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Segunda vuelta en Turquía: ¿Un futuro más allá de la autocracia de Erdogán?

Tras una primera vuelta en la que ningún candidato pudo superar el 50% de los votos; Turquía se dirige a una segunda elección que podría poner fin a 20 años de políticas económicas heterodoxas y alejamiento de la OTAN

Luis Alberto Peralta
Recep Tayyip Erdoğan en Estambul, el 12 de Mayo, 2023
Recep Tayyip Erdoğan en Estambul, el 12 de Mayo, 2023Jeff Mitchell (Getty Images)

Turquía enfrenta una nueva prueba, una elección que pone en duda la continuidad en el poder de Recep Tayyip Erdogan pero también el rol del país en el mundo. Tras haber superado un intento de golpe de estado en 2016, el actual mandatario ha sido empujado a una segunda vuelta; donde enfrentará a una coalición de fuerzas tanto de izquierda como de derecha. Su rival, Kemal Kilicdaroglu, encabeza la arremetida; tras haber logrado el 44,9% de los votos frente al 49,5% del ahora presidente. En este contexto, serán aquellos que optaron por otras fuerzas políticas los que definirán el futuro del país con su voto el 28 de mayo.

“El tercer candidato, Sinan Ogan, de la alianza nacionalista ATA, obtuvo el 5,3% de los votos y podría convertirse en el hacedor de reyes según el candidato que apoye”, afirma Eirini Tsekeridou, analista de renta fija de Julius Baer. Tsekeridou señala que los resultados sorprendieron al mercado, ya que las últimas encuestas mostraban que Kilicdaroglu lideraba y Ogan no alcanzaba más del 2,5% de los votos. “Además, en las elecciones parlamentarias, la Alianza Popular del partido AKP de Erdogan está en camino de mantener su mayoría con 325 escaños (de 600), por lo que incluso si Kilicdaroglu gana en la segunda vuelta, no tendría el apoyo necesario para continuar. reformas”, opina.

Lizzy Galbraith, economista política de la firma Abrdn, señala que Erdogan se enfrenta a la campaña de reelección más difícil de su carrera, y que esta es impulsada por un descontento de los votantes con la economía y la respuesta del Gobierno al reciente terremoto.

No obstante, la experta explica que el actual presidente sigue siendo el gran favorito para ser reelegido; ya que es probable que aproveche todas las ventajas de su cargo para asegurarse una ajustada victoria. Sin embargo, detalla que es probable que pierda la mayoría en el Parlamento, lo que puede afectar a su capacidad para aprobar leyes en el futuro. “Si Erdogan logra retener el poder, no pueden descartarse las protestas en su contra, sobre todo si reciben el respaldo de los candidatos de la oposición”, añade.

Pero ¿Qué tan trascendente es esta elección para Occidente? Turquía ha sido a lo largo de la historia un punto clave entre Europa y Asia; que además controla el acceso al Mar Negro. Por si fuera poco, de acuerdo al Military Strength Ranking de 2023 elaborado por la consultora Global Firepower, el país euroasiático tiene el quinto ejército más grande de la OTAN. No obstante, su participación en la alianza militar se ha complicado en las últimas décadas con los acercamientos de Erdogan a Rusia; y por sus continuas objeciones a que Suecia se una a la coalición por su apoyo a los disidentes Kurdos.

“Erdogan no se va a convertir en un amigo más cercano de Occidente, seguirá siendo el más escandaloso de los aliados de la OTAN. Seguirá buscando usar la geopolítica a su favor. Seguirá socavando la democracia turca, erosionando sus instituciones, mes tras mes, año tras año”, afirma el politólogo Ian Bremmer, director del centro de investigación Eurasia Group. En contraste, una victoria de los opositores promete mejorar las relaciones con los aliados tradicionales, y desmantelar el autoritarismo que ha marcado el actual Gobierno.

En esta línea, algunos de los hechos que podrían propiciarse tras el fin del régimen de Erdogan son cambios en las relaciones con Rusia y también con Occidente (que según distintos análisis mejorarían con Kilicdaroglu en el poder); un giro en el papel de Turquía en la guerra de Siria y de Ucrania; y, sobre todo, un cambio en el sistema parlamentario turco, debilitado por el actual Gobierno.

Por otra parete, desde el centro de investigación Atlantic Council señalan qué, a pesar de que la política exterior no fue un tema muy trascendental durante la campaña, el factor ruso se convirtió en un asunto relevante pocos días antes de la votación.

De hecho, la oposición afirmaba tener evidencia de la interferencia rusa en las elecciones. Erdogan negó las acusaciones y dijo que la cooperación con la Federación Rusa no era menos importante para Turquía que con Estados Unidos. “Aunque hasta el momento no se han compartido pruebas de la intromisión rusa, la influencia de Moscú en la política interna turca puede ir mucho más allá de los deep fakes y los ataques cibernéticos. Esto se revelará cuando el presidente turco recién elegido tenga que cumplir promesas electorales, pagar por el gas ruso, llegar a la mesa de negociación con el régimen de Assad y estabilizar la situación económica” afirman desde Atlantic Council.

Una economía agotada

Cabe destacar que la economía del país euroasiático ha marcado un rumbo incierto durante los años de Erdogan. Lo cierto es que la crisis del costo de vida en Turquía es la peor en dos décadas. Por si fuera poco, a la crisis producida por la pandemia y la guerra en Ucrania, que ha alimentado la inflación, se le han sumado las consecuencias de las políticas particulares del autócrata, que han amplificado el problema en su país.

