La banca necesita mejorar en la cobertura de riesgos climáticos
El Consejo de Supervisión del Banco Central Europeo ha presentado un primer balance sobre cómo afrontan los bancos europeos los riesgos climáticos, desde la medición de los mismos hasta la evaluación de las hipotéticas pérdidas en función de los distintos episodios adversos del clima. Concluye que, con carácter bastante general, la banca carece de una metodología de pruebas de resistencia; que tiene excesivo negocio volcado en actividades emisoras de carbono; y que el efecto en las cuentas para las 41 mayores entidades del continente llegaría a 70.000 millones, aunque alerta que podrían ser superiores. Parece lógico que en la primera aproximación al fenómeno los resultados no sean más precisos, pero es evidente que la identificación de los riesgos y las prácticas para neutralizarlos exigen un esfuerzo adicional en las entidades de crédito. En este primer análisis de resistencia elaborado por el BCE no se hace detalle por países, pero la autoridad supervisora empieza a acumular una información que servirá para exigir velocidades diferentes a cada entidad en los próximos años, dado que la medición y defensa de los riesgos climáticos empezarán a ser considerados una variable de primer orden para calificar la solvencia de las firmas y, por tanto, determinar la financiación y la reputación.
De momento, solo cuatro de cada diez bancos dispone de una metodología para realizar pruebas de resistencia ante episodios graves de cambio climático, y solo dos de cada diez considera los riesgos climáticos como una variable a la hora de conceder créditos, que es tanto como decir que la mayoría no dispone de un mecanismo para que sus comités de riesgos tengan en consideración tales eventualidades. La banca, a fin de cuentas, no es otra cosa que el vehículo que financia la economía y reflejo fiel de la misma; por ello, dos terceras partes de los ingresos de la clientela corporativa proceden de actividades intensivas en emisiones de gases contaminantes, y pretender que se produzca una sustitución acelerada de la naturaleza del negocio de tales empresas, o rotar la cartera de crédito para que toda actividad financiada tenga calificativo de verde es imposible ejecutarlo y poco razonable exigirlo.
Por el momento, la autoridad bancaria europea no exigirá requisitos adicionales de capital por carecer de metodología para los riesgos climáticos o por tener una cartera excesivamente sesgada hacia actividades sucias en términos climáticos. Pero no tardarán en llegar por el empeño en Europa en liderar la transformación verde de la economía; por ello debe existir un calendario claro y de ejecución posible, y que no contenga exigencias adicionales de capital para salvar la solvencia que encarezcan el crédito a empresas y hogares.