El éxito de la escalada multiplica el negocio de los rocódromos
Solo en Madrid hay más de 40 recintos y en Cataluña han pasado de dos o tres a más de 30 en una década Los centros de escalada se posicionan como lugares de ocio más allá del deporte
Pasar de ser un lugar donde entrenar un deporte a ser un centro social donde generar experiencias a través del deporte. Ese es el objetivo detrás de la cadena de rocódromos Sputnik Climbing, que en 2021 abrió en Las Rozas (Madrid) el centro de escalada más grande de España, con 4.000 metros cuadrados de superficie escalable y hasta 20 metros de altura. “Este será nuestro buque insignia, pero queremos abrir otros 10 centros para el 2026”, comenta Fernando Hernández, CEO de la compañía.
La imparable aparición de nuevos rocódromos (solo en Madrid hay más de 40 recintos y en Cataluña han pasado de dos o tres a más 30 en la última década, según la Federación de Entidades Excursionistas) demuestra que la escalada no para de ganar adeptos. “Pocos negocios no emergentes y no tecnológicos crecen al 100% cada año” advierte el director general de Sputnik, Daniel Castillo. En 2021, cuando solo contaba con su primer rocódromo en Alcobendas, la compañía alcanzó una cifra de negocio de 3,4 millones de euros (303.000 usuarios). Ahora, y tras sumar una nueva apertura en Berango (Bizkaia) a finales de año, espera terminar 2022 con una facturación próxima a los 6,2 millones de euros (800.000 usuarios anuales). “La escalada está en efervescencia en España”, asegura.
Esto ya lo tenían claro en Climbat desde 2011, cuando se convirtió en la primera empresa que dispuso de una sala de escalada comercial en España. “Los centros de escalada han sustituido en el imaginario colectivo a los gimnasios tradicionales, gracias a que son espacios más abiertos, a su ambiente socializador y a la constante variación de la disposición de las presas en las paredes, que hacen que cada semana tengas objetivos diferentes a plantearte”, explica Jaume Oliveras, director comercial de Climbat.
Actualmente, la cadena cuenta con ocho centros repartidos entre España y Francia, consiguiendo así ser el único operador nacional con rocódromos fuera de las fronteras españolas. “Lo que más ha cambiado es el marco mental de la escalada y la democratización del deporte en sí. Lo que antes se veía solo para algunos amantes de la montaña, ahora está al alcance de todo el mundo en las salas de escalada”, reconoce Oliveras.
A esto hay que añadirle la visibilidad que ha conseguido la escalada gracias a su debut en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, donde, además, el español Alberto Ginés se llevó la medalla de oro. Para José Pereira, socio fundador del centro Rock & Wall Climbing, en Sevilla, la escalada olímpica ha ayudado a dar a conocer a instalaciones como la suya, además de aumentar el interés en la promoción de la escalada de competición entre los más pequeños. “La escalada indoor se ha ido instalando en España tras los pasos del resto de Europa y se va a quedar para siempre”, augura.
Aun así, uno de los secretos del éxito de la escalada, según apunta Castillo, es que no fomenta la competitividad. “No tienes que ganar, perder o empatar. Es un deporte muy experiencial, ganamos los dos. Ganar no es el sentido de este deporte”, explica en la cafetería de su centro de Las Rozas. Además de funcionar como rocódromo, la cadena ha incluido una hostelería asociada al negocio con la idea de impulsar “una experiencia muy social” y también ofrecen formación de técnicos deportivos de montaña y escalada con titulaciones regladas por el Ministerio de Educación y Cultura. “Nuestro gran esfuerzo es intentar profesionalizar todos nuestros modelos de negocio porque al final todos están conectados”, apunta Hernández.
Entre sus dos instalaciones la compañía cuenta con 150 empleados que solo trabajan cuatro días a la semana, una medida de conciliación que han puesto en marcha para atraer y retener talento. “Tenemos una rotación nula, el que se va es porque se ha sacado la plaza de bombero”, bromea el CEO. Para Oliveras, de Climbat, el incremento de salas y, por tanto, de la competencia, “no hace más que ayudar a hacer crecer” la escalada. “Nos obliga a seguir dando el máximo para que los usuarios sigan confiando en nuestro conocimiento, valor humano y nuestras instalaciones, aunque, como siempre, ser el primero nos ha dado una ventaja que seguimos manteniendo”, matiza.
A Hernández le basta con dos ejemplos para dejar claro que la escalada no es una moda pasajera, sino una tendencia consolidada que abarca a todo tipo de personas. Uno, Zara ya se ha sumado al carro lanzando una colección cápsula de escalada que incluye pies de gato y bolsas para el magnesio. Y dos, la mismísima reina Letizia, también aficionada a este deporte, pidió que se instalara un rocódromo en el Palacio de la Zarzuela.