El deporte como estrategia de camuflaje
La decisión de la FIFA de celebrar el Mundial de Fútbol en Qatar ha sido muy polémica, pero también muy beneficiosa económicamente. El país árabe desembolsará cerca de 200.000 millones de euros por albergar la competición
Dicen que el deporte levanta pasiones… y también logra contribuir a la marca país. Solo hay que preguntar a cualquier persona de la calle de qué nacionalidad es Mbappé, Cristiano Ronaldo, Messi o Carlos Vela, rápidamente contestarán de Francia, Portugal, Argentina o México. Igualmente, tampoco fallarán al decir que Rafa Nadal y Carlos Alcaraz son de España, porque no solo el futbol derriba fronteras; aunque se trata del deporte rey, cada vez más otras disciplinas se hacen un hueco a nivel internacional.
“El deporte sirve como un escaparate de excepción: promociona valores que se tratan de proyectar en la imagen del Estado organizador. Es la diplomacia como poder de atracción”, afirma Alejandro Peral, director de tendencias de la firma de relaciones públicas Harmon. El experto asegura que con el deporte es posible rebasar los límites tradicionales de las relaciones bilaterales entre autoridades estatales para dirigirse a un público más amplio, que está al otro lado del televisor. “El deporte es, sin duda, una de las herramientas de soft power (poder blando) más populares de nuestra era”, refuerza.
En la historia reciente hay una infinidad de ejemplos que muestran esta afirmación. Desde el Mundial de fútbol que Italia ganó en los tiempos de Mussolini, pasando por los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, organizados por Hitler y en los que los regímenes totalitaristas encontraron en el deporte una carta de presentación al mundo.
“También ha servido para la presentación al mundo de nuevas potencias que se posicionan en la escena internacional como Sudáfrica, con su Mundial, o Brasil, con su Mundial y sus Olimpiadas. También con Bakú (Azerbaiyán), y el Gran Premio de Fórmula 1. Y, por supuesto, en el caso de España, con las celebraciones del Mundial de 1982 y las Olimpiadas de 1992, signo de su apertura al exterior”, muestra Peral.
Camuflaje
Lo que es evidente es que “ser organizador, como país, de unos Juegos Olímpicos o del Mundial de fútbol es una estrategia de primer nivel que puede ayudar a limpiar o camuflar la imagen que se tiene de un Estado liderado por un determinado régimen que no sigue los patrones esperados de convivencia”, expone Francisco Torreblanca, profesor de ESIC Business & Marketing School. El docente, además, muestra cómo vincularse al éxito tangible, a la grandeza, a las grandes marcas de clubes y, por extensión, a las grandes marcas personales de algunos jugadores top, es un vehículo de proyección mediática perfecto para cambiar ciertas percepciones negativas.
Las competiciones son un escaparate que proyecta los valores del organizador
Y ese es el objetivo de Qatar, país organizador este año, y lo fue de Rusia, sede de la anterior edición. La decisión de la FIFA de seleccionar ambos países fue y sigue siendo muy polémica, pero, sin duda, también ha sido muy beneficiosa económicamente. La propia institución ha anunciado que tiene previsto superar los 5.745 millones de euros por ingresos.
El ministro de Finanzas del país, Ali Shareef Al-Emadi, ha asegurado que desembolsará cerca de 200.000 millones de euros. Un coste que supone una inversión segura. “Ningún territorio, país o ciudad podría pagar, por su elevado coste en términos publicitarios, el coste de generar una notoriedad similar a la alcanzada por un evento de estas características. Es un altavoz que permite trasladar al mundo la imagen de renovación que se desee”, apunta José María Cubillo, director del Instituto Mesias-Inteligencia de Marca España y profesor de Marketing Internacional de la Universidad CEU San Pablo.
En todo caso, la rentabilidad de la FIFA no ha salido gratis, las voces más críticas denuncian que la institución deportiva ha pasado por alto no solo la transparencia, la ética y el respeto a los derechos humanos, sino también el calendario. La competición será celebrada en invierno, parando toda la agenda competitiva, en lugar de, como es costumbre, en verano.
