El mundo (laboral) de mañana
La negociación colectiva es el instrumento que puede facilitar la adaptación a los cambios tecnológicos
Stefan Zweig escribió El mundo de ayer. Y ahora, pocos con su maestría, se aventuran a relatar el mundo de mañana. Que es incierto e imprevisible, sobre todo en el terreno laboral.
Quizás este siglo suponga el fin de una era y el comienzo de otra más digital, automatizada, conectada… Una era en la que se derribará toda barrera existente entre lo físico y lo digital, entre el off y el on; pero en la que aparecerán otro tipo de fronteras para no sucumbir ante la invasión de los robots y las máquinas.
Pero en ese mundo (laboral) de mañana, los protagonistas seguiremos siendo las personas, ya que la ambición, el inconformismo, el afán de progreso… únicamente es propio de los humanos. Así como la capacidad de adaptarse rápidamente a las situaciones más variopintas y cambiantes, que ha pasado a ser una de las más valoradas por las compañías. Aunque más que de adaptarse, es cuestión de anticiparse.
Pues bien, precisamente sobre el futuro del trabajo, el organismo que presido en funciones elaboró un informe con el propósito de analizar las implicaciones para el empleo derivadas de un proceso de cambios tecnológicos de naturaleza diferente a otros anteriores, al que se suman cambios también profundos de naturaleza social y económica que interactúan y convergen en un entorno internacional marcado por nuevas fases de la globalización económica, con efectos más que evidentes hoy en día.
En él, entre otras muchas ideas, se constata que la digitalización de la economía impacta en la organización de las empresas y del trabajo, en el nacimiento de nuevos modelos de negocio y nuevas formas de empleo. Y se señala su potencial para generar cambios cada vez más profundos, que también afectan de lleno a las relaciones laborales, presentando oportunidades y retos para las empresas y los trabajadores. Para abordarlos resultará fundamental tener en cuenta cómo está cambiando la organización y la gestión de las empresas en este contexto.
Es oportuno atender a las orientaciones de la OIT cuando señala que responder a esos retos y hacer realidad los principios y derechos fundamentales en el trabajo requiere voluntad política, una gobernanza eficaz del mercado de trabajo y un diálogo social incluyente, todo lo cual remite a la idea de gobernanza del trabajo, clave para afrontar los desafíos y extender las oportunidades.
De ahí la importancia de seguir impulsando el papel del diálogo social y de la negociación colectiva y el enriquecimiento de sus contenidos en relación con los cambios tecnológicos y su repercusión en el empleo y las relaciones de trabajo.
La negociación colectiva, por su naturaleza y funciones, es el instrumento que puede y debe facilitar, en particular, una adecuada gobernanza de las estrategias de adaptación tecnológica de las empresas dinamizando las relaciones laborales en un sentido proactivo, anticipándose a los cambios y a sus efectos.
Ello sin olvidar el papel que han de seguir desempeñando los poderes públicos, que deberán tener en cuenta los continuos y profundos cambios que el desarrollo tecnológico ha provocado en las relaciones laborales.
En ese sentido, resulta necesario recordar el valor del Derecho del trabajo como instrumento para equilibrar las relaciones laborales y ofrecer respuestas a las nuevas realidades de empleo, en la medida en que proporciona una vertebración jurídica de los bienes, los derechos y las obligaciones en presencia.
Sea como fuese, la creación de empleo de calidad y la incorporación al trabajo del mayor volumen de población posible continúan siendo objetivos irrenunciables para el sostenimiento de los sistemas públicos de Seguridad Social. Desde la perspectiva del alcance y la suficiencia de la protección social, resulta preciso seguir avanzando en explorar opciones para que la legislación se adapte a la cambiante naturaleza del trabajo y abordar las brechas en la protección social que están surgiendo al calor de la proliferación de las distintas formas de empleo atípicas.
No obstante, la gravedad del problema del desempleo de larga duración y las perspectivas de futuro apuntan a la necesidad de centrar los esfuerzos en identificar y poner en marcha desde los sistemas de protección social los instrumentos más adecuados para prevenir el aumento del riesgo de pobreza y la ruptura de la cohesión social como consecuencia de las nuevas amenazas sociales ligadas al desempleo y la polarización de los empleos.
En cuanto a la oferta de trabajo en el contexto de la globalización, consideramos que el desequilibrio en la distribución espacial mundial de la población en edad de trabajar, a largo plazo, puede afectar al crecimiento económico y el empleo en distinta medida, dependiendo de la evolución de factores como el avance tecnológico, los movimientos migratorios y el impulso de la educación y las competencias clave para el futuro.
De forma paralela, el envejecimiento de la población activa puede permitir rentabilizar mejor la inversión en formación y la experiencia laboral adquirida, en coherencia con el paradigma de sociedad del conocimiento que se presume que imperará en el futuro del trabajo.
En referencia a los más jóvenes, que desgraciadamente volverán a ser los principales perjudicados de esta crisis que nos acecha, se debe garantizar el acceso a una educación y formación de calidad en todas las edades que permita el desarrollo de las competencias necesarias, en sentido amplio, en el nuevo entorno laboral.
Porque el siglo XXI trae consigo nuevas fronteras del trabajo que debemos atravesar con la vista puesta en el futuro para seguir avanzando y progresando. Porque entre todos escribiremos, o viviremos, el mundo (laboral) de mañana.
Pedro C. Fernández Alén es Presidente en funciones del CES