El compromiso Net Zero, el mayor legado para el futuro
Gobiernos, empresas y sociedad debemos apostar definitivamente por la descarbonización, la electrificación y la eficiencia energética
El cambio climático es desde hace tiempo una amenaza y, como estamos experimentando en los últimos años, afecta ya seriamente a nuestro planeta. La causa principal son las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) a la atmósfera.
Ello se traduce en el aumento de las temperaturas, lo que no solamente nos afecta ahora, sino que, sobre todo, tendrá consecuencias irreversibles para las futuras generaciones.
Según el último informe del Clima Global, de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), entre 2018 y 2022 el calor de los océanos aumentó más que en ningún otro periodo de la historia. Y no hay que olvidar que alrededor del 90% del calor acumulado en el sistema terrestre se almacena en los océanos.
El Instituto de Ciencias del Clima y la Atmósfera de Suiza también ha demostrado que el 75% de los eventos de temperaturas extremas de calor y el 18% de las grandes tormentas podrían ser atribuidas al cambio climático.
Por eso, la lucha contra el calentamiento global es uno de nuestros grandes retos y la solución pasa por alcanzar el Net Zero (cero neto) en 2050. Es decir, emitir lo más cerca posible de emisiones nulas y que las residuales sean reabsorbidas de manera natural por la atmósfera. Es una carrera contrarreloj que hay que ganar sí o sí.
¿Es posible? Ciertamente lo es, a pesar de las numerosas dudas que han planteado los que apoyan el concepto TL2: too little, too late (demasiado poco, demasiado tarde), convencidos de que ya no hay vuelta atrás porque el daño ya está hecho y se han tomado pocas medidas para evitarlo. No cabe caer en el catastrofismo.
La transición energética es la herramienta para llegar al Net Zero, pero hay que tener en cuenta que es un proceso largo y complejo que requiere investigación, avances tecnológicos e inversiones. Requiere un gran compromiso y una firme voluntad de evolucionar constantemente para poner rumbo a un mundo ambientalmente neutro en emisiones.
La velocidad con la que se producen los desarrollos tecnológicos exige mantener una visión global. Para las compañías que trabajamos activamente en el sector de la energía, esta visión de 360º pensando en las futuras generaciones (NextGen) es irrenunciable. Debemos analizar nuestra actividad para reducir la huella en el medioambiente y contribuir con nuestras propuestas a que los demás reduzcan la suya.
La descarbonización, la electrificación y la eficiencia energética/digitalización son los tres ejes de la transición energética sobre los que se debe cimentar nuestro compromiso con la misma.
Las fuentes renovables son determinantes para conseguir energía 100% limpia y eliminar las emisiones de CO2.
La electrificación es clave para cumplir el objetivo de conseguir la descarbonización mediante la sustitución de las tecnologías que utilizan combustibles fósiles por las que usan electricidad proveniente de fuentes renovables.
La eficiencia energética o ahorro energético tiene como objetivo reducir la cantidad de energía requerida para proporcionar productos y servicios. La digitalización, por su parte, viene a resolver las problemáticas que surgen en la seguridad del suministro. Además, permite desarrollar redes inteligentes y más eficientes.
El crecimiento de las energías renovables en el balance energético global disminuye nuestra dependencia de los combustibles fósiles, diversificando las fuentes de suministro y mejorando la competitividad de empresas y economías domésticas al reducir sus costes energéticos.
La generación de energía fotovoltaica se ha convertido en una de las tecnologías más eficientes en el camino hacia la descarbonización y es un elemento esencial para conseguir un sistema sostenible, que garantice el desarrollo presente sin poner en riesgo el futuro.
También la eólica, disponible prácticamente en cualquier latitud del planeta, ha sido una de las tecnologías de más rápido crecimiento durante los últimos años. La capacidad global instalada de generación eólica en tierra y en alta mar se ha multiplicado por casi 75 en las últimas dos décadas.
Las centrales hidroeléctricas modernas están ayudando, igualmente, a acelerar la transición a la energía limpia, proporcionando servicios esenciales y auxiliares como el almacenamiento y la flexibilidad de generación.
Tras el hito del histórico Acuerdo de París de 2015, en el que se pactó limitar el calentamiento global del planeta a 2º – preferiblemente a 1,5º– respecto a niveles preindustriales, y la firme decisión de la Unión Europea y Estados Unidos de hacerlo posible, prácticamente todo el mundo ha tomado conciencia de la necesidad de un gran pacto por la preservación de equilibrios fundamentales en el planeta Tierra.
De hecho, en la última cumbre climática celebrada en Glasgow en 2021 se estableció dicho límite a 1,5º. Y es que, como señala el profesor Tamames en su libro Apocalipsis del clima, “no hay un plan B salvo el proyecto decidido de entrar en la era de una sociedad baja en carbono”.
No hay otra salida. En una ponencia que tuve el honor de pronunciar en la COP27, celebrada en Sharm el Sheij (Egipto), volví a reivindicar la imperiosa necesidad de conseguir un mundo ambientalmente neutro en emisiones. Es una urgencia que nos tiene que llevar a Gobiernos, empresas y sociedad no solamente a apostar definitivamente por la descarbonización, la electrificación y la eficiencia energética/digitalización, sino a actuar, actuar y actuar.
Por todo ello, para conseguir un planeta mejor y sostenible, nuestro objetivo, el de todos, debe ser actuar lo más urgentemente posible para alcanzar el Net Zero, el mayor legado que podemos ofrecer a las futuras generaciones.
Gonzalo Errejón es CEO de Amara NZero