“Ningún país es perfecto y Qatar ha evolucionado muchísimo. Es cierto que tienen que mejorar en muchos aspectos, pero, igual que con la sostenibilidad, es imposible pasar de cero a cien en un instante y, personalmente, estoy convencido de que los grandes eventos ayudan a los países receptores a evolucionar”, resuelve Carlos Cantó, CEO de SPSG Consulting y profesor de Sport Business en Esade.
El deporte es una de las armas de ‘soft power’ más populares de nuestra era
En cuanto a las fechas, aunque admite que trastoca mucho, también considera que, si el criterio es el clima, se estaría quitando la opción a muchos países porque tanto en verano como en invierno hay muchos lugares que sufren temperaturas extremas. En la misma línea, Cubillo considera que la decisión ayuda y contribuye de forma muy significativa en el proceso de apertura política, diplomática y social y puede llegar a generar un conjunto de beneficios muy importante para la población.
Sea como sea, en opinión de Torreblanca, la imagen de la FIFA no quedará dañada. “Al público, en general, se nos olvida todo muy rápido. Además, hay demasiadas noticias en el mundo como para estar pendiente de esto. La guerra, el coronavirus, la inflación… el panorama macro puede favorecer que se pase de puntillas por toda la polémica asociada a la organización del evento en Qatar”, confía.
Pero ¿y qué ocurre con las empresas patrocinadoras de las que depende casi el 30% de los ingresos de la FIFA? Ellas, según los expertos, sí pueden ver su imagen dañada. Por ello, Torreblanca recomienda que aquellas que apoyen el Mundial de fútbol deben tener un enfoque estratégico muy claro y definido, fundamentado en destacar los aspectos positivos del evento y huir de cualquier vínculo posible con el país organizador, para evitar asociaciones que de cara al público puedan afectar a la reputación de la marca patrocinadora.
La cifra
5.745 millones de euros son los ingresos que reportará el Mundial a la FIFA. El 29% de este montante serán ingresos por patrocinio (1.207 millones de euros), mientras que los derechos de televisión, con 2.355 millones, aportarán el 56% del total.
Frente al riesgo, muchas marcas han retirado su patrocinio, lo que para Peral muestra un compromiso claro con una serie de valores. “No es razonable para un potencial consumidor que, si la bandera corporativa de una empresa son los derechos de la mujer, esa empresa patrocine el Mundial de Qatar. Las empresas deben buscar el beneficio económico, pero no a todo coste. La sociedad exige liderazgos creíbles, comportamientos ejemplares y corporaciones comprometidas con la creación de valor compartido”, denuncia el director de Harmon.
Sin embargo, otras muchas grandes marcas han continuado apoyando el evento. Es el caso, por ejemplo, de Coca-Cola o Adidas, marca del balón oficial de la competición. “Son solo los aficionados, y quizás los deportistas, como está sucediendo con algunos golfistas que han rechazado participar en la liga saudí, los que pueden revertir o frenar este tipo de injerencias que van más allá de lo deportivo”, señala.
Derechos humanos
Condiciones laborales. Amnistía Internacional denunció en 2010 las condiciones de trabajo de los obreros que construyeron los diferentes estadios que albergarán los partidos del Mundial. Temperaturas de hasta 50 grados, jornadas interminables, escasas medidas de seguridad, casi ningún día de descanso, amenazas de expulsión del país si no se aceptaban las condiciones, imposibilidad real de cambiar de empresa, o condiciones insalubres en las viviendas en las que se alojaban han sido sus argumentos.
Fallecidos. En 2020, The Guardian cifró en 6.500 el número de trabajadores muertos durante las obras, basándose principalmente en los datos proporcionados por los países de origen de la mano de obra: India, Bangladés, Nepal, Sri Lanka y Pakistán.
Descargos. Nasser Al Khater, CEO de la Copa Mundial de la FIFA en Qatar, declaró que solo se habían producido tres muertes y aseguró que todo era un complot contra Qatar. Además, afirmó que el país no tiene ningún problema de racismo u homofobia: “En Qatar todo el mundo es bienvenido. No importa el género, la religión, la raza o la orientación sexual”. La FIFA argumentó que “con las estrictas medidas de salud y seguridad en las obras, la frecuencia de accidentes en las obras de la Copa Mundial ha sido baja en comparación con otros grandes proyectos de construcción en todo el mundo”.