Evergrande, otro gigante de pies de barro
Estamos de nuevo ante una compañía enorme con cimientos poco sólidos y con un gobierno corporativo que deja bastante que desear
Hace unos días amanecimos con una noticia proveniente de China que, afortunadamente, no estaba relacionada con la salud de la población, pero sí con la salud financiera de una de las compañías inmobiliarias más importantes del país y, también, del mundo. Estamos hablando de China Evergrande Group con domicilio en las Islas Cayman, que cotiza en la bolsa de Hong Kong y cuyos accionistas principales son su presidente Hui Ka Yan y su mujer, quienes, entre ambos, controlan alrededor del 77% del capital de la sociedad.
La noticia despertó multitud de incertidumbres: ¿Se verán atrapados los pequeños inversores chinos? ¿Perderán su dinero los múltiples clientes que anticiparon el precio para una vivienda que aún permanece en construcción? ¿Se producirá un efecto contagio a gran escala? ¿El gobierno chino apoyará a la compañía para que pueda reestructurarse y pagar su deuda? etc. Estas preguntas siguen presentes, pero, por el momento, lo positivo es que las bolsas mundiales no están experimentando ningún descalabro.
Lo preocupante es que no es una situación inédita y que sigue a otras recientes como Carrillion o Autonomy en Reino Unido o WireCard en Alemania. Por otro lado, aún tenemos vivo el recuerdo, entre otros, de Enron, WolrdCom, Tyco International o Parmalat. Todas estas compañías tienen en común una serie de características especiales como son poseer una gran dimensión, haber conseguido un proceso de crecimiento vertiginoso, tener una alta dirección que responde a un determinado perfil de gran ambición, mostrar durante años información corporativa muy positiva y, de repente y sin previo aviso, entran en un derrumbe espectacular arrastrando a todos los que han confiado en ellas y generado un volumen espectacular de pérdidas. Es decir, estamos ante compañías enormes con cimientos poco sólidos y con un gobierno corporativo que deja bastante que desear.
El caso de Evergrande nos plantea nuevamente una serie de preguntas: ¿Cómo puede ser que, de la noche a la mañana, grandes compañías pasen de ser un ejemplo y estar cargadas de distinciones, a anunciar problemas financieros importantes que incluso lleguen a afectar a su continuidad? o ¿Por qué las agencias de rating hacen una calificación sobre estas sociedades y, solo unos pocos días después, la bajan drásticamente y muestran nuevos y serios problemas? o ¿Por qué el supervisor bursátil no detecta ningún problema hasta que la situación se hace evidente y sale a la luz? o ¿Por qué se llenan páginas de información corporativa que no muestran de una forma clara los riesgos a los que está sujeta y que eran evidentes, incluido el de liquidez?
Sometiendo los estados financieros del ejercicio 2020 de Evergrande a un pequeño análisis o calculando unas ratios se desprende que la estructura financiera de la sociedad presenta potenciales problemas de liquidez, de solvencia y que su nivel de endeudamiento es excesivamente alto. Entonces nos preguntamos, ¿por qué la información corporativa no muestra con claridad este hecho y, en cambio, muestra informaciones de todo tipo que resaltan los aspectos positivos de la sociedad y dejan de lado los posibles riesgos de capacidad de obtención de la financiación necesaria para el mantenimiento de su actividad? Tampoco parece que los órganos de gobierno de la sociedad hayan estado a la altura. Su ansia desmedida de crecimiento ha dejado en un segundo plano la evaluación sobre sí mismo era sostenible o si la sociedad pudiera ser altamente vulnerable ante posibles restricciones al endeudamiento. La falta de visión estratégica y la implementación de un erróneo modelo de negocio ha dado como consecuencia un gigante inmobiliario asentado sobre unos pies de barro, que convierten a la sociedad en un ente frágil y vulnerable, pero lo más llamativo es que no queda reflejado el hecho en su información corporativa, sino que, por el contrario, se muestra una imagen de solidez y fortaleza.
Tampoco parece que la supervisión bursátil en Hong Kong haya estado muy acertada en sus tareas de control, ya que la alarma saltó cuando la compañía anuncia que no puede atender los pagos de su deuda y no por cualquier actuación del regulador. Por otro lado, surge la duda de si los auditores debían haber informado de estos riesgos o de si son situaciones que salen de su campo de responsabilidad y que tienen que ver con el llamado gap de expectativas. También nos debemos preguntar si los actuales marcos de información corporativa son los adecuados para dar respuesta estas situaciones y posibilitar alertas tempranas a las mismas.
Estos debates están hoy encima de la mesa y, especialmente en Europa, se está intentando liderar el proceso de cambio necesario para que la información corporativa sea lo más integra, objetiva y útil posible. La solución más clara para poder evaluar de forma temprana estas situaciones pasa por acudir a marcos de información corporativa que muestren visiones a medio y largo plazo de las compañías, que anticipen sus posibles riesgos o que permitan al menos su consideración. También es necesario que informen de aspectos de sostenibilidad, sociales, medioambientales, de gobernanza y que plasmen con mayor claridad la generación de valor de las compañías en el medio y largo plazo. En la actualidad existe el marco de los informes integrados que, de una forma clara y flexible, incorpora todas estas cuestiones y ofrece una respuesta adecuada a la mayoría de las demandas de información de los grupos de interés.
Carlos Puig de Travy es Presidente del REA-Auditores del Consejo General de Economistas