Cuba, difícil cálculo entre negocio, corazón, riesgo, interés y geopolítica
Pese a que la inversión de España ha caído a 630 millones en 2021, un 35% menos, 285 empresas españolas se mantienen afincadas en la isla
El número de empresas españolas en Cuba no es pequeño: 285, según el listado del Icex de 2021. Supone un incremento de 44 sociedades en relación con 2018. España es el tercer inversor internacional en la isla tras China y Venezuela, y por delante de Canadá, Países Bajos y Argentina.
Pese al aumento de la presencia empresarial española, nuestra aportación se ha reducido. En el año de la pandemia cayó hasta 593 millones, frente a los 908 millones de 2019 y los 971 y 899 de los ejercicios precedentes. En 2021 se ha limitado hasta 630 millones.
En Cuba todo es peculiar. Más que de “empresas españolas en Cuba” sería preciso referirse a “empresas españolas con intereses en Cuba”. Al margen del peculiar mundo del turismo, se cuentan con los dedos de ambas manos las corporaciones industriales que explotan centros de producción en la isla amparadas bajo las fórmulas clásicas de intervención pública, “empresas mixtas” o “uniones”.
La abrumadora mayoría del empresariado nacional actúa en Cuba a través de pymes que firman acuerdos más o menos ocasionales con el aparato estatal. El objeto, suministrar bienes producidos en cualquier parte del mundo y que son exportados bajo estricta petición de las autoridades de la isla. Máquinas, repuestos, alimentos, equipamientos eléctricos, suministros para agricultura, de construcción, moda, productos de hostelería.
Porque Cuba, pese a los reiterados anuncios de liberalización y privatización, apenas ha logrado o querido separarse de un guion marcado por el estricto control propio de una economía centralizada. Porque Cuba, tras seis décadas de un experimento político controvertido, parece haber tocado fondo con la pandemia, el hundimiento de su negocio de exportación de sanitarios, el controvertido proceso de conversión de sus monedas, la política dura de remesas del trumpismo o los desencuentros con China. Ahora se suman desastres como el reciente incendio industrial de Matanzas.
Microcosmos de pymes
Marcelino García es dueño de una empresa en Alcorcón (Madrid) dedicada a la fabricación de emblemas para el Ejército español. Hace 30 años viajó a Cuba y comenzó a colaborar con las Fuerzas Armadas del país a través de la marca Ximes Caribe.
Primero suministró insignias y otros distintivos, para posteriormente “venderles cualquier cosa que nos pidieran: zapatos, botas, cuchillas de afeitar”. García describe su experiencia, similar a la de tanto pequeño exportador español. “Trabajamos sobre la garantía de una carta de crédito con vencimiento a 370 días. Aquello es distinto a cualquier parte del mundo. No tienen nada y te piden de todo. Los productos se cargaban bastante y hay más de uno que se ha hecho rico. Hasta ahora, mal que bien, pagaban. Las cosas han cambiado. La isla pasa por el peor momento desde la caída de la URSS”.
La estrecha rendija por la que se han colado los autónomos (aquí llamados cuentapropistas) es en el negocio de la restauración (aquí llamados paladares). El español Álvaro Díez ha encontrado su oportunidad en esta fórmula y mantiene abierto en La Habana su restaurante Otra Manera.
Fabricar en Cuba
Suchel Proquimia es una empresa mixta dedicada a la fabricación en suelo cubano de detergentes, disolventes, gel de manos y productos de higiene para hoteles. Miguel Puigrefagut, su director financiero, explica que en la planificación económica de la isla, las uniones de firmas cubanas e internacionales dedicadas al sector de la higiene personal tienen el sobrenombre de Suchel, seguido de la marca de la empresa. La matriz de Proquimia está en Barcelona y aporta a su filial caribeña “tecnología, capital y gestión”.
Madrid, puerta de embarque en los vuelos de Europa a La Habana
Air Europa. La aerolínea inició su apuesta por Cuba en 1996 volando a Varadero y un año después abrió la ruta de La Habana. En 2017 dio un salto de calidad a la ruta incorporando un avión de última generación; el B787. Volar a Cuba en la aeronave apodada Dreamliner supone un extraordinario contraste. No solo ahorra 40 minutos en tiempo, además aporta una eficiencia medioambiental al reducir en un 20% las emisiones. Una vez que aterrizamos en La Habana, cambiamos las luces regulables o el sistema sofisticado de entretenimiento a bordo por los archirrecauchutados coches de los años cincuenta, los viejos palacetes destartalados, y toda una versión obligada de economía circular basada en la reparación de toda suerte de productos.
Recuperación de vuelos. Manuel Panadero, directivo de la patronal de las aerolíneas ALA, sentencia que la pandemia no ha arrebatado a España ni al aeropuerto de Barajas el privilegio de ser la principal puerta de embarque de Europa hacia La Habana. “En un momento en el que la industria aeronáutica sufre una aguda escasez de aviones tras el parón por el Covid, el tráfico entre España y Cuba ya ha recuperado las 19 frecuencias que reconoce el acuerdo bilateral de vuelos firmado entre ambos países”.
Tránsito. La previsión de Air Europa es la de transportar este año más de 100.000 pasajeros en conexión entre Madrid y La Habana.
