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En colaboración conLa Ley
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El talento de los abogados sénior, un perfil desperdiciado por los bufetes

Los despachos suelen invitar a los letrados a salir de la sociatura a partir de los 55 años, lo que empuja a algunos a crear sus firmas propias

Una imagen de recurso de un abogado sénior. Getty Images
Una imagen de recurso de un abogado sénior. Getty Images

Llegar a los 55 años y sentir que el mercado laboral ya no te quiere. Pese a la experiencia acumulada y a los conocimientos adquiridos, estos profesionales se enfrentan a serias dificultades no solo para mantenerse en su puesto, sino también para acceder de nuevo a las empresas a determinada edad. Se trata de un malestar general entre los trabajadores con cierta antigüedad, como se desprende del II Barómetro del consumidor sénior, realizado por la Fundación Mapfre con la ayuda de Google a finales del año pasado. En un segmento de la población formado por 15,8 millones de españoles, el 49% no cree que sea valorado por las organizaciones y un 38% no se pronuncia al respecto.

Aunque el estudio no se centra en el sector de la abogacía, se trata de una situación que, a micrófono cerrado, reconocen algunos letrados de las grandes firmas jurídicas del país. Al llegar a la mitad de la cincuentena, son removidos de los niveles más altos de las estructuras de los bufetes, que tratan así de dar entrada en los órganos de poder a socios más jóvenes que participan en el capital de los despachos. Y ello con el riesgo de perder por el camino el talento sénior de abogados que han cosechado importantes carteras de clientes, contactos y relaciones a lo largo de los años, toda vez que a esa edad las capacidades intelectuales suelen mantenerse intactas.

“Si la cúspide de la pirámide está copada de socios, las firmas plantean un camino paralelo que termina siendo una invitación a salir al abogado en cuestión”, afirma Marc Gericó, socio director de la consultora para abogados Gericó Associates. En algunas ocasiones, la consecuencia es que estos letrados acaban fundando sus propios despachos o boutiques legales, que terminan rivalizando con los bufetes de los que proceden por los clientes. “Recuerdo en 2009 el caso de un abogado, entonces socio de uno de los despachos nacionales que más facturan. Tras 25 años, la jubilación anticipada hizo que lanzase su propia boutique al mercado, mientras que ese bufete perdía al que podría haber sido uno de los mejores mentores para los abogados júnior y sénior de la firma”.

No obstante, para evitar estas situaciones, algunos bufetes ya han movido ficha a través de “renombramientos a cargos como consejeros (lo que en el sector se conoce como abogados of counsel) o acudiendo a otras figuras alternativas a la sociatura de cuota, como la profesional, en la que los socios no cuentan con participaciones en el capital de los despachos, pero adquieren dicho rango frente al exterior”, explica Gericó.

Socios eméritos

En este sentido, destacan algunas iniciativas, como la de Cuatrecasas, el segundo despacho del país en facturación, que ha creado un programa específico para “socios eméritos” cuyo objetivo es que mantengan su vinculación con la firma para que sean sus “mejores embajadores”. Según describen, estos profesionales, además de participar en un foro que anualmente se reúne con la presidencia y la dirección general, forman parte de determinados proyectos, donde llevan a cabo “tareas de coaching, de promoción o comerciales”. De esta forma, la compañía trata de facilitar el tránsito hacia el retiro, aunque el reconocimiento de esta situación es discrecional. El bufete también prevé la concesión de la condición de “socio de honor”, con carácter indefinido, a quienes, habiendo causado baja y cumplido 50 años, considere merecedores de un reconocimiento especial por su “dedicación, méritos y reputación”.

Otras firmas internacionales, como DLA Piper, ofrecen diferentes alternativas a los abogados con experiencia. Según comenta Esther Ahumada, la directora de recursos humanos, el despacho cuenta “con planes de desarrollo adaptados a los objetivos personales, de facturación y de captación y mantenimiento de clientes” de los profesionales. Por tanto, “no centramos la carrera de un abogado en función de la edad, sino de su desarrollo individual”.

La abogacía, por otro lado, se caracteriza por ser una profesión longeva. En el Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM) hay un total de 13.451 personas colegiadas mayores de 60 años, lo que supone un 18% del censo. Algo más de la mitad de estos abogados siguen ejerciendo, revelan los datos del colegio. Un colectivo que, subraya Ángela Cerrillos, presidenta del Club Sénior de la Abogacía de Madrid, “aporta conocimiento y experiencia, que puede transmitir a los compañeros más jóvenes a través de canales como el mentoring”.

