La campaña por bajar los impuestos en Reino Unido tiene poco margen
La incertidumbre respecto a los costes de la energía y los tipos de interés hace que la previsión sea aún más arriesgada de lo habitual
Los candidatos a convertirse en el próximo primer ministro británico están teniendo una extraña conversación sobre economía. El país se prepara para un aumento de las facturas de gas y electricidad en los próximos meses, mientras que los analistas de Citi calculan que la inflación podría alcanzar el 18% a principios del próximo año. Pero en la batalla por el liderazgo del partido conservador, el debate más animado tiene que ver con la bajada de impuestos.
Tanto la ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, como su rival, Rishi Sunak, exministro de Finanzas, quieren reducir los impuestos. Pero Truss, que es la favorita para sustituir al primer ministro Boris Johnson en la contienda que concluye la próxima semana, ha subido la apuesta. Pretende reducir los impuestos estatales sobre las rentas y los beneficios de las empresas en 30.000 millones de libras.
Normalmente, el Gobierno tendría que recortar el gasto en una cantidad equivalente para no aumentar la deuda nacional, que ahora mismo se sitúa en torno al 95% del PIB. Sin embargo, según el Instituto de Estudios Fiscales (IFS), Truss podría encontrar una solución. La subida de los precios hará que aumenten los ingresos procedentes de los impuestos sobre la renta y las ventas, mientras que el gasto en servicios públicos como las escuelas, algo que no está directamente relacionado con los niveles de precios, aumentará a un ritmo menor. Este fenómeno, que el IFS denomina “austeridad no intencionada”, podría aumentar los ingresos fiscales en 37.000 millones de libras de aquí a 2024.
Por desgracia para Truss, este ingreso inesperado no es seguro que vaya a darse. Los efectos de la inflación en los costes del Gobierno, como la asistencia social y el servicio de la deuda del Estado, son definitivos. Los futuros ingresos fiscales dependen de unas perspectivas económicas inusualmente opacas. Los economistas entrevistados por Reuters a principios de este mes daban por hecho que el tipo de interés oficial británico subiría del 1,75% al 2,5% este año. Sin embargo, a partir del martes, los mercados monetarios implicaban una probabilidad del 75% de que los tipos lleguen al 3,5% para finales de diciembre. Si el Banco de Inglaterra cumple estas expectativas, la economía renqueará.
Y luego está la crisis energética. El coste anual de la electricidad y el gas para una familia británica podría alcanzar las 6.000 libras para abril del año que viene, el triple que 12 meses antes. Si el Estado frena una instalación de 100.000 millones de libras propuesta por el sector energético, o si Truss recorta el impuesto sobre las ventas en Gran Bretaña, como sugieren informes de los medios, el panorama fiscal cambiará drásticamente.
La incertidumbre respecto a los costes de la energía y los tipos de interés hace que la previsión de los ingresos públicos sea aún más arriesgada de lo habitual. Es un momento extraño para apostar por la reducción de impuestos.