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La política y la economía peinan canas

Longevidad y liderazgo: una combinación ganadora

Hace unas semanas conocimos que Rupert Murdoch, el magnate de la comunicación, se jubilaba parcialmente a los 92 años. Se retira de News Corp y de Fox y cede el testigo a su hijo Lachlan Murdoch, aunque, como él mismo dijo en un comunicado a los empleados del grupo, no se va del todo y participará cada día en el “concurso de ideas”.

La sucesión en el imperio mediático de Murdoch llevaba años siendo uno de los grandes enigmas del sector y del mundo empresarial estadounidense y, aunque finalmente no ha compartido el guion de la serie que, según dicen, inspiró, podemos decir que el protagonista real goza de mejor salud, teniendo más años que su alter ego: alerta de spoiler, Logan Roy fallece en “Succession” a los 84 años.

¿Sorprende que Murdoch siguiera en activo a los 92 años? El incremento de la esperanza de vida está haciendo que muchos de los grandes empresarios y líderes políticos peinen canas. Y Murdoch es solo un ejemplo. Si nos vamos al mundo de la política, la Casa Blanca está siendo el lugar de muchos de ellos. En 2016, Donald Trump se convertía con 70 años en el presidente electo más longevo de la historia y superaba a Ronald Reagan, que llegó a la presidencia de los Estados Unidos con 69 años. Años después, el actual presidente, Joe Biden, superaba ese récord al convertirse en presidente con 78 años.

¿Se volverá a superar ese récord tras las próximas elecciones en Estados Unidos? Al margen de lo que pueda pasar con la presidencia, en otros ámbitos del gobierno y en otros organismos también vemos cómo la longevidad es un activo al alza. La que fuera presidenta de la Cámara de Representantes hasta hace unos meses y que busca la reeleción, Nancy Pelosi, tiene 83 años. La actual secretaria del Tesoro y anterior presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen, tiene 76 años. Su sucesor en el banco central estadounidense, Jerome Powell, tiene 70 años. Y uno de los grandes inversores de todos los tiempos, Warren Buffett, sigue en activo y al frente de Berskshire Hathaway con 93 años.

Al otro lado del Atlántico, también tenemos líderes “mayores”. La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, tiene 67 años, mientras que su antecesor en el cargo y exprimer ministro italiano, Mario Draghi, tiene 74 años. Y no podemos olvidarnos de que la reina Isabel II fallecía en septiembre del año pasado a los 96 años.

En nuestro país, aunque los líderes de los principales partidos políticos rondan los 50-60 años, sí tenemos otros dirigentes de más de 75 años. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, tiene 80 años. Una edad que comparte con el expresidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, y que se acerca a la de la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.

En el plano empresarial, las canas también están de moda y las vemos en diferentes sectores. Juan Roig, presidente de Mercadona, tiene 73 años; Antonio Brufau, presidente de Repsol, 75; Florentino Pérez, presidente de ACS, 76; y Amancio Ortega, ya alejado de Inditex, 86 años.

Al margen de los retos que la longevidad trae de cara a organizar la sucesión y el relevo generacional en las empresas, es un hecho que las personas de más edad son un activo al alza, no solo para las empresas y los gobiernos, sino para la sociedad en general, y que el concepto de lo que es ser una persona mayor o sénior se aleja ya del estereotipo de hace unos años y sigue en constante evolución.

¿Dónde está el límite? A la hora de definir la edad y qué entendemos por envejecimiento, se diferencia entra edad cronológica -que es la de nuestro nacimiento- y edad biológica -que se calcula en función de más variables para medir el estado de nuestro organismo-, pero lo cierto es que hay un factor fundamental que tiene que ver con cómo nos sentimos y lo activos que llegamos a esa edad, además de la salud que tengamos.

El incremento de la esperanza de vida -en España Se ha duplicado en el último siglo- y el hecho de que cada vez vivamos mejor están redefiniendo las reglas relacionadas con el trabajo y la edad. Y aunque hay ciertas profesiones que, por su propia naturaleza, no son compatibles con trabajadores de más de 65 años, hay otras que abren un nuevo abanico de posibilidades donde los límites los fija la propia persona. ¿Por qué no puedo seguir trabajando si me siento bien y tengo ganas y ánimo para hacerlo?

La longevidad nos trae el reto de mirar hacia la jubilación de otra forma y de plantearnos carreras profesionales más largasy nuevas formas de seguir en activo. Las personas cambian y las formas de envejecer, también. La experiencia que dan los años y la riqueza de lo que aportan las personas que los van cumpliendo son valores al alza que ya están cambiando el presente.

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