La ganadería extensiva exige ayudas y que se la distinga de la intensiva
El sector se queja de que no hay criterios oficiales para diferenciar un modelo de otro WWF pide poner en marcha una fiscalidad verde
Comer menos carne para cuidar nuestra salud y nuestro planeta. Ese fue el mensaje lanzado por el Ministerio de Consumo en julio pasado, que suscitó una gran polémica en parte de la política española y en el sector ganadero. Estos últimos, incluso, mandaron una carta abierta al ministro del ramo, Alberto Garzón, en repulsa de una campaña que, en su opinión, “difama” a un sector “que genera en España más de 2,5 millones de empleos y casi 9.000 millones de euros de exportaciones a la balanza comercial”.
La campaña del ministerio fue en línea con la recomendación de la Aesan (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición), que aconseja no consumir más de cuatro raciones semanales de carne de entre 100 y 125 gramos, lo que supone un máximo de 26 kilos al año. Una cifra que, en 2020, los españoles duplicaron con un consumo medio por persona de 53,6 kilos, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Sin embargo, tal y como matiza el ministro en el vídeo de esta campaña, hay carnes mejores que otras según la práctica ganadera de la que provengan.
El modelo extensivo ayuda a preservar el suelo y a prevenir incendios
“No se puede generalizar y decir que hay que comer menos carne o tomar menos productos de origen animal, sino diferenciar la forma en que se ha producido”, explica Celsa Peiteado, responsable del programa de alimentos de la organización ecologista WWF, quien destaca varios beneficios de la ganadería extensiva como son la preservación de los suelos como sumideros de dióxido de carbono, el control de malezas y la respectiva ayuda en la prevención de incendios, y la creación de empleo en el medio rural. “El modelo de ganadería industrial, sin embargo, tiene impactos negativos, como la contaminación de acuíferos por nitratos, el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero o el escaso respeto por el bienestar animal”, añade Peiteado.
¿Cómo se las distingue?
En cifras
95% de intensiva. Solo el 5% de la carne consumida proviene de la extensiva, según WWF.
53,6 kilos. Es la cantidad de carne por persona que se consumió en España en 2020.
“No hay una caracterización de lo que debería ser ganadería extensiva para diferenciarla de la intensiva, no existe a nivel legal”, comenta Concha Salguero, coordinadora de proyectos internacionales de la Asociación de Trashumancia y Naturaleza. “Si no hay esa diferenciación, a ver cómo se ponen etiquetas o cómo se dan ayudas. Es imposible, tiene que haber una definición. Para mí, los dos criterios principales deberían ser que los animales estén libres y pasten”, indica Salguero.
Hoy, dice esta experta, el único ganado para el que hay una diferenciación es el porcino, pero incluso en ese caso hay falta de información para el comprador. “Cuando vemos un jamón ibérico de bellota en el supermercado frente a uno de cebo convencional también ibérico, el precio es muy distinto, y no nos damos cuenta de que la clave no está en que sea ibérico, que es la raza, sino en que sea de bellota o no. Uno se ha criado en una dehesa en libertad alimentándose con bellotas y el otro en una nave industrial”, agrega, por su parte, Peiteado.
Impuestos e incentivos
Actualmente, según cifras facilitadas por WWF, el 95% de la carne consumida en España es de origen intensivo, frente a un 5% de extensivo. Precisamente uno de los motivos para este bajo consumo de carne de origen extensivo se encuentra en sus precios, normalmente más altos.
“Si en el precio incorporásemos los impactos negativos de la ganadería industrial, como pueden ser la contaminación de fuentes de agua por nitratos, y a su vez desgravásemos los productos que son respetuosos con el medio ambiente, quizá la diferencia no nos parecería tan grande. Necesitamos una fiscalidad verde”, afirma Peiteado, quien pone en duda la idea de que solo con la ganadería extensiva no bastaría para abastecer al mercado, en caso de que en España se consumiese la cantidad de carne recomendada.
“Eso es bastante discutible. Debido a los juegos de mercado de importación y exportación es difícil calcular si habría abastecimiento o no. Yo creo que la habría. El problema es que es un círculo vicioso, ya que si no se dan ayudas a los productores locales, estos van abandonando y cada vez hay menos producción extensiva”, señala en este sentido Salguero.
La contaminación, según el tipo
Distintos gases. “En cuanto a los gases contaminantes, la principal diferencia entre ambos tipos de ganadería es que en la extensiva domina el metano, mientras que la intensiva tiene mayores emisiones de dióxido de carbono, de óxido nitroso y de partículas en suspensión”, explica Pablo Manzano, investigador del Basque Center for Climate Change de Bilbao.
No añade carbono ni metano extra. Manzano señala, a su vez, que la extensiva, aunque emita metano, que es un potente gas de efecto invernadero, no añade metano extra a la atmósfera, “pues si desaparece hay animales silvestres que ocupan su lugar y también lo emiten”. Ni tampoco carbono, ya que no necesita de piensos para alimentar al ganado. “Para conseguir estos piensos se necesita que se roture el terreno [ararlo], lo cual libera dióxido de carbono almacenado en el suelo. Además, se requieren fertilizantes que demandan un gran uso de energía fósil en su fabricación”, argumenta Manzano.
Más cultivos. El experto asegura que, en el caso de que desapareciese la ganadería extensiva, se incrementaría la superficie destinada a cultivos para así suplir esa merma en la producción de alimentos. “Entonces habría un aumento neto del dióxido de carbono emitido a la atmósfera por más suelos roturados y más uso de fertilizantes”. “El caso de la industrial es muy diferente, ya que sí usa alimentos cultivados. Su reducción sí tiene un efecto positivo en la lucha contra el cambio climático”, concluye.