Energía verde, competitividad y reindustrialización del país
El uso de los fondos europeos se presenta como una oportunidad histórica y estratégica para transformar el modelo económico español
El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, PRTR, define la estrategia española para canalizar los fondos destinados por Europa a reparar los daños provocados por la crisis del Covid-19 y, a través de reformas e inversiones, construir un futuro más sostenible. Por tanto, el objetivo persigue acelerar la recuperación económica y social tras la crisis del Covid-19 y lograr incrementar la capacidad de crecimiento a medio y largo plazo, con un impacto estimado superior al 2% en el PIB. Por ello, el plan contempla importantes inversiones en transición energética y en digitalización, con más de dos tercios de los fondos destinados a estos dos ejes.
Y es que la transición energética que afrontamos es una realidad irrevocable que responde al compromiso asumido por los países europeos de transformar la Unión Europea en una sociedad más justa y próspera, con una economía moderna, eficiente en el uso de sus recursos y competitiva que nos permita ser el primer continente Para alcanzar estos retos, debemos ofrecer a los consumidores de energía nuevas herramientas que faciliten la completa descarbonización de su consumo energético mediante el desarrollo de nuevas tecnologías digitalizadas y libres de emisiones, así como modelos de negocio que servirán como aceleradoras del cambio.
El uso de estos fondos se presenta, por tanto, como una firme oportunidad para transformar y modernizar España desde un punto de vista económico e industrial. Una transformación que permitirá, a su vez, mejorar la respuesta de nuestra sociedad ante efectos adversos económicos y climáticos, con una menor dependencia energética exterior que facilite las señales adecuadas para atraer un volumen de inversión nunca antes visto en el sector energético y minimizar los riesgos asociados al incremento de emisiones. Avanzar hacia una sociedad verde y digitalizada en todos los segmentos de nuestra sociedad es imprescindible.
La transición hacia una economía descarbonizada debe ofrecer nuevas oportunidades de crecimiento para generar riqueza y empleo en todos los segmentos de actividad. A través del impulso y el desarrollo de la producción energética renovable y de las infraestructuras de redes eléctricas para su integración, además de fortalecer la competitividad del tejido industrial, ayudará a ganar competitividad en el mercado global, favoreciendo la atracción de inversión y el desarrollo de nuevas industrias en España. Un primer ejemplo de transformación y aumento de la inversión lo encontramos en la propia actividad eléctrica, que prevé importantes desarrollos en renovables, redes eléctricas y nuevos usos eléctricos.
Esta importante apuesta inversora permitirá consolidar el crecimiento, que no solo se vería reflejado en las grandes urbes nacionales, sino también en la España vaciada, que se presenta como uno de los mayores retos de nuestro país. Invertir en energía verde es invertir también en la España rural. La puesta en marcha de estos proyectos a lo largo y ancho de toda la Península Ibérica favorecerá la economía local, ya que mejoraría la capacidad productiva y abriría nuevas oportunidades para emprender actividades económicas y favorecer alternativas laborales a las tradicionales de estos territorios. Todo ello supondría más empleo, ingresos para el municipio, mejores infraestructuras y mayor abastecimiento energético; una palanca de empleo importante y, sobre todo, necesaria.
Además, esto ayudará a que la industria española sea más eficiente desde el punto de vista energético a través del consumo de energías renovables. Para lograrlo, la transición de energías contaminantes a energías verdes debe ser real y efectiva; aquí es donde juega un papel clave la electrificación de la demanda por medio de las energías renovables. La electricidad, como fuente energética, permite, a través de las renovables, eliminar las emisiones de efecto invernadero. En nuestro país se podrían llegar a electrificar de forma directa o indirecta hasta 800 TWh de consumo energético y abordar la reducción del 78% de las emisiones de CO2. En la actualidad, el consumo eléctrico en la industria supone menos de un 20% del total de su consumo energético. Por ello, se podría destacar que las actividades eléctricas presentan un doble objetivo: descarbonizar y potenciar nuestra economía.
La producción de energías renovables se ha convertido en las tecnologías de generación más atractivas para la inversión en nuestro país. La demanda de renovables aumenta de forma sostenible a pesar de que medidas como el actual proyecto de ley del dividendo de CO2 introducen incertidumbre y, a corto plazo, pueden frenar la inversión. No obstante, desde el punto de vista tecnológico, las energías solar fotovoltaica y eólica se encuentran actualmente muy cerca de cumplir las prioridades de los consumidores industriales: fiabilidad, asequibilidad y respeto al medio ambiente. La puesta en marcha de más proyectos centrados en energías renovables va a ser clave para la viabilidad y el futuro de la industria española, ya que ayudará a lograr un suministro eléctrico competitivo que actuará como facilitador de la transición hacia una sociedad carbon neutral, mediante el acuerdo de contratos a medio y largo plazo que afiancen esta tendencia.
Todo ello debe impulsar la industrialización de España. No cabe duda de que la energía constituye un factor clave para el futuro y la viabilidad del desarrollo industrial nacional, es importante comprender que no avanzar hacia la descarbonización tendrá un impacto negativo muy fuerte en la economía. Queda camino por recorrer, pero es importante que no perdamos esta gran oportunidad que protagoniza la energía –cada vez más sostenible y competitiva– para favorecer el futuro de nuestra economía e industria.
Marina Serrano es Presidenta de Aelēc
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