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El alto precio del azúcar promete amargar el próximo verano

El cambio en la producción en India y Brasil, junto con los efectos de la guerra en Ucrania, son los principales responsables de estas alzas

Azucar Brasil
Un ingenio azucarero en el estado de San Pablo, en Brasil.Brazil Photos (LightRocket via Getty Images)
Leandro Hernández

El azúcar, presente desde el chocolate y las bebidas hasta los embutidos, es cada vez más caro y eleva los costes para la industria y los hogares. Solo en marzo, la referencia global incrementó su precio un 11,5%, la mayor alza mensual desde 2021, y duplica el precio que alcanzaba dos años atrás. Así, la cotización de este alimento rebasó los niveles récord desde 2016, lo que eleva las alarmas en Europa y España ante la posibilidad de un verano difícil en un contexto en que bancos centrales y administraciones buscan contener al máximo la presión inflacionaria.

A nivel europeo, los datos de la Comisión Europea revelan un aumento interanual en febrero del 78,5%, el más alto de todas las materias primas analizadas por Bruselas. Este aumento supera, de lejos, el resto de los productos que registran incrementos en la UE, como la carne de cerdo (+64,5%), el queso (+25.8%) y el maíz (+14,1%). La tonelada de azúcar blanco alcanzó en el segundo mes del año los 773 euros la tonelada, tras un aumento del 18% en solo 30 días.

El índice de precios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un conjunto de 55 productos agrícolas que tocó en marzo de 2022 su máximo histórico con el arranque de la invasión rusa de Ucrania, encadena desde entonces una caída continua. Mientras los precios de los aceites vegetales se relajan un 48% y los cereales un 19%, el azúcar es la gran excepción con un alza del 8% a nivel global.

“Los principales productores de azúcar tuvieron dos años de muy malas campañas”, comenta a CincoDías Beatriz Villafranca Serrano, economista de Caixabank Research. La economista destaca que Europa sufre, en su producción local, la reducción de las áreas de cultivo, una mayor sequía y una caída en la rentabilidad de la producción. Esto, sumado a los vaivenes de las principales potencias globales del sector, hace prever que los momentos de tensión y volatilidad seguirán siendo habituales en los próximos meses en el mercado de este alimento.

Al bolsillo del consumidor

Los movimientos a nivel global tienen su impacto directo en España, que importa la mayoría del azúcar que consume y lo que la sitúa en el puesto número 12 entre los mayores importadores a nivel mundial. Al mismo tiempo, la producción propia, a través de la remolacha azucarera, se reduce por la apuesta de los agricultores por plantaciones más rentables como el maíz.

Los consumidores españoles ya pueden ver cómo el alza de los precios internacionales afecta directamente su bolsillo. A nivel doméstico, el azúcar ha sido uno de los alimentos que ha registrado la mayor subida de la serie histórica, con un 52,6% interanual en febrero, de acuerdo a los datos del INE, muy por encima del alza de alimentos o del índice general.

Villafranca Serrano resalta que en España este alimento contribuye solo en un 0,04% en el IPC general, pero sí afecta directamente a otros elementos de la cesta de la compra. Este alza de precios en categorías relacionadas ya se puede ver en los productos de panadería (+28,4%) y confituras (+18,4%), que superan el IPC promedio de alimentos. Y en los próximos meses puede tener un impacto mayor, al ser un componente clave de helados y refrescos típicos de la temporada estival.

CIUS, la patronal europea de industrias de alimentos y bebidas azucaradas, ya hacía referencia en septiembre a una situación de crisis en el mercado del azúcar, en que se combinaba baja oferta y altos precios. De acuerdo a la asociación, que concentra a pesos pesados como Coca Cola, Ferrero y Mondelez, las fábricas europeas ven su futuro en peligro.

Sin embargo, como en la anterior crisis de precios del azúcar en 2010, el mayor impacto lo padecen los países más pobres, donde el precio de este producto ha sido históricamente bajo y una fuente barata y rápida de calorías.

Las causas detrás del fenómeno

Las razones para esta alza hay que buscarlas también a miles de kilómetros, donde tiene el origen la mayor parte de la producción que llega a Europa. La crisis energética generada en el continente a causa de la guerra en Ucrania genera unos efectos secundarios inesperados nuevamente.

El precio del azúcar se ha conectado a los precios de la energía, ya que los ingenios (las instalaciones donde se muele y procesa la caña de azúcar) brasileños, el origen de cerca del 28% de la producción global, han invertido en aumentar su flexibilidad para pasar de la producción de azúcar a la de biocombustibles y viceversa. El etanol, un alcohol obtenido a partir de biomasa que, añadido a la gasolina, puede utilizarse como carburante, aparece en el centro de la ecuación para el sector agro brasileño. La reanudación de los impuestos federales sobre los combustibles, suspendidos durante la pandemia, podría hacer que los productores den un vuelco en sus exportaciones ante una mayor demanda de alternativas “verdes”, que pagan menos tributos.

Según Stephen Geldart, jefe de análisis del grupo Czarnikow, los precios del azúcar a finales de 2023 se situarán sólo un 12% por encima del coste de producción, por debajo de los tipos de interés de referencia en Brasil, que llegan al 14%. Es decir, para los agricultores, es más rentable mantener su dinero depositado en el banco que en nuevas plantaciones de caña de azúcar.

La mayor duda de los analistas es lo que sucede en India, el segundo gigante de la industria y el mayor consumidor global. El gobierno ha intentado detener la tendencia inflacionista, ante un aumento de precios del 5,72% en 2022, con una restricción en las exportaciones de cereales, trigo y azúcar. Esto ha reducido las exportaciones del país asiático en al menos un 45% desde la última temporada. La medida no ha tenido el efecto deseado, sino más bien el contrario: el precio del endulzante subió un 6% solo en las dos primeras semanas de abril, según la agencia de noticias Reuters.

La combinación de la inflación doméstica y el efecto de la crisis energética se combina con una demanda constante, incluso en los países de renta alta, donde la población es más consciente del ‘lado b’ del consumo de dulces. Estimaciones de la OCDE señalan que el consumo mundial de azúcar crecerá en 2023 un 0,9% de forma anual, sobre todo gracias a un aumento en Asia y África.

Los riesgos de vincular energía y alimentos

La asignación de cultivos de azúca entre la producción de etanol y la de azúcar parece tener, a priori, consecuencias directas, especialmente en medio de una crisis energética como la que vive Europa. Sin embargo, Pablo Rabczuk, oficial de Comercio y Sistemas Agroalimentarios de FAO matiza en diálogo con CincoDías esta afirmación: "Cada ingenio azucarero es diferente, por lo que el nivel en el que uno en particular cambia de etanol a la producción de azúcar variará según el tamaño, la región, y el mercado, así como la estructura institucional bajo la cual opera. Por lo tanto, los riesgos son muy diversos".

En cuanto a los riesgos para el sistema global de alimentos, las consecuencias son igual de diversas y, en algunos casos, inesperadas. "La decisión de producir etanol a expensas de los cultivos de azúcar no implica necesariamente un impacto negativo en la seguridad alimentaria. Por ejemplo, una mayor producción de etanol puede ayudar a reducir el costo de la energía, lo que contribuye a reducir el costo de producción de alimentos", apunta Rabczuk.

 

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Sobre la firma

Leandro Hernández
Periodista económico. Interesado en entender más de criptoactivos, transformación digital y energía. Se incorporó a este periódico en 2022 después de haber trabajado en diferentes países de América Latina y en Estados Unidos. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella (Argentina), y el Máster de Periodismo UAM-El País.

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