Alemania empobrece, y reclama sangre, sudor y lágrimas
Paquetes de ayudas sí, dicen los laboratorios de ideas, pero orientados a los que menos tienen y a incentivar el ahorro energético
Mientras Alemania empobrece, los institutos de investigación y la prensa económica piden al Gobierno que se exprese claramente y reclame sangre, sudor y lágrimas, como hizo Winston Churchill en su enérgico y sombrío discurso de 1940: “Blood, sweat, tears..., por qué Scholz debería hablar como el primer ministro del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial”, reclama el diario económico Handelsblatt. Y el legendario Der Spiegel subraya que no hay alternativa ante el endurecimiento de la política monetaria del BCE, que reducirá su hoja de balance y subirá más la tasa de interés de referencia, asumiendo el riesgo de enfriar todavía más la economía en un invierno que los alemanes pasarán frío. La norma de los 19 grados que obliga a los edificios públicos a no pasarse de esa temperatura si se trabaja sentado (18 grados si la mayoría se mueve de pie) empuja a las entidades a recomendar a sus empleados que se lleven mantas al trabajo. Alemania pide modestia y austeridad para evitar que la crisis energética no se convierta en una crisis de deuda.
Aprender de Churchill para aunar fuerzas, esa es la idea. Cuanto más difícil se pone la vida cotidiana y más suben los precios energéticos, mayor es el riesgo de que el consenso social y el apoyo de la UE a Ucrania se rompan. Der Spiegel en portada: “Explosión de precios, quiebra de empresas, miedo a la caída social. A Alemania le esperan años duros”. El semanario apela al canciller, Olaf Scholz, y al presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, para que actúen como Churchill y expliquen que parar a Putin tendrá un precio. La comentarista Susanne Beyer critica que con el lema del Gobierno de Scholz, you’ll never walk alone (nunca caminarás solo, el himno del Liverpool), se puede motivar a un club de fútbol, pero no a un país. “Con su discurso a la nación, Churchill consiguió defender la democracia liberal contra Hitler. Las palabras funcionan. El Gobierno alemán tiene que exponer el precio.“
Durante la pandemia, la economía alemana cayó, pero en 2021 se volvió a levantar y recuperó lo perdido. Con la guerra ha llegado otra crisis, pero los institutos económicos pronostican que tras la actual caída, que supondrá una recesión de hasta el 1,5% en 2023, la economía crecerá el 2,3% en 2024. Es decir, no habrá un descalabro como el provocado por la pandemia, con una recesión del 4%, o por la crisis financiera del 2008, del 6%.
El dilema ahora es cómo se pasará este invierno y el próximo 2023. La elevada inflación, de hasta un 11% a principios del próximo año, está reduciendo el poder adquisitivo y el consumo. Las empresas sufren además por la caída global y por los problemas de suministro. Pero los paquetes de rescate no pueden compensar todas estas pérdidas. Según el instituto de investigación IfW, los alemanes pagarán 123.000 millones adicionales en 2022, y 136.000 millones en 2023, por sus importaciones de energía. Y si faltara energía este invierno, se producirá todavía menos y la economía sufrirá todavía más.
La UE ha decidido que no habrá colosales paquetes de rescate como en la pandemia. No porque subestime las consecuencias de la crisis energética para los consumidores y para las empresas, sino porque las ayudas estatales deberán destinarse a lo imprescindible para no empujar todavía más la inflación. La cuestión es si los 27 ministros de Finanzas de la UE aguantarán. La presión política es enorme y Alemania teme que el populismo se desboque. Los Gobiernos pueden amortiguar el impacto de la crisis bajando impuestos o poniendo un tope a los precios de la energía, pero no deberían dificultar la lucha del BCE contra la inflación. Si se dispara la demanda, hay riesgo de un incremento de los precios, sobre todo cuando la oferta está limitada por los problemas de suministro y de producción. Paquetes de ayudas, sí, dicen los laboratorios de ideas alemanes, pero orientados a los que menos tienen y a incentivar el ahorro energético.
También el BCE pide sangre, sudor y lágrimas. Su consejera Isabel Schnabel anuncia que la entidad bancaria deberá subir los tipos de interés para garantizar la vuelta de la inflación al 2%. En este momento asciende al 9,1%, y no se descarta que suba más. De hecho, según un estudio presentado por Schnabel, “un porcentaje históricamente elevado de las empresas de la eurozona cuenta con aumentos de precios los próximos meses”.
El BCE arriesga su credibilidad, como ha reconocido el vicepresidente, Luis de Guindos. Si la población y las empresas pierden la confianza, se complica todavía más la situación. El BCE calcula que la inflación se mantendrá en torno al 5,5% en 2023. Su pronóstico para 2025 supera el 2%, por lo que la entidad reaccionará con una política monetaria restrictiva. A partir del primer trimestre de 2023, el consejo reducirá su hoja de balance. Es la apuesta por el contractivo quantitative tightening, el instrumento monetario para reducir la cantidad de liquidez y revertir los programas de estímulo cuantitativo.
Lagarde pensó que la inflación se resolvería por sí sola en cuanto se solucionaran los problemas de suministro y de producción por la pandemia. La economía alemana le reprocha que, aunque no supiera lo que se avecinaba (la guerra), se entrara en la crisis actual con un nivel tan elevado de inflación. No obstante, la eurozona no es EE UU, donde la Fed ha subido los tipos hasta el 2,25%. Mientras allí la inflación se debe en parte a la fuerte demanda, Europa sufre por una crisis económica de oferta, originada sobre todo por la escasez de petróleo y gas. El BCE no puede suministrar energía, ni tampoco comprar las máquinas y los coches que no vende a Rusia. Encarece así el crédito a costa del riesgo de frenar la economía. El think tank IfW habla de una bola de nieve que amenaza Alemania. Las empresas empiezan a reducir su producción por los precios o por la falta de componentes. Primeras quiebras. Ya se ha desatado el círculo vicioso por el que las empresas piden mayores precios por sus productos ante las perspectivas de inflación y, los trabajadores, mejor retribución.
La pérdida de bienestar va para largo. Los paquetes de rescate son insuficientes y los costes deberían pagarlos los ricos, dice entre el 51% y el 60% de la población (encuesta Civey en septiembre para Der Spiegel). La guerra nos empobrece, también al Estado, destaca Monika Schnitzer, del consejo económico de sabios que asesora al Gobierno alemán. Es el momento de hablar claro. Este tipo de discursos son necesarios para unir a las sociedades en momentos límites, apunta Handelsblatt. “No puedo ofrecer nada que no sea sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, declaró en 1940 Churchill expresando sus objetivos y sus dudas abiertamente con el fin de obtener el respaldo del pueblo británico. Der Spiegel opina que Europa precisa una nueva estrategia para salir de la recesión actual y que Alemania debe ayudar. “Siguiendo el lema de Churchill: no desperdicies nunca una buena crisis.”
Lidia Conde es analista de política y economía alemana