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Repsol reduce su deuda en más de 4.000 millones en los tres años de crisis energética

La petrolera apuesta por una tregua con el Gobierno tras meses de confrontación: “Creo que tienen una clara determinación de modificarlo”, dice Imaz sobre el impuesto

Hoja de ruta Repsol Gráfico
Belén Trincado Aznar
Ignacio Fariza

En noviembre de 2020, cuando Repsol presentó su, hasta ayer, último plan estratégico, España contaba con ansia los días para recibir las primeras dosis de la vacuna y poner así punto final a los días más oscuros de la pandemia. El futuro de su cuenta de resultados pintaba mal: aquel ejercicio acabaría con pérdidas de casi 3.300 millones de euros, encadenando dos años consecutivos de números rojos. La deuda rozaba los 6.800 millones. Nadie atisbaba por aquel entonces, ni remotamente, la concatenación de factores que desataría la mayor crisis energética de la historia de Europa, que desimantaría la brújula de los mercados petroleros y gasistas, y que cambiaría por completo el rumbo de las empresas energéticas.

El giro de guion empezó a cristalizar pocas semanas después de aquella presentación. El precio del crudo y, sobre todo, del gas natural, empezaría a subir con fuerza. Una nueva tendencia que se confirmaría y prolongaría en los meses posteriores: Repsol cerró 2021, el año antes de la invasión rusa de Ucrania, con un beneficio neto de 2.500 millones de euros y la deuda por debajo de los 5.800. Aún quedaba más. En 2022, con los mercados ya completamente patas arriba por la guerra, las ganancias de la mayor petrolera española se dispararían hasta su máximo histórico sin extraordinarios —4.251 millones, un 70% más—, con su endeudamiento neto cayendo a menos de 2.300 millones, mínimos hasta donde alcanzaba la memoria.

Lejos de culminar, esa historia de éxito continuó en 2023. Pese a la bajada en el precio del petróleo y, sobre todo, del gas, las ganancias de Repsol se han demostrado resistentes: la empresa que dirige Josu Jon Imaz se anotó un beneficio de 3.168 millones de euros, según los datos publicados este jueves. “Un año extraordinario”, en palabras de su consejero delegado. Uno más, en realidad, también en el plano de la deuda, que cerró por debajo de los 2.100 millones de euros, la cuarta parte que a finales de 2019 y casi 4.700 millones menos que a cierre del aciago 2020 del Gran Confinamiento.

Por aquel entonces, la dirección de la petrolera se conformaba, en su flamante plan estratégico, con “mantener la deuda neta” entre 2021 y 2025. Un año antes de que concluya ese periodo, la reducción ronda ya los 4.700 millones, gracias, en gran medida, a la fuerte generación de flujos de caja por la buena marcha de sus dos principales negocios: refino —con márgenes históricamente altos—, y exploración y producción.

Tal es el grado de control de la deuda, que la empresa no solo no se ha fijado un objetivo de reducción en su nueva hoja de ruta, de aquí a 2027: sus grandes anuncios han sido sobre la retribución al accionista y las inversiones. “En esta casa, por debajo de un 20% de apalancamiento convivimos muy bien”, ha respondido Imaz a preguntas de este diario. A cierre del año pasado esa variable no llegaba ni al 7%.

El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, este jueves en Madrid.
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, este jueves en Madrid.Andrea Comas

Cambio de tono con el Ejecutivo

La nueva senda de dividendo y de recompra de acciones, mucho más ambiciosa, ha recibido el aplauso de los inversores en la sesión de este jueves, en la que Repsol ha cerrado con su mayor subida en Bolsa desde noviembre de 2022: un 5,45%. Pero tanto la conferencia con analistas como la posterior rueda de prensa de presentación del plan estratégico han girado, en gran medida, en torno a la nueva fase en la que parece entrar la petrolera en su relación con el Gobierno de Pedro Sánchez.

Tras meses de enfrentamiento —en particular entre el tándem Josu Jon Imaz-Antonio Brufau, presidente no ejecutivo, y la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera—, el consejero delegado de Repsol ha dejado entrever una mayor cordialidad desde el compromiso del Ejecutivo a modular el impuesto extraordinario sobre las energéticas. “A finales de noviembre, la Comisión Europea dijo que los gravámenes extraordinarios no tenían sentido y perjudicaba las inversiones. El presidente del Gobierno ha dicho algo similar. Creo que tienen una clara determinación de modificarlo”, ha deslizado el consejero delegado en la rueda de prensa. “Tenemos una batería de proyectos preparados y esperamos que haya condiciones para llevar adelante nuestra inversión industrial en España”.

“Soy optimista. Las cosas han cambiado algo y tengo una visión más positiva que hace unas semanas. Si tenemos la confirmación de ese giro y un marco predecible, estamos listos para invertir”, había dicho poco antes Imaz, en inglés, y en conversación con los analistas que siguen el día a día de Repsol. Un giro en la relación con las autoridades españolas tan incipiente como evidente: “Tenemos un diálogo abierto con todos los Gobiernos, con el de España con el que más. Espero que las reflexiones de la Comisión Europea y del presidente [Pedro Sánchez] no caigan en saco roto”.

Más inversión orgánica

Más allá del aumento del dividendo y de las recompras de acciones, la nueva hoja de ruta de Repsol pasa por redoblar sus inversiones. En especial, en energías renovables, donde aspira a llegar a los seis gigavatios (GW) de potencia instalada a finales del año que viene, el doble que hoy. Todo, sin grandes adquisiciones. “Siempre hemos huido de ellas: la forma de crear valor no es comprar parques en operación, sino desarrollarlos”, ha dicho el primer ejecutivo de la petrolera, que aspira a que el 15% de los flujos de caja procedan ya de lo que llama “negocios bajos en carbono”.

Repsol trabaja sobre la base de una bajada del precio del crudo desde los 83 dólares actuales al entorno de los 70, con un suelo de 55. Un incentivo más para pensar en la fotovoltaica, la eólica y los bombeos de agua para apuntalar su futuro. “Tenemos la credibilidad y la solidez de los activos para aprovechar las oportunidades de la transición energética”, ha esbozado el primer ejecutivo de Repsol. Con todo, la demanda petrolera “seguirá creciendo” a corto plazo, con una “probabilidad baja de que la economía esté electrificada en 15 años”. “Nunca he dicho que haya que ralentizar la transición energética”, ha zanjado Imaz. “Lo que digo es que hay que ser más inteligentes”.

Cuatro millones para Imaz y dos para Brufau

El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, se embolsó el año pasado 3,93 millones de euros, casi un 5% menos que en 2022, según la información remitida al regulador. De esta cantidad, 1,2 millones se corresponden a su retribución fija; 354.000 euros tienen que ver con su pertenencia al consejo y a las comisiones del mismo; 1,005 millones son retribución variable a corto plazo; 1,009 millones, euros a la variable a largo; y 312.000 euros, por otros conceptos. Además, la petrolera aportó 247.000 euros en su plan de pensiones. Por su parte, Antonio Brufau percibió 2,093 millones de euros en 2023. Pese a la bajada respecto a un año antes, del 25,5%, sigue siendo el presidente no ejecutivo mejor pagado del Ibex 35.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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