Una reforma fiscal de calado en lugar de otro parche en forma de 'tasa Covid'
Las arcas públicas de la mayor parte de los países necesitan elevar la recaudación fiscal, pero también redimensionar partidas de gastos y costes no esenciales
La factura financiera que la pandemia de Covid-19 está dejando sobre las arcas públicas de la mayor parte de las economías del mundo se ha convertido en un lastre cada vez más pesado cuyas consecuencias se proyectarán más allá del fin de la crisis sanitaria, y lo harán muy probablemente en forma de cicatrices estructurales. El enorme esfuerzo que los Gobiernos han tenido que realizar para tratar de controlar la epidemia, prestar asistencia social, proteger a las empresas y estimular unas economías ahogadas por las medidas de contención se ha traducido en un intenso desequilibrio de las cuentas públicas, un incremento exponencial del endeudamiento, la aprobación de ayudas de cuantía y condiciones históricas y una política monetaria hiperlaxa por parte de los bancos centrales, concentrados en mantener a flote a los Estados. Un año después del estallido de la pandemia, los desmesurados ratios de deuda y déficit público, las sucesivas olas de propagación y la ineficiencia en la gestión de las vacunas –esto último muy evidente en el caso de Europa– apuntan a la necesidad de articular cuanto antes un plan efectivo que permita redimensionar los excesos y esfuerzos que ha exigido esta crisis.
La receta del Fondo Monetario Internacional, hecha pública ayer, plantea una solución en dos tiempos. El primero de ellos pasa por elevar a corto plazo y de forma temporal los impuestos a las rentas altas y a las grandes empresas, a modo de tasa Covid, con el fin de sufragar la factura de la pandemia. Más adelante, en una segunda etapa, el organismo recomienda a los Estados ir preparando planes de consolidación fiscal que permitan rebajar deuda y déficit a medio plazo, así como “preaprobar” reformas tributarias contundentes que vayan marcando una hoja de ruta hacia el reequilibrio financiero, aunque estas tarden varios años en hacerse efectivas.
El análisis del FMI es acertado en su diagnóstico sobre los desequilibrios de las economías y la necesidad de corregirlos, pero no lo es tanto con las soluciones que propone ni con su orden de implementación. Las arcas públicas de la mayor parte de los países necesitan sin duda elevar la recaudación fiscal para alimentar sus ingresos, pero también redimensionar aquellas partidas de gastos y costes no esenciales. La propuesta de diseñar una reforma fiscal de calado es una medida necesaria y que debería ponerse en marcha cuanto antes, en lugar de supeditarla a la aprobación de otro parche fiscal en forma de tasa, que en el mejor de los casos no será aplicable hasta 2022 o 2023, y que aplazará, pero no resolverá, los desequilibrios financieros de las economías y la sombra que proyectan sobre el futuro de sus ciudadanos y sus empresas.