Puigrefagut utiliza la expresión “nubarrones” para referirse a la coyuntura cubana. “La isla vive una crisis de aprovisionamiento. Es difícil conseguir materias primas. Si nuestra fábrica no produce, los hoteles no obtienen lo que necesitan. Debemos recurrir al mercado exterior, pero entonces entran en juego las dificultades del Estado para conseguir divisas y responder a sus obligaciones de crédito”.
El directivo asegura que siguen apostando por Cuba. “Seguiremos en el país porque la nuestra es una empresa pequeña pero rentable, y también porque tenemos cobros pendientes, como la mayoría de las empresas mixtas que tienen deudas con el socio extranjero, achacables a la delicada situación económica del país. El Gobierno ha declarado prioritario el sector turístico en los pagos, precisamente para que la rueda de la entrada de divisas no deje de funcionar”.
Ya no están
Cuando una empresa lanza un proyecto, despliega todos los medios para promocionar su apuesta. Si luego el asunto no funciona, ninguna explicación. En 2016, Gamesa anunció que construiría siete parques eólicos en Cuba. En 2022, su representante en la isla, un conocido cantante de éxito español de la década de los sesenta, confirma su abandono.
En 2001, Pescanova, a través de su filial Pescafina, firma con el operador estatal Caribex un acuerdo para controlar durante 30 años el comercio del langostino y la langosta de Cuba. En 2014, se anuncian ventas por 10 millones. En 2022, una portavoz de Pescanova afirma que “la compañía no tiene ninguna actividad en la isla”. La visita que realizó a La Habana la ministra de Turismo, Reyes Maroto, en mayo de 2019 tenía como objetivo arrancar al Gobierno garantías de pago ante la deuda de 300 millones que arrastra con el empresariado español.
El Banco de Sabadell sigue una política de perfil bajo, pero los testimonios recabados apuntan a que el trabajo callado que realiza es una piedra angular de la difícil continuidad en la gestión de nuevas inversiones y de los cobros atrasados en una Cuba ausente del sistema de transacciones internacional Swift desde marzo de 2012.
Turismo
La acogida de extranjeros y el acopio de sus divisas es el pilar que mantiene en pie la endeble economía cubana, tal como ha quedado demostrado con el reciente nombramiento como primer ministro del que fuera titular de Turismo, Juan Carlos García Granda. La oferta de habitaciones asciende a 76.000. Las hoteleras españolas están presentes con 62 contratos y 30.400 habitaciones, lo que supone el 63% del total.
Gonzalo Echevarría, director de managing de Meliá Hotels en la isla, cuenta que la cadena comienza su operación en mayo de 1990; hoy tienen 31 hoteles. Meliá se siente cómoda en las empresas mixtas. Es un modelo orientado “a la búsqueda de tecnologías avanzadas, mercados de exportación y financiamiento externo, y favorece los encadenamientos productivos entre todos los actores económicos del país”, comenta Echevarría.
Carlos Torres, jefe de operaciones de Be Live Hotels, dice que la cadena inició su operación en Cuba en 2006 como Globalia Explotaciones Hoteleras con la administración de tres propiedades. A día de hoy oferta 3.032 habitaciones en ocho hoteles.
“El bloqueo es una excusa, pero también un pesado lastre”
La Asociación de Empresas Españolas en Cuba es la única patronal de empresarios extranjeros autorizada por el Gobierno de La Habana. Nació en 1994 y cuenta con 262 empresas asociadas, la mayoría pymes. Su vicepresidente, Darío Alonso, nos recibe en la sede de la organización, un vistoso edificio blanco recién estrenado y que no está totalmente operativo.
Pregunta: ¿Es difícil hoy ser empresario español en Cuba?
Respuesta: Yo no valoro. El momento es difícil y debemos ser cautos. La vida se ha vuelto complicada. La inflación está disparada y cualquier producto se ha vuelto escaso. Falta gasolina y hay apagones. Mi empresa, Cesyta, dedicada a cerraduras y cajas fuertes, tiene negocios en República Dominicana, y yo reparto mi tiempo. Ahora sé que a Cuba vengo a sufrir.
P. ¿Es consecuencia de la pandemia?
R. El cierre por el Covid ha sido un desastre en todas partes. Aquí, ya te puedes imaginar. Lo hemos pasado muy mal sin actividad, y nuestros trabajadores y colaboradores en la isla se han quedado en el aire. Durante dos años hemos estado parados. Ahora las empresas y la actividad se han ido retomando. De ese periodo yo prefiero recordar el sentimiento de solidaridad que nos unió. La ayuda a los expatriados que se quedaron colgados. Fueron las empresas las que montaron vuelos humanitarios de repatriación, uno a través de Air France e Iberia. La asociación se movilizó para conseguir medicinas.
P. ¿Le echamos la culpa al bloqueo de Estados Unidos?
R. Durante medio siglo el bloqueo ha sido la gran excusa con la que se han tapado las consecuencias de toda suerte de decisiones. Pero no se puede negar que supuso ayer y supone hoy una pesada losa que aplasta la viabilidad del país. Hay que leer con detalle la ley Helms-Burton para comprender cuáles son sus consecuencias. Desde limitaciones tecnológicas (no se puede utilizar ningún tipo de productos que tenga más de un 5% de I+D de Estados Unidos), como logísticas (cualquier barco que lleve productos a Cuba no puede hacer cabotaje en puertos estadounidenses durante seis meses).