Del ‘rug pull’ al ‘pump and dump’: el fraude de $Libra, un esquema común en el mundo cripto
En la historia de los activos digitales las estafas han sido recurrentes. Los mercados tradicionales también han sido víctima de ello, aunque en menor medida, gracias a la regulación

El escándalo que ha envuelto el presidente de Argentina, Javier Milei, y que ha sacudido el mercado cripto demuestra que este mundo sigue siendo, como lo definen muchos expertos, el Salvaje Oeste. La promoción del mandatario del token $Libra, que dejó a miles de inversores en números rojos, no es el primero ni será el último de este tipo. “Si vas al casino y perdés plata, ¿cuál es el reclamo?”, dijo en una entrevista este lunes en su despacho de la Casa Rosada, dando forma a lo que algunos analistas y muchos reticentes vienen diciendo desde hace tiempo: parte del mercado cripto se asemeja más al juego de azar que a la inversión. Ahora bien, esta nueva estafa es emblemática por involucrar a un presidente, lo que deja patente la siempre mayor injerencia política del espacio, por la generalización mainstream de los lanzamientos de memecoins, y por los peligros de la cada vez mayor popularidad de la operativa cripto.
Milei se considera una víctima de este esquema. La oposición, en cambio, lo ve como el principal responsable de este desastre. Ambos (unos más que otro) pueden tener su parte de razón. Todo empezó el pasado viernes, con un tweet del mandatario que promocionaba en X la inversión del token $Libra a sus 3,8 millones de seguidores. Detrás de este activo estaba el proyecto llamado Viva la Libertad de la empresa privada KIP Network. Sandra Adrián, CEO de Modo Cripto, explica que el presidente ha ejercido de “señuelo”, para dar confianza a los inversores: el objetivo era que creyeran en los fundamentos de la $Libra, en su valor y utilidad. Al contrario de las memecoins, que son activos digitales sin una base tecnológica que los sustente, que se disparan al calor de las redes sociales, siguiendo las tendencias de los usuarios y su sentimiento. Si más inversores entraban en el proyecto, más podía crecer su cotización.
Dicho y hecho: en pocos minutos la capitalización pasó de cero a 4.500 millones de dólares, y su precio de cero a 4,7 dólares. Una vez alcanzado este pico, las pocas billeteras que concentraban la mayoría de los tokens retiraron 90 millones de dólares y $Libra se derrumbó tan rápidamente como subió. “Las ballenas que formaban parte del proyecto o tenían información privilegiada, estaban preparadas para vender de golpe. Los insiders controlaron estos desplomes. Es un claro ejemplo de manipulación del mercado”, explica la experta.
El de $Libra es un caso que en la jerga llaman rug pull, en el que los propios desarrolladores del proyecto lo abandonan después de recaudar los fondos dejando al token sin valor. Otro esquema muy empleado es el pump and dump, donde el precio del activo se va inflando artificialmente a través de información engañosa o una promoción excesiva. Los responsables de inflar el precio venden en masa los activos provocando un desplome de su valor y dejando a los demás con pérdidas.
Este esquema se ha utilizado también en los mercado tradicionales. El caso más celebre ocurrió en EE UU e inspiró a Martin Scorsese para su película El Lobo de Wall Street. En los ‘90 el inversor Jordan Belfort se hizo famoso por convertirse en uno de los mayores estafadores de la bolsa estadounidenses: con su firma de corretaje Stratton Oakmont defraudó a miles de inversionista empleando el esquema pump and dump. Con ello, a través de tácticas agresivas de telemarketing, promocionaban penny stocks, acciones de empresas pequeñas y poco conocidas o de baja capitalización. Con esta estrategia inflaban artificialmente el valor de los títulos para luego venderlos a precios más altos, dejando a los inversores con amplias pérdidas.
