El autobús se apunta a la ola cero emisiones
Precisa renovar flotas, transformar talleres y crear una red de repostaje de hidrógeno
El transporte colectivo por carretera se enfrenta a grandes desafíos que marcarán de manera decisiva su futuro. El primero y más inmediato es recuperar la confianza de los viajeros en el transporte público como espacio seguro para viajar. Y después, completar la transición hacia una nueva movilidad, sostenible y conectada, acorde con las nuevas tendencias y demandas sociales. Así lo afirma el consejero delegado de Alsa, Francisco Iglesias.
Sin embargo, el sector ha quedado muy tocado por la pandemia, que provocó solo en 2020 pérdidas de 4.000 millones de euros, dejando en el aire unos 30.000 puestos de trabajo. Por eso, cuenta Iglesias, las diferentes empresas de autobuses se pusieron de acuerdo y presentaron en septiembre al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma) un plan de recuperación y resiliencia en línea con el Green Deal de la Comisión Europea, basado en cuatro ejes: transformación ecológica, digitalización, empleo y servicio público.
Los cambios requerirán ayudas públicas y consorcios público-privados
Según el director de infraestructuras y transporte de KPMG en España, Fernando Vizoso, “la transición energética y la ruta hacia un escenario de emisiones cero es un reto que el sector no puede afrontar en solitario”. Hará falta que “tanto los fabricantes de autobuses como los proveedores energéticos (infraestructura y suministro) lancen al mercado soluciones viables y eficientes, que en todo caso requerirán de un decidido apoyo público para su implementación”, considera el experto.
Vizoso añade que el hecho de que las necesidades del sector coincidan con las estrategias contenidas en el plan España Puede, sumado a su delicada situación tras la crisis del Covid, “deberían colocarlo en una buena posición como receptor de los fondos Next Generation EU”.
De manera concreta, la nueva movilidad implicará renovar las flotas con vehículos neutros en emisiones (como el hidrógeno), crear las instalaciones de repostaje, transformar los talleres para poder gestionar estos vehículos y adaptar a las empresas y a sus trabajadores a las nuevas tecnologías. “Estamos hablando de inversiones muy cuantiosas”, advierte el presidente de la Confederación Española de Transporte en Autobús (Confebus), Rafael Barbadillo.
“Vamos a ver si las ayudas son lo suficientemente amplias como para que ese impulso se produzca”, dice. En cualquier caso, Barbadillo subraya que desde Confebus han estado “animando a las empresas del sector desde hace meses para que vayan haciendo sus planes de descarbonización y de digitalización, de modo que, cuando salgan las bases, todos puedan solicitar enseguida esas ayudas que son tan necesarias”.
Y agrega que también están pendientes de la nueva Ley de Movilidad Sostenible, porque en España hace falta, insiste, una “verdadera política integral de transporte, que combine los diferentes medios (el aéreo, el ferrocarril y la carretera) y funcione como una auténtica red al servicio del ciudadano”. El futuro pasa por ahí, concluye.
Una actividad estratégica
En 2019 la facturación global del transporte colectivo por carretera fue de 5.978 millones de euros, el 0,6% del PIB. También mantuvo 95.122 empleos y aportó a las arcas públicas 1.551 millones.
“El autobús es la columna vertebral de la movilidad sostenible, un servicio esencial y estratégico para la sociedad y la economía”, aduce Francisco Iglesias, CEO de Alsa. “Supone el 50% de los desplazamientos colectivos, uniendo más de 8.000 núcleos de población diarios”.