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Cumbre del Clima
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El calentamiento hipoteca el futuro de los más jóvenes

El 82% de la población de entre 16 y 30 años ha sufrido ansiedad Los activistas se han manifestado desde Londres hasta Madrid

Manifestación el 12 de noviembre pasado en el centro de Madrid.
Manifestación el 12 de noviembre pasado en el centro de Madrid. Alianza por el clima

El 82% de los jóvenes españoles ha sufrido ecoansiedad alguna vez a lo largo de su vida, de acuerdo con una macroencuesta elaborada por las plataformas de participación PlayGround y Osoigo Next. Un sondeo en el que han participado más de 9.000 jóvenes de entre 16 y 30 años, y que arroja luz sobre la pesada carga que el cambio climático supone para su salud mental. Son las consecuencias psicológicas generadas por un futuro incierto, en el que los expertos auguran más olas de calor, sequías, incendios, hambrunas y, en consecuencia, más desplazamientos y muertes.

“Hace poco hice una sesión de terapia con una experta en ecoansiedad y cambió totalmente mi perspectiva. Me explicó que lo que nos da ansiedad a los jóvenes no es tanto el cambio climático en sí sino el hecho de que nosotros queremos luchar por ello, pero vemos que al resto le da igual. Creo que, en gran parte por eso, hay tanto movimiento juvenil, porque es como un sitio de terapia, donde ves que a la gente le importa tanto como a ti lo que está pasando y no te sientes tan solo”, explica María Serra, embajadora española del Pacto Europeo por el Clima.

En el marco de la cumbre del clima (COP27), que finaliza hoy, se han sucedido diversas acciones de protesta en todo el mundo. En Madrid, el pasado día 12 de este mes se llevó a cabo una gran manifestación, en la que Alianza por el Clima reunió a decenas de organizaciones, entre las que sumaban numerosas caras jóvenes. El emplazamiento elegido para celebrar la cumbre, Sharm el-Sheij, ha suscitado críticas, ya que las protestas no han podido secundarse en la ciudad debido a las prohibiciones del Gobierno egipcio.

Los museos se han convertido en escenarios para las protestas

“Se ha elegido una ciudad muy aislada, muy desmovilizada. ¿Por qué no queréis que haya reivindicaciones políticas donde se está celebrando? Queremos hacer ver que es una cumbre más de la cual no se va a sacar nada. Ni siquiera los mínimos que se establecieron hace más de diez cumbres se van a cumplir”, lamenta Martina Di Paula, activista de Fridays for Future.

Javier Andaluz, responsable de clima y energía de Ecologistas en Acción, defiende que la lucha no solo pertenece a los jóvenes: “Cada vez más estratos de la sociedad están adoptando cambios. La ecoansiedad debe convertirse en acción en las calles”.

Nuevas formas de gritar

Desde Londres hasta Madrid, pasando por Roma, no dejan de sucederse los casos de jóvenes activistas que arrojan comida o se pegan a los lienzos de consagrados pintores para llamar la atención y que sus mensajes acerca de la emergencia climática recorran todo el mundo.

Víctor Renobell, doctor en Sociología y coordinador del Grado de Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), explica que los actos vandálicos solo desvirtúan el mensaje: “Se habla más del tomate que han lanzado que de la reivindicación de mejorar el planeta. Obtienen la adhesión de un público juvenil, pero el rechazo de la sociedad adulta, tanto de la conservadora, a la que le cuesta cambiar los valores, como de la progresista, que no comparte esta forma de reivindicar”.

Los actos vandálicos desvirtúan el mensaje y crean rechazo en los adultos

En la misma línea, Sirga de la Pisa, profesora de Historia del Arte de la Universidad CEU San Pablo, rechaza atentar contra el patrimonio cultural como forma de protesta: “Deberían tener unas multas mucho más fuertes, porque no puede quedar impune que obtengan fama y notoriedad a costa del patrimonio de toda la sociedad”.

Martina Di Paula culpa a la cobertura que los medios de comunicación realizan de los hechos más polémicos: “Vivimos en una sociedad del espectáculo. Es una pena que haya que hacer este tipo de acciones para que salga en los medios. El mismo día que estas activistas se pegaron a Las majas de Goya, cientos en Ámsterdam estaban bloqueando jets privados”.

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Por su parte, Serra, del Pacto Europeo por el Clima, iniciativa de participación de la ciudadanía de la Comisión Europea, rechaza reprobar estos actos vandálicos: “Las sufragistas quemaban iglesias y ahora gracias a ellas puedo votar. Al final, lo violento no son las acciones. Lo violento es el Estado y el cambio climático. En el momento en el que está muriendo gente y tú ves que nadie hace nada, una de las reacciones más naturales es gritar más”, defiende.

Tanto Serra como Di Paula coinciden en que realizar cambios en los hábitos de vida, como una dieta con menos productos cárnicos o hacer uso habitual del transporte público, es importante para generar una “cultura de cambio”. Sin embargo, de nada sirven las acciones individuales si no las acompañan cambios gubernamentales que incidan en el modelo económico y productivo que sostiene la sociedad actual, añaden.

El enfado alcanza al arte

National Gallery. El museo londinense fue escenario de la primera protesta de este tipo. Dos activistas lanzaron sopa de tomate a Los girasoles de Van Gogh el 14 de octubre pasado.

Museo Barberini. Un grupo arrojó el pasado 24 de octubre puré de patata al cuadro de Les meules de Monet, situado en Potsdam (Alemania).

Museo del Prado. El 5 de noviembre dos activistas pegaron sus manos a los marcos de La maja desnuda y La maja vestida de Goya y escribieron “+1,5°” en la pared para alertar sobre la subida de la temperatura mundial.

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