Repsol redujo en un 20% los pagos a los países en los que extrae crudo y gas, hasta 1.300 millones
América Latina concentró el año pasado casi la mitad de las regalías, pero Noruega es la nación que más dinero recibe de la petrolera española
La mayor petrolera española, Repsol, abonó el año pasado algo más de 1.336 millones de euros en concepto de impuestos y derechos de la producción a los países de los que extrae crudo y gas. La cifra es cuantiosa, pero un 20% inferior a la de 2022, cuando pagó 1.603 millones. El grueso de lo transferido en 2023 (929 millones) se corresponde con impuestos, mientras que casi 397 millones fueron derechos sobre la producción (todos ellos en Bolivia) y algo más de nueve millones correspondieron a “licencias, alquileres, derechos de acceso y otras prestaciones”.
Por geografías, América Latina fue un año más el principal destino de estos fondos: 644 millones, casi la mitad del total, fueron a parar a la región, con Bolivia (418 millones) y Perú (210) como países más destacados, seguidos a mucha distancia por México (10), Colombia (poco más de tres) y Brasil (poco más de dos). Por naciones, sin embargo, Noruega —el segundo mayor productor de petróleo y gas del Viejo Continente, solo por detrás de Rusia— fue el país que más dinero recibió de la compañía que preside Antonio Brufau: 424 millones, casi la tercera parte del total, según las cifras remitidos a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
Fuera de Latinoamérica y de Europa, otros tres países recibieron dinero de Repsol a cambio de permitir la extracción de hidrocarburos: Estados Unidos (130 millones de euros), Canadá (algo más de seis, aunque serán los últimos: en septiembre pasado anunció la venta de todos sus activos de exploración y producción para centrarse en su vecino del sur) e Indonesia (la mayor potencia petrolera del sudeste asiático, a la que abonó 132 millones).
Ocho países menos en cuatro años
Estas cifras dibujan un cambio de patrón en los últimos años: los nueve países que recibieron regalías de Repsol en 2022 y 2023 son cinco menos que en 2021 y seis menos que en 2020, el año del confinamiento. Un año antes de la pandemia, en 2019, eran aún más: 17, con un volumen total de pagos por encima de los 2.000 millones de euros. Este paulatino achicamiento responde a la estrategia de la petrolera de concentrar sus operaciones en menos países, a ser posible del entorno de la Organización de Países para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Es decir, economías avanzadas, con Gobiernos más predecibles y en las que —por tanto— el riesgo regulatorio es mucho menor.
Wall Street en el horizonte
En los últimos años, el negocio de exploración y producción ha perdido peso en la cuenta de resultados de Repsol. Si en 2019, justo antes de la pandemia, aportaba casi la mitad de su resultado neto, el año pasado rondó el 35%. En septiembre de 2022 —con el precio del crudo empezando a relajarse tras superar los 120 dólares por barril de brent en los primeros meses de la invasión rusa de Ucrania—, la petrolera vendió la cuarta parte de su filial de upstream al fondo estadounidense de energía e infraestructuras EIG a cambio de 4.850 millones de euros, al tipo de cambio de entonces.
En aquel momento, la petrolera ya aireaba la posibilidad de que esa división empezase a cotizar en Wall Street a medio plazo: a principios de 2026. Una opción en la que el consejero delegado de la petrolera, Josu Jon Imaz, se detuvo este jueves, tras sorprender al mercado con unos resultados mejores de lo previsto y ver disparada su cotización. “No es un negocio querido en Europa y, si lo que queremos es sacar valor para nuestros accionistas, los múltiplos de valoración de las empresas [del sector] son mucho más altos en Estados Unidos”, dejó caer. “Pero tan importante es el final como el camino: mientras, seguimos mejorando nuestra cartera de exploración y producción, el tipo de países en el que estamos y el margen de contribución de cada uno... Haciendo nuestro portafolio, en definitiva, más entendible para un inversor anglosajón”.
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