortes en los tipos de interés oficiales, que han relajado las restricciones a la compra de viviendas y que han aumentado el déficit presupuestario del Gobierno. “Creemos que estas medidas de estímulo ayudarán a estabilizar el crecimiento e impulsarán el sentimiento general hacia Asia”, indican desde la firma londinense.
Álvaro Antón, country head SW de Abrdn, enfatiza que la política de Pekín sigue siendo selectiva y gradual. “En algunas ciudades se han suavizado los criterios para el pago de anticipos, mientras que en diciembre el PBOC [Banco Central de China] volvió a inyectar liquidez por encima de lo previsto”, asegura el experto, que también proyecta que la economía china crecerá un 4,4% en 2024.
Antón indica a este periódico que, por el momento, hay pocos indicios de un cambio importante en la orientación de las políticas. Sin embargo, hace hincapié en que las autoridades parecen estar reconociendo la necesidad de ayuda del Gobierno central y de un enfoque coordinado para garantizar la estabilidad, abordando al mismo tiempo los riesgos de endeudamiento de los gobiernos locales.
Los analistas de Abrdn también consideran plausible una mayor relajación fiscal. “Es posible que se pida a las Administraciones locales con balances sólidos que contribuyan en mayor medida a mitigar el lastre económico causado por la consolidación de las provincias en dificultades. Las autoridades también señalaron la necesidad de establecer un marco fiscal más sólido a largo plazo”, explica Antón.
Dicho esto, los expertos de la firma escocesa resaltan que una “distinción clave” será saber si el crecimiento ha subido realmente en la lista de prioridades o si, por el contrario, el tratamiento de la deuda pública se convertirá en la siguiente fase de la reducción de riesgos.
En el caso de Axa argumentan que las perspectivas de la economía china parecen depender en gran medida de la actuación del Gobierno central. “Si proporciona un apoyo adecuado y oportuno para restablecer significativamente la confianza de los consumidores y los inversores, anticiparíamos un 2024 más brillante y un 2025 más estable”. Sin embargo, desde la multinacional francesa resaltan que la cuestión crítica sigue siendo si el Gobierno puede renunciar a su control y embarcarse en las tan necesarias reformas estructurales. “A la vista del comportamiento reciente del presidente Xi, tenemos nuestras dudas”, indican.
Diogo Gomes, senior CRM de UBS AM Iberia, destaca que China ha sido capaz de “evitar cualquier crisis” en el pasado, y que el país alberga un gran número de empresas de alta calidad. Asimismo, confía en que los responsables políticos proporcionarán el apoyo suficiente para gestionar lo que en su opinión es una ralentización cíclica. “Los datos económicos de agosto a octubre apoyan ampliamente la idea de que la actividad se ha estabilizado en el marco de un estímulo fiscal y monetario moderado, y las revisiones de las previsiones de crecimiento chino son cada vez más optimistas”, afirma Gomes a este periódico; aunque aclara que el impulso del crecimiento en China seguirá siendo débil a corto plazo, dada la falta de un gran estímulo y los problemas del inmobiliario.
Otros expertos no se muestran tan optimistas. Por ejemplo, García Herrero señala que no hay un “apoyo claro” a la economía, ya que, en su opinión, el Gobierno chino tiene menos margen de maniobra de lo que se cree. “La deuda pública es muy alta y temen que si inyectan liquidez haya salidas de capital y se debilite más el yuan creando un círculo vicioso”, sentencia. Asimismo, la experta de Natixis destaca que se tiene que tener en cuenta que los tipos de interés reales en China son más altos que en Estados Unidos y Europa.
Factor estadounidense
Si hay algo en lo que coinciden la mayoría de los analistas consultados, es en que el contexto internacional será determinante para la economía china. “El riesgo geopolítico es inherente a la inversión en mercados emergentes, pero este es un año de elecciones, lo que naturalmente aumenta la incertidumbre. La competencia estratégica a largo plazo entre EE UU y China ha provocado tensiones continuas en los últimos años y merece una vigilancia permanente”, afirman desde Schroders.
Los analistas de la firma londinense resaltan que “la necesidad de frenar el programa Made in China 2025 es una de las pocas cuestiones que cuenta con apoyo de los dos partidos en el Congreso estadounidense”. Asimismo, consideran que la tendencia a aumentar los aranceles y restringir el comercio tecnológico se ha visto impulsada por la amenaza a la seguridad que China representa para muchos en Estados Unidos y Europa.
En cuanto a la disputa con Taiwan y el resultado de las recientes elecciones en la isla, García Herrero descarta que vayan a tener algún impacto en la economía china, aunque opina que pueden tener ramificaciones geopolíticas. Por otra parte, coincide en que las elecciones de Estados Unidos marcarán el tono de las relaciones. “En mi opinión, China prefiere una victoria de Trump. Hay algunas dudas por su enorme incertidumbre, pero lo ven como alguien que tiene intereses económicos y que puede torcerse por estos intereses. En el caso de Biden, su agenda es más de valores y del papel hegemónico de Estados Unidos. Si sale Trump, todos los aliados se van a reposicionar”, señala.
Las cuatro D del estancamiento chino
Demanda. La proporción del consumo chino sobre el PIB es del 38%, muy por debajo de la media de la OCDE (60%). A medida que el sector inmobiliario y la inversión en general se ralenticen, el consumo tendrá que ocupar ese vacío.
Deuda. Mientras que la carga de la deuda del Gobierno federal de China es de aproximadamente el 50% del PIB, si tenemos en cuenta la deuda de los gobiernos locales se eleva por encima del 120%, según estimaciones de Bloomberg y Morgan.
Demografía. El crecimiento a largo plazo de una economía depende de la productividad y de la mano de obra, pero la población china envejece rápidamente. Esta situación afecta al crecimiento y limita la formación de hogares, un factor indispensable para sostener el mercado inmobiliario.
De-risking. Las restricciones occidentales y el reajuste de las cadenas de suministro suponen un lastre para el crecimiento. Los flujos de inversión extranjera directa hacia China han descendido a su nivel más bajo en 26 años, un brusco retroceso desde el máximo alcanzado en 2021.
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