España hará hidrógeno renovable con rayos de sol y viento
Nuestro país puede liderar en Europa una industria limpia en la que domina toda la cadena de valor
Sol y el viento. Con solo estos dos ingredientes naturales es posible producir hidrógeno renovable. Se puede hacer por separado o de forma conjunta. El proceso es simple: se genera energía eléctrica de manera sostenible en una planta fotovoltaica o eólica y se usa posteriormente para romper la molécula de agua, que está compuesta por oxígeno e hidrógeno.
El resultado es la obtención de un vector energético con una huella de carbono nula y que tiene múltiples aplicaciones en la industria, el uso residencial o doméstico y en la movilidad y, además, se puede almacenar fácilmente.
Las ventajas son evidentes: es un proceso sencillo; no involucra emisiones asociadas y un 90% menos de CO2 que otras formas de producir energía. “Comparada con otro tipo de generación ‘verde’, yo diría que está en el top de tecnologías con mejor ránking en cuanto a reducción de emisiones”, explica Tomás Malango, director de Hidrógeno de Repsol.
Con H2 se genera electricidad con un 90% menos de emisiones y tiene múltiples aplicaciones
Esta tecnología innovadora está a punto de dar el salto a su desarrollo y puesta en marcha. “Tendremos hidrógeno renovable disponible el año que viene a pequeña escala, y a lo largo de la próxima década irá en aumento. En 10 o 15 años se irá incrementando su consumo”, asegura Malango.
Dos factores se han unido en el tiempo para dar un sólido impulso a un procedimiento que venía lastrado hasta ahora por el coste elevado y las emisiones asociadas que suponía producir la energía para romper la molécula de agua, muy estable por naturaleza. Una mayor disponibilidad de energía más barata y sin emisiones asociadas gracias a las renovables. Esto permitirá una producción de hidrógeno renovable a gran escala que se podrá emplear en un número mayor de industrias y de aplicaciones.
La UE ha destinado 1.500 millones para impulsar este vector energético
La mayor parte del hidrógeno que se produce en la actualidad, un 80% según Repsol, se utiliza en las fábricas que producen energía para el transporte, como las petroquímicas, seguidas de las de fertilizantes.
Serán las primeras en usar el hidrógeno renovable. Después será el turno de las casas, oficinas y resto de usos, al margen del industrial. El último ámbito al que dará el salto el hidrógeno será la movilidad. “La penetración en el transporte será más lenta, debido al fuerte impacto en logística, infraestructuras y la minimización de riesgos en su manipulación fuera del entorno industrial”, argumenta Malango.
No obstante, está llamado a ser uno de los protagonistas en la descarbonización del transporte. Lo será desde dos perspectivas: de forma directa en los vehículos que se mueven por pila de combustible o convirtiéndolo en combustible sintético, similar a la gasolina o al gasoil actual, pero cero emisiones netas. Con la ventaja de que se podrá aprovechar toda la red logística e infraestructuras existente para su despliegue.
El transporte de mercancías de largo recorrido va a ser otro sector donde el hidrógeno va a tener importancia. Camiones, aviones y barcos tienen difícil electrificarse en los próximos años. El hidrógeno posibilita almacenar mucha energía en poco espacio, algo que garantiza la autonomía de estos en sus grandes desplazamientos.
Otra de las virtudes que presenta el hidrógeno es su capacidad de almacenamiento y su posible uso para respaldar el sistema eléctrico español, “que está evolucionando hacia un modelo puramente renovable, y solo cuenta con un inconveniente: la falta de firmeza.” Esto implica un “riesgo de intermitencia en la producción de energía renovable debido a la ausencia de viento o de sol”, apunta Malango.
Por ese motivo, es necesario incrementar los sistemas de almacenamiento y su desarrollo. Y aquí entra de nuevo en juego el hidrógeno. “Las moléculas tienen el mérito de que pierden poca energía en el almacenamiento”, indica el experto de Repsol, por lo que “se puede guardar durante mucho tiempo y utilizar después para fabricar biocombustible sintético, volver a generar electricidad, en múltiples usos en la industria, etc.”
Oportunidad histórica
Construir la economía del hidrógeno es “una oportunidad histórica para que España se industrialice y se convierta en líder de Europa en la producción y exportación de esta energía”, afirma Malango. “La industria y sus empleos de calidad” es una garantía para resistir mejor frente a crisis como el coronavirus.
Es una tecnología y una industria en la que España cuenta con mucho a su favor. Aparte de disfrutar de muchas horas de sol y de viento, “dominamos toda la cadena de valor, desde el desarrollo y la innovación hasta la transformación industrial. Es una oportunidad como nunca antes hemos tenido”.
El dinero que Europa ha consignado para impulsar el hidrógeno renovable, 1.500 millones de euros en los fondos Next Generation, tiene que “ayudarnos a sacar ventaja de un producto versátil y renovable que va a suponer una clara mejora”, concluye Malango.
Un plan vertebrador para crear riqueza y empleo en varias zonas
El proyecto que Repsol está construyendo en torno del hidrógeno renovable tiene otros objetivos, aparte de los puramente tecnológicos e industriales.
Es un plan de país que se vertebrará en toda la geografía, impactando en varias zonas para generar oportunidades y crear empleo y riqueza.
Castilla-La Mancha, Región de Murcia, Cataluña, País Vasco, Galicia y Comunidad de Madrid son los territorios en los que en principio se van a poner en marcha distintas iniciativas alrededor de esta idea.
El Valle del Hidrógeno de Cataluña, liderado por la petroquímica de Tarragona; la planta de biocombustibles avanzados de Cartagena o la que también se está construyendo en Bilbao, o los centros tecnológicos de Móstoles (Madrid) y Puertollano (Ciudad Real) son solo algunos ejemplos.