Abril termina con más luces que sombras económicas
El rosario de datos de la semana pasada deja un primer trimestre del año menos negro de lo que se esperaba el pasado verano
Acabó la semana pasada con un rosario de datos estadísticos relevantes para comprender el momento económico español. Concretamente, estos datos fueron sobre crecimiento económico, empleo e inflación. En su conjunto, y leídos de una manera holística, los datos publicados ofrecen una lectura muy valiosa. Procede, por lo tanto, hacer un análisis que trate de encajar todas las piezas de una forma ordenada y organizada.
Empecemos por el dato de más fácil lectura. El aumento del 0,5% intertrimestral del PIB español supone una aceleración respecto al crecimiento del último trimestre de 2022 y que ha sido revisado hasta el 0,4% desde el 0,2%. Esta ligera mejora proviene de un muy buen comportamiento de la inversión, maquinaria y equipos, y una menor aportación negativa del consumo de las familias. También aportan crecimiento en este trimestre, y mejor de lo esperado, el sector exterior, con unas exportaciones que siguen desafiando todas las tendencias antes conocidas (sobre esto habrá que hablar en breve). Por el contrario, empeora el consumo público.
Esta aceleración del crecimiento económico ha tenido su reflejo en los datos de empleo, tal y como se observaron en las cifras de la EPA del pasado jueves. Sin embargo, para estos números el análisis debe ser mucho más cuidadoso, pues detenerse en los datos brutos publicados por el INE conlleva a análisis erróneos. Además, las cifras de desempleo son resultado de las diferencias entre activos y ocupados, cada uno con sus diferentes condicionantes, y que exigen ser tenidos en cuenta por separado para la categorización de su evolución.
Así, lo primero que debemos decir es que la ocupación cayó en 11 mil personas entre el primer trimestre de 2023 comparado con el anterior (un -0,1%). Como siempre, estas comparaciones deben ser analizadas con perspectiva, pues incorporan una importante estacionalidad, ya que el primer trimestre, si no lleva incorporada la Semana Santa, suele ser malo. Así, poniéndola en contexto, esta caída es la menor de los últimos quince años, reflejando, por ello, que los datos desestacionalizados son relativamente positivos. De hecho, el INE los publica corregidos de estacionalidad y calendario, y estos reflejan un aumento del 1,2% respecto al trimestre anterior, frente al 0,2% de aquel respecto al tercero de 2022. Sin duda, buen dato. A su vez, los datos de ocupación publicados en términos de la contabilidad nacional por las cuentas trimestrales del INE el pasado viernes confirmaban esta buena evolución, con una ligera aceleración en los puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo.
Resulta más complejo analizar los datos de desempleo. Como es habitual, en este trimestre siempre aumentan, pero en esta ocasión el aumento sí es mayor que el observado en los primeros trimestres de los últimos años; un dato que contrasta fuertemente con el de la ocupación. Sin embargo, como he adelantado, los datos de desempleo tienen una doble entrada que hay que analizar. Por un lado, debemos tener en cuenta que el desempleo aumenta porque se destruyen ocupaciones. Los datos de flujos publicados por la EPA nos dicen que en este primer trimestre pasaron a estar desempleados 610.000 ocupados que lo estaban en el anterior trimestre. Sin embargo, el flujo de salida desde desempleados a ocupados es mayor, con 667.000 desempleados que encontraron empleo en los tres primeros meses del año.
Si el desempleo no aumentó tanto por la destrucción de ocupaciones, ¿qué lo hizo aumentar? Lo que lo explica en buena parte es el elevado flujo hacia el desempleo desde la población no activa. De repente, muchos que estaban en situación de inactividad se pusieron a buscar empleo, explicando buena parte de esta subida del paro en el trimestre. Los datos nos dicen que protagonizaron estos flujos mujeres y personas extranjeras, con la intersección de estos dos grupos como la más frecuente.
Ante estos datos, la pregunta pertinente es por qué se ha observado un cambio tan significativo en el número de personas que, estando inactivas, han pasado a activas desempleadas. Varias respuestas son posibles, aunque ya se verá cuál es la correcta. Entre estas, podríamos señalar la necesidad de buscar empleo por la caída de los salarios y rentas reales en las familias como consecuencia del aumento de la inflación, respuestas confusas ante la nueva situación laboral de, en particular, los fijos discontinuos. También podría explicarse por aumentos en la entrada de inmigrantes, la “buena situación” económica con efecto desánimo en mínimos u otras que irán definiéndose con el tiempo.
Finalmente tenemos la inflación. El dato ha sido positivo, ya que el registro de abril, para el IPC general, mantiene a la tasa interanual en la senda “optimista”. El repunte se debe, en parte, al efecto base provocado por la eliminación de la subvención de 20 céntimos en enero y que ya estaba presente en abril del año pasado. Sin embargo, la mejor noticia es el recorte en la subyacente que estima el INE, y que en un solo mes rebaja el crecimiento interanual en nueve décimas. Buenas noticias.
En definitiva, la semana pasada acababa con datos que reflejan que el primer trimestre del año no ha sido tan negro como algunos pronosticamos en verano. Y esto es de agradecer. El choque positivo de oferta ha ayudado a mantener el crecimiento, incluso a acelerarlo, que repercuta en el empleo mientras la inflación evoluciona sobre una senda relativamente positiva. Sin embargo, como bien saben, hay riesgos que pueden aparecer y traer nubarrones a nuestro horizonte. Ya les he hablado muchas veces de estos y, en mi opinión, siguen ahí presentes.
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