Barceló se desmarca de la competencia y suma 305 millones en compras de hoteles en 18 meses
La hotelera balear ha adquirido diez activos frente al ritmo más lento de Riu, condicionada por la deuda, o el rechazo de Meliá o Minor Hotels por la propiedad
Barceló sigue sacando músculo frente a la competencia. La hotelera de la familia balear liquidó su deuda en 2023 en plena reactivación explosiva del turismo y está aprovechando ese exceso de caja para cerrar compras en aquellos mercados señalados como estratégicos.
La última operación la comunicó a última hora de la tarde del miércoles con la entrada en Cabo Verde, con una inversión de 80 millones en la adquisición y reforma de cuatro activos. El pasado 15 de mayo inauguró un cinco estrellas en la isla de Santiago (Barceló Praia Cape Verde) y esta semana abre un cuatro estrellas en la isla de Boavista. La cadena hotelera tiene previsto incorporar a finales de año un segundo hotel de cinco estrellas en Boa Vista (Occidental Boa Vista Beach) e iniciar la construcción de un nuevo hotel en Sal solo para adultos con categoría 5 estrellas y 260 habitaciones. En ese mercado, Barceló parte con desventaja respecto a RIU, que es el mayor inversor extranjero en el archipiélago, con seis hoteles, 4.478 habitaciones y 2.839 trabajadores, lo que le convierte en el mayor empleador privado del país.
El estreno en Cabo Verde es la última parada de una hoja de ruta ambiciosa en la que ya acumula inversiones por 305 millones en 18 meses, con la adquisición de un hotel en Granada (40 millones), otro en la ciudad mexicana de Guadalajara (55 millones), dos en Marruecos (80 millones), dos en Madeira (50 millones) y cuatro en Cabo Verde (80 millones). Este año ya ha invertido 120 millones en compras y reformas y cuenta con un margen de hasta 400 millones. Diez activos a los que hay que sumar otros dos, situados en Roma y León, cuyo precio de venta no ha sido comunicado.
Barceló está aprovechando ese círculo virtuoso de menos deuda y más caja para ganar tamaño frente a la competencia, lastrada por el exceso de deuda como es el caso de Meliá, Minor Hotels Europe & Américas (la antigua NH) o de RIU y por el rechazo a los activos en propiedad. En el caso de las dos primeras, la política de crecimiento pasa exclusivamente por contratos de gestión y desligarse del alquiler, que les penaliza al computar como deuda. A 31 de marzo, la deuda de Meliá ascendía a 2.630 millones de euros, de los que 1.433 millones correspondían a arrendamientos operativos, mientras que en el caso de la antigua NH, el pasivo neto ascendía a 2.270 millones, de los que 1.984 millones eran atribuibles a alquileres. De hecho, Meliá cerró en abril una desinversión de 300 millones, a través de la venta del 38,2% del hotel Me London (Londres), Gran Meliá Palacio de Isora (Tenerife) y Meliá Cala Galdana (Menorca), al Banco Santander.
El caso de RIU es diferente. La compañía llegó a la pandemia casi sin deuda y esa posición saneada solo se vio alterada por el rescate que brindó a su socio alemán TUI, al comprarle el 50% de la sociedad hotelera que compartían, compuesta por 19 activos en propiedad y dos terrenos en Senegal y México, por 670 millones de euros. Para afrontar la citada operación obtuvo un crédito de Caixabank por 825 millones de euros, cuya devolución está tratando de acelerar aprovechando el buen momento del turismo.
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