¿Quién tiene peor imagen: eléctricas, operadoras o bancos?
Las entidades financieras buscan en la firma de un protocolo para reforzar su compromiso social que los clientes vuelvan a ser fieles al sector
La banca sigue anclada en la mala reputación. Cuando parece que levanta la cabeza para presumir de haber colaborado con el Gobierno y la sociedad para apoyar a la economía en general, y al tejido industrial en particular, para superar las dificultades provocadas por la crisis derivada del Covid, llegan las críticas del Ejecutivo por haber puesto en marcha ERE “salvajes”, según la calificación de los sindicatos y corroborado por los políticos, mientras sus directivos se suben los sueldos de forma “inaceptable”, según Economía. Y todo en medio de una hecatombe económica. De poco le ha servido pregonar que las entidades financieras han sido parte de la solución durante la crisis económica de la pandemia. La destrucción de empleo en el sector, derivada de su cambio de modelo por su baja rentabilidad, unido a la multitud de demandas de los clientes por prácticas abusivas, sobre todo del pasado, o sobre las dudas que ha generado la comercialización de los créditos con aval del ICO, y que han llevado a Competencia a intervenir, vuelven a poner en entredicho su imagen.
Tampoco les ha servido repetir que si no llevan a cabo drásticos ajustes pueden morir en el intento. Aseguran que la aparición de nuevos competidores digitales como las big tech o fintech, con unos costes un 70% más bajos que los de la banca tradicional, ha llevado “en algunos casos a tener que realizar procesos de reestructuración para garantizar la competitividad en este nuevo entorno”.
Ahora creen que es un buen momento para volver a intentar recuperar su reputación. Consideran que su participación en el despliegue del plan Next Generation EU puede ser fundamental, lo que quieren aprovechar para demostrar la importancia del sector en el crecimiento económico pos-Covid. ¿Lo conseguirán? Pues parece complicado. De momento, han redactado un protocolo (aún es un borrador) cuyo objetivo es “expresar una vez más el firme y sólido compromiso del sector bancario con la sociedad”.
El compromiso está muy bien y es muy digno. De hecho, ningún sector de la economía española ha decidido poner en marcha una iniciativa de este tipo. Y eso que otros sectores como las eléctricas o las operadoras de telefonía, entre otros, no se libran tampoco de provocar miles de demandas por actuaciones abusivas contra el consumidor. Pero como decía un banquero: “Nunca creará buena imagen para un cliente devolver un crédito. Es muy distinto devolver un crédito a un banco que comprar una lavadora”.
Y a la vez que el sector vuelve a bajar en popularidad, va perdiendo poco a poco su personalidad. Si ya gran parte de la operativa se realiza por el móvil, todo se vuelve impersonal, frío. Si no se le pone cara y ojos a la banca, parece que las cosas nos pueden afectar menos, pero también nos hace más insensibles a la fidelidad hacia una entidad. Esta es solo una reflexión tras comprobar cómo avanza entre los clientes el uso de la banca digital.
Las ‘fintech’ han comenzado a crecer y a comprar bancos, en una apuesta por diversificar su negocio, y a expansionarse
Según un estudio de KPMG y del Instituto Español de Analistas Financieros presentado la semana pasada, los smartphones son el canal favorito de los usuarios bancarios para controlar sus finanzas y operar por conveniencia, con un 96% de penetración. “Los clientes muestran una clara tendencia al uso de aplicaciones móviles tanto para controlar sus finanzas como para operar, mientras exigen un alto nivel de experiencia de usuario motivado por la experiencia que obtienen al utilizar las apps de otros proveedores de servicios”, destaca el informe. Durante 2020, los principales bancos españoles ganaron más de 6,5 millones de clientes digitales en todo el mundo, según recogen sus cuentas anuales.
Pero los bancos deben tener cada vez más cuidado con la competencia de las fintech. Y si no que se lo digan a un banco mexicano, Finterra. Credijusto, la plataforma de préstamos con tecnología líder en México, anunció el pasado miércoles la adquisición de Finterra, un banco con sede en Ciudad de México que se especializa en soluciones de financiamiento para pequeñas empresas y el sector agrícola. Credijusto se convierte así en la primera fintech mexicana en adquirir un banco regulado. Pero este no es el único caso, la fintech de depósitos Raisin, que opera en España, compró en 2019 el alemán MHB Bank. Es solo otro ejemplo. Otras fintech han crecido y buscan ahora dar el salto y transformarse en banco, caso de Lending Club, también por poner otro ejemplo, aunque hay varios.
En España, Beka Finance ultima la compra de la ficha bancaria de BEF a Unicaja para impulsar su fintech Rebellion, ahora con licencia de dinero electrónico. O Revolut, que cuenta con ficha bancaria en varios países de Europa y estudia pedirla en España, aunque todavía no ha dado el paso.
Y, mientras, la banca sigue cerrando oficinas y haciendo ERE. Otras empresas también, pero es cierto que es muy diferente ir a comprar una camisa y que te atienda un dependiente que no conoces, a ir a un banco a pedir un crédito o asesoramiento para invertir tus ahorros con una persona de la que te llevas fiando varios años e, incluso, es la responsable de que aún no te hayas cambiado de banco.
En cuanto a la imagen y reputación de las eléctricas o de las operadoras, no creo que sean mucho mejores que la de la banca, en general. La diferencia estriba también en que, en el caso de las eléctricas u operadoras, desconoces por completo quién te atiende, y no has incluido tus ahorros en la empresa, como tampoco les has pedido un crédito para comprarte una casa o el coche.
Las tropelías que ha hecho la banca en el pasado siguen pasándole factura.
Por cierto, el Tribunal Supremo decidirá, el próximo 23 de junio, hasta cuándo es posible reclamar la devolución de los gastos hipotecarios. El fallo determinará si los que contrataron su hipoteca antes del 16 de junio de 2019 aún pueden exigir que se les reembolsen las costas de constitución que los bancos les cobraron indebidamente, cuyo precio alcanza unos 1.500 euros de media.
Hasta ahora, los juzgados españoles han seguido distintos criterios para establecer cuándo empieza y cuándo acaba ese plazo, una situación que se resolverá con la sentencia del alto tribunal, explican expertos de HelpMyCash.