La historia se repite: los rug pull, de hecho, han sido una constante en el mundo cripto. Algo parecido ocurrió también con $SQUID, un token inspirado en la serie de Netflix El juego del calamar. Creado en 2021, el activo, que cotizaba tan solo un centavo de dólar, llegó en pocas semanas a intercambiarse por 2.800 dólares, antes de perder repentinamente todo su valor. El esquema usado fue muy similar: los promotores atrajeron a los compradores, detuvieron la actividad de trading prohibiendo a los inversores revender sus tokens, y se escaparon con el dinero que recaudaron de las ventas.
A estos se suman también los esquemas Ponzi. Uno de los casos más resonados es BitConnect, una plataforma de inversión en EE UU que promovió de manera fraudulenta oferta de criptomonedas como una inversión altamente rentable. Sus promotores engañaron a los inversores con un supuesto programa de préstamos basado en una tecnología exclusiva, que prometía generar grandes beneficios y rendimientos garantizados aprovechando la volatilidad de los mercados de criptomonedas. No obstante, operaba como un clásico esquema Ponzi, donde los pagos a los inversores iniciales provenían del dinero de nuevos ahorradores. Los promotores confesaron que hasta el 15% de los fondos invertidos en BitConnect fueran desviados directamente a un fondo secreto utilizado en beneficio del dueño de la plataforma y su cúpula.
España también tiene sus ejemplo. El último por fecha, el de Madeira Investment Club, un chiringuito financiero que financió la campaña electoral de Alvise Pérez, eurodiputado de Se Acabó la Fiesta. La empresa, fundada por Álvaro Romillo, conocido como Luis o Cryptospain, tenía un mecanismo de captación muy claro: prometía rentabilidades estratosféricas de un 30% a un 50%. El dinero de los nuevos clientes servía para abonar los rendimientos prometidos a los anteriores y así sucesivamente, hasta que las empresas desaparecen. En este caso, además, se promocionaba en redes sociales y con el tirón de la figura de Alvise Pérez.
OneCoin es otro ejemplo de estafa piramidal. Esta criptomoneda, lanzada en 2014, llegó a captar inversiones por más de 4.000 millones de dólares. Con su fuerte personalidad y ostentando su carrera académica, la fundadora, Ruja Ignatova, se hizo famosa por sus apariciones públicas en las que aseguraba que pronto el mercado iba a barrer el bitcoin y que OneCoin convertiría en millonarios a sus inversores. Nada más lejano de la realidad. Quienes apostaron por ello se dieron cuenta de que la cripto no tenía ninguna utilidad: no se podía convertir en dinero real, ni contaba con una blockchain esencial para su funcionamiento.
Pero las criptomonedas memes no son el único instrumento utilizado para este tipo de esquemas. Ocurrió con las ICO (ofertas iniciales de monedas, un método para reunir recursos para proyectos relacionados con criptos) en 2017, con los NFT en 2021 y ahora con las memecoins. Javier Pastor, director de formación de Bit2Me explica que “las ICOs fueron una forma en la que cualquier empresa podía emitir un token basado en un cierto proyecto para que la gente invirtiera. Pero detrás de ese token no había un proyecto funcional y los promotores, una vez recaudado el dinero, desaparecían con los fondos”.
Las estafas han arrollado de lleno el mundo cripto en su breve historia, pero han salpicado también a los mercados tradicionales, aunque en menor medida. La regulación, en este sentido, ha sido clave. “Porque en el mundo cripto no había regulación, no había estándares o requerimientos tan estrictos para proteger al usuario”, explica Adrián. “En el mercado tradicional no ocurre tanto porque quienes suelen caer son los minoristas, que son los que no tienen tanta formación ni están tan preparados para invertir”, observa la experta. Y aquí surgen las dudas de analistas y profesionales del sector, que debaten si democratizar el mercado con la entrada de inversores inexpertos u optar por la regulación total. “¿Queremos libertad financiera o que alguien que lo regule para evitar problemas?”, se pregunta Adrián.