Los efectos de las últimas crisis solo se han retrasado: eran inevitables
Lo único que puede controlar el alza de la prima de riesgo española es que el BCE vuelva a comprar deuda pública, pero debe hacerlo con condiciones
La Fed ha aumentado los tipos de interés en 75 puntos básicos, la mayor subida en 30 años. El BCE también se ha comprometido a subir los tipos en los próximos meses. No es para menos. Se trata de dos economías abiertas y ganará la que ofrezca una mayor rentabilidad, es decir, un mayor tipo de interés, pues a nivel internacional el que capte más inversión adelanta.
Se puede afirmar que hasta este año ha habido un acuerdo tácito, si no expreso, de mantener los tipos lo más bajos posibles, llegando incluso al extremo de ponerlos en negativo; pero ese tiempo ya ha pasado. Ello se traduce en un cambio de tendencia en la política monetaria europea y estadounidense del último periodo que ha durado más de una década. Ahora cabe preguntarse, ¿es la inflación la causante de este cambio de estrategia?, ¿cuáles serán las repercusiones?
La primera consecuencia que se experimentará es la finalización de una situación anormal a la que nos ha llevado una política monetaria expansiva basada en la bajada extrema de los tipos de interés. La teoría económica afirma que al bajar los tipos de interés los ahorradores tienden a consumir más con la consecuente inflación, dado que sus ahorros no les proporcionan rentabilidad y, como este consumo es uno de los factores con los que se calcula la economía, entonces bajar el interés hace crecer la economía. Adicionalmente, también afirma que existe una relación inversa entre los tipos de interés y la inversión, de tal forma que al bajar los primeros aumenta la segunda, y resulta que la inversión también es un factor con el que se calcula el crecimiento económico. De esta forma, aumentan el consumo y la inversión, por lo que la economía crece por partida doble.
Y en parte es cierto, sin olvidar que la economía es mucho más compleja como para reducirla a tres simples factores. Desde luego, la situación anormal a la que nos ha llevado esta política expansionista extrema no se ha visto en toda la historia. Intereses negativos, es decir, que los ahorradores tengan que pagar por tener dinero en el banco, salvo para los préstamos que conceden los bancos que, en ese caso, son positivos. Así, la norma que se ha estudiado siempre, consistente en que el beneficio de los bancos está en la diferencia entre los intereses que cobran por los préstamos concedidos y los que pagan a los depositantes, ha quebrado durante todos estos años, dado que ahora su beneficio ha estado en los dos lados: cobra de los ahorradores y de los prestatarios.
Es cierto que el ahorrador nunca ha visto un tipo de interés aplicado de forma negativa en su cuenta bancaria; pero es más cierto que las comisiones han aumentado considerablemente bajo el pretexto del banco de los intereses negativos que deben pagar; pero, ¿a quién? La política monetaria que utiliza al tipo de interés como instrumento de actuación se refiere al interés interbancario, no al interés entre el banco y el consumidor, por lo que ese tipo de interés no es aplicable en ningún caso al depósito que realiza la persona que tiene unos ahorros ni al prestatario, sino al depósito que el banco comercial (el abierto al público) realiza en el banco central. Para compensarlo, el banco comercial sube comisiones y elimina intereses. Si calculamos la tasa anual equivalente, tipo de interés para la que se deben tener en cuenta las comisiones, es innegable que saldrá en negativo. ¿Desde cuándo es normal que te cobren por prestar tu dinero al banco? ¿Es expansionista esta política extrema? Se duda, ya que el ahorrador dejará de invertir, pues estará más preocupado por la pérdida de su capacidad adquisitiva. Lo que es indudable es la repercusión que tiene sobre la inflación, que siempre ha estado ahí, alimentándose de esta política monetaria extrema hasta desatarse.
Se ha dicho que esta subida de los tipos de interés es la causa de un aumento repentino de la prima de riesgo en España confundiendo los efectos de dos políticas distintas del BCE. La deuda pública emitida por España tiene pocos interesados, siendo uno de ellos el BCE como política económica para relajar la prima de riesgo española, y es este el que ha dejado de comprar deuda pública. Ello supone que la demanda de deuda pública española disminuye rápidamente, por lo que la prima de riesgo española aumenta en un intento de conseguir mayor atractivo para captar más compradores, y ello sabiendo que la deuda pública emitida en la actualidad es próxima a la vertiginosa cifra de un billón quinientos mil millones de euros, por lo que la prima debe ser todavía mayor. Ni dando todos los trabajadores y empresas sus ganancias durante un año sería suficiente para cubrirla.
Lo único que revertiría la situación es que el BCE volviera a comprar deuda pública; pero no sin condiciones, y ese ha sido el grave error cometido, porque sin ellas lo único que conseguirá es agravar el problema. La deuda pública debe controlarse y disminuir, y solo se consigue reduciendo el gasto público. Se podría hacer aumentando los ingresos del Estado mediante el incremento de los impuestos; pero la presión fiscal ya es sobrecogedora. Indudablemente, lo que no es buena estrategia es destinar la deuda pública emitida a pagar la deuda pública vencida, cuando debería haberse invertido en una infraestructura productiva que aumentase la capacidad de crecimiento económico del país.
Daniel Arnaiz Boluda es Profesor de Economía y Empresa en la Universidad Europea de Madrid
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