Así, la inflación crónica está erosionando el poder adquisitivo de los ciudadanos, incluso después de que el gobierno aumentara significativamente las pensiones, la paga de los funcionarios públicos y el salario mínimo. Por cierto, Erdogan anunció más aumentos salariales para los empleados estatales en los días previos a las elecciones mientras buscaba apoyo.

Mohammed Elmi, gestor de fondos de deuda emergente en Federated Hermes, resalta que la moneda turca también es víctima de las políticas poco ortodoxas, con una depreciación de la lira turca frente al dólar de alrededor del 30% en 2022 y del 44% el año anterior.

“La inflación alcanzó un máximo del 85% en noviembre de 2022, después de que el Banco Central flexibilizara los tipos en 500 puntos básicos”, indica el especialista. Asimismo, opina que, independientemente de los resultados finales de las elecciones, el país se enfrenta a una importante volatilidad a corto plazo; tanto si mantiene el statu quo heterodoxo como si viene una “accidentada” transición hacia una mayor normalidad convencional en los próximos años.

Por su parte, Mali Chivakul, economista de mercados emergentes en J. Safra Sarasin Sustainable AM añade que la política de Erdogan de apuntalar el crecimiento manteniendo tipos de interés muy bajos y aumentando el crédito a la economía ha ejercido una gran presión sobre las balanzas interior y exterior de Turquía.

Chivakul resalta que el tipo de interés oficial se recortó por última vez en febrero, hasta el 8,5%, tras varios recortes en el segundo semestre de 2022; y que el crecimiento del crédito, así como las ventas retail, se aceleraron y la inflación se mantuvo elevada en el 50,5% en marzo. No obstante, el déficit de la balanza por cuenta corriente alcanzó en enero un máximo histórico y sólo mejoró ligeramente en febrero.

La economista también apunta que las tasas de crecimiento de las importaciones no energéticas se mantuvieron en dos dígitos, mientras que el auge de las exportaciones experimentado durante 2021-22 se ha “desvanecido” al ralentizarse el ciclo mundial. En esta línea, Chikavul explica que las debilidades procedentes del exterior siguen siendo elevadas para Turquía, ya que las necesidades de financiación exterior (déficit por cuenta corriente y refinanciación de las obligaciones) son grandes.

Así, la experta opina que si Erdogan se mantiene en el poder, probablemente intentará prolongar las políticas actuales todo lo posible. “Para mantener la estabilidad de la lira, Turquía necesitará más apoyo externo de liquidez en divisas de países amigos, que podría conseguir. La necesidad de aumentar el gasto para la reconstrucción tras los devastadores terremotos recientes también podría mantener una política fiscal laxa y ejercer presión sobre la balanza por cuenta corriente. Con todo, la actual combinación de políticas es claramente insostenible”, afirma la economista.

En este contexto, Thomas Gillet, director asociado de calificaciones soberanas de Scope Ratings, asegura que en Turquía, años de políticas monetarias poco convencionales han hecho que el Gobierno dependa de los bancos nacionales para financiarse en moneda nacional y extranjera, ya que los inversores extranjeros han abandonado los mercados de capitales nacionales.

“Los rendimientos de los bonos en liras a 10 años han caído a alrededor del 12% desde el más del 25% de hace un año, ya que las nuevas regulaciones del banco central han presionado a los bancos nacionales para que compren más bonos del Estado. La participación de los inversores extranjeros en la deuda pública nacional turca se redujo a solo el 0,7% del saldo vivo en febrero de 2023, frente al 19,4% en 2017″ afirman desde Scope Ratings.

Deshacer esta relación más estrecha entre la solvencia soberana y la del sistema bancario será difícil, ya que cualquier normalización gradual de la política monetaria podría ocasionar pérdidas considerables en las carteras bancarias, añaden.

¿Y si gana la oposición?

Ante una posible victoria de la coalición opositora, Chikavul indica que Kilicdaroglu ha prometido revertir las políticas de Erdogan y volver a la política ortodoxa. No obstante, destaca también que, eso no bastará para corregir todos los desequilibrios.

“Unos tipos de interés más altos junto con unas perspectivas de política fiscal creíbles podrían atraer más flujos de capital, mejorar la calificación crediticia de Turquía y reducir los costes de los préstamos externos. Pero la inestable base de reservas del banco central significa que los inversores pueden seguir siendo escépticos; y el nuevo Gobierno puede necesitar encontrar algún apoyo de liquidez en divisas, de un programa del FMI o de naciones amigas, para anclar su programa político”, destaca la experta.

Por su parte, Gilles Moëc, economista jefe en AXA Investment Managers, coincide en que los retos macroeconómicos a los que se enfrenta Turquía son enormes: “no existe una varita mágica. La oposición se ha comprometido a dejar que el banco central opere libremente. También es bastante probable que incluso otra administración dirigida por Erdogan tenga que hacerlo en última instancia. Esto sería coherente con una subida muy significativa de los tipos de interés oficiales, que podría tranquilizar a los inversores extranjeros que han desertado del mercado de bonos turco”.

No obstante, Moëc señala que eliminar el marco de represión financiera podría ser muy doloroso transitoriamente: “tras la liraficación forzada de la economía turca, el apetito local por las divisas es probablemente masivo. Una redolarización desencadenaría una mayor depreciación de la moneda, con una inflación importada que perjudicaría la estabilización de precios y que buscaría el endurecimiento del banco central”.

En cualquier caso, los resultados de esta primera vuelta han revelado que existe un alto descontento con la forma en que el país se viene gestionado. En el mediano plazo, el ganador (Erdogan o Kilicdaroglu)tendrá que gestionar este factor si quiere mantenerse en el poder.

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