El Club Sénior del ICAM se puso en marcha para dotarles de un espacio en el que compartir sus preocupaciones y expectativas y para que pudieran seguir manteniendo el vínculo. Gracias a la organización, los colegiados de más de 60 años pueden ir a clases de fotografía, pintura o informática, entre otras actividades gratuitas.

Incertidumbre económica

Una de las mayores preocupaciones entre los séniors, señala Cerrillos, es la incertidumbre que genera no tener unos ingresos seguros cuando hay que cubrir “necesidades personales en situaciones de emergencia”. Para intentar paliar algunas de ellas, “el ICAM destina el 9% de su presupuesto a ayudas sociales a través de la Fundación Cortina”.

Desde la Comisión de Séniors del Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) también son conscientes de las graves dificultades económicas que pueden atravesar los abogados más mayores. José María Delgado, vocal de la comisión, cuenta que hacen donaciones a la Fundación Degà Ignasi de Gispert para contribuir a mejorar la situación de aquellos que pasan necesidad por una enfermedad o accidente o, más recientemente, “a causa de la pandemia por Covid-19”. La Comisión está formada por más de 800 letrados mayores de 65 años, “la mayoría de los cuales ya no ejercen profesionalmente”, señala Delgado. Si bien, agrega, “también hay muchos que seguimos en activo, aunque a otro ritmo”.

No todos los abogados mayores en activo trabajan por gusto. Algunos, simplemente, no pueden jubilarse porque no les llega con la pensión. Así lo reconoce José María Palomares, subdirector general de desarrollo de negocio, marketing y comunicación de la Mutualidad de la Abogacía. Para evitarlo, la entidad de previsión social busca “fomentar de manera clara la cultura del ahorro y de la planificación financiera en los estadios anteriores a la jubilación”.

La Mutualidad, dice Palomares, quiere acompañar a los séniors, y para ello ha impulsado iniciativas concretas. Por un lado, la Escuela de Pensamiento de la Fundación Mutualidad Abogacía, enfocada al estudio de la cultura y la economía del envejecimiento. Ya han identificado puntos críticos. En un informe publicado recientemente, España está en las últimas posiciones en la participación en la actividad laboral de los mayores de 55 años. “Es un hecho que a partir de los 55 o 60 años las organizaciones, a pesar de que renuncian al talento más cualificado, expulsan de manera habitual a estos profesionales del mercado laboral”, lamenta Palomares. Por otro lado, “tenemos un compromiso específico con este colectivo”, que se ha plasmado en la propuesta Soy Sénior para mayores de 65 años, que pone el foco de atención en las necesidades de este segmento de la población mediante la oferta de productos y servicios. De esta escucha también ha surgido la alianza con Pensium, una empresa participada por la Mutualidad, especializada en el acompañamiento y asesoramiento sobre dependencia.

Getty Images
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Dejar el bufete para abrir una ‘boutique’ legal

Valores. La “cultura global” del despacho es, para el abogado Alfredo Aspra, “lo realmente importante” a la hora de que se produzcan fugas de talento sénior de los grandes bufetes. El letrado, que era considerado uno de los socios estrella de la firma Andersen, montó su propio despacho en octubre del año pasado, Labormatters, que está especializado en el asesoramiento jurídico-laboral a empresas que operan en el sector público y privado. Junto a cinco socios más, Aspra está al frente de un equipo formado actualmente por más de 30 profesionales que operan desde sus oficinas de Madrid, Valencia y Sevilla. “La gran mayoría de los abogados del despacho llevamos trabajando juntos mucho tiempo, especialmente los socios y of counsel. En algunos casos, superamos los 18 o 20 años de convivencia profesional”, explica. De la propuesta de valor de la firma, destaca un servicio al cliente “personalizado, especializado, rápido y eficaz”.

Veteranía. La experiencia acumulada de más de 20 años en despachos ingleses de primer nivel ha impulsado a Alexander Benalal a dar el salto para crear, junto a otros abogados, ThinkSmartLaw, una boutique especializada en derecho de la tecnología. Pese a que por su edad no está aún entre el colectivo más sénior, la veteranía le ha ayudado a reflexionar sobre un cambio de paradigma: “Los clientes, para sus asuntos más complejos, demandan cada vez menos una marca y cada vez más una relación cercana, un traje a medida que solo puede realizar un abogado experimentado, con una trayectoria, una visión y una determinada creatividad. Lo más probable es que vaya a su persona de confianza”. En este aspecto, señala Benalal, “el talento sénior no es que sea importante, es que es esencial”.

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