Formación continua para vidas multietapas
¿Cómo podemos adaptarnos y seguir aprendiendo si vamos a vivir 100 años?
Esta semana, el ministro de Universidades, Joan Subirats, ha presentado el nuevo proyecto de la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU). Un anteproyecto de Ley que tiene previsto llevar al Consejo de Ministros en las próximas semanas y que busca “ofrecer al sistema universitario las herramientas para adaptarse, y rápido, a los cambios sociales y económicos que se están produciendo”.
Durante uno de los debates de VII edición de EFPA Congress, se puso el foco en una de las grandes tendencias que ya está cambiando nuestra manera de vivir y de relacionarnos y que, sin lugar a duda, tiene implicaciones económicas, pero también profesionales y personales. Hablamos de la longevidad.
¿Es el envejecimiento un problema demográfico? Miguel Anxo Bastos, profesor Titular de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Santiago de Compostela planteaba que tiene muchas ventajas tener sociedades envejecidas.
En este blog hemos hablado en varias ocasiones de cómo se ha incrementado la esperanza de vida en nuestro país y, también, a nivel global. Y, aunque la pandemia ha rebajado ligeramente ese número, las cifras reflejan que, en cuestión de décadas, vivir cien años va a dejar de ser algo excepcional.
Desde Naciones Unidas señalan que la población con 80 años o más se va a triplicar en un par de décadas, hasta llegar a los 426 millones en el año 2050. Vamos a vivir en un mundo envejecido en el que van a surgir nuevas necesidades y nuevos servicios que las personas vamos a demandar, lo que va a requerir, inevitablemente, que la economía se transforme y que las empresas se adapten al perfil de los nuevos consumidores, cada vez más sénior.
Y no solo las empresas se van a tener que adaptar, nosotros también vamos a tener que hacerlo. ¿A qué nos referimos? Debemos tener en cuenta que al vivir más años no solo vamos a ganar años de vida, también vamos a ganar en salud.
Aunque al vivir más años vamos a aumentar las probabilidades de sufrir algún tipo de dependencia o enfermedad, es un hecho que no envejecemos igual: cada vez llegamos a la edad de jubilación con mejor salud, más activos y con más ganas de hacer cosas. Como dice Belén Alarcón, socia y directora de Asesoramiento patrimonial de Abante, “las recetas de nuestros padres ya no nos van a valer porque nuestra situación y escenario de vida va a ser completamente diferente”. Entonces, ¿sigue teniendo sentido plantearse la vida en tres etapas?
Es el momento de la formación continua
El clásico “estudio, trabajo y me jubilo” se está ya quedando obsoleto. En vidas tan largas tener una única carrera profesional no nos va a valer, por lo que el aprendizaje constante va a ser más necesario que nunca para seguir avanzando.
“Aprender a aprender” va a ser la clave del éxito para tener vidas multietapas en las que no demos nada por sentado y en las que podamos reinventarnos, cambiar de carrera y cumplir nuestros objetivos vitales. Y para ello, la formación va a tener que ser una constante y una nueva forma de vivir y crecer, tanto a nivel personal como profesional.
Desde el ministerio de Universidades sostienen que “la formación a lo largo de la vida es un objetivo para conectar las universidades a las necesidades actuales de la sociedad”. Y, para ello, lo que quieren es que las universidades estén dirigidas a todas las edades, es decir, que podamos volver a estudiar en la universidad tengamos la edad que tengamos, pero de otra forma a la que estamos actualmente acostumbrados.
Para que la formación a lo largo de la vida sea una función básica de la universidad, la nueva ley quiere establecer “títulos propios de formación a lo largo de la vida mediante modalidades diversas, incluidas microcredenciales, microgrados y otros programas de corta duración y que podrán tener reconocimiento académico”.
En tiempos como el actual, donde la incertidumbre es una constante y el mundo es cada vez más cambiante y digital, formarse y (re)aprender va a ser fundamental.