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Directivos europeos para afrontar la era de la inteligencia artificial

La transformación digital europea requiere a la dirección general la incorporación de nuevas habilidades en el currículo directivo. El libro presenta un catálogo de ideas y acciones para prevenir el declive.

Europa vive tres crisis concatenadas. La política se observa, tras la ejecución del Brexit, en la definición de qué Europa queremos en 2030, qué grado de integración política demanda la sociedad europea y qué sacrificios comunes estamos dispuestos a pagar. No es una decisión unívoca, sino que presenta brechas específicas entre países del Norte y el Sur, entre el Visegrado y el Mediterráneo, entre los austeros y los expansivos, etcétera. La segunda crisis es económica. Las cifras de desempleo, la pérdida de centralidad en las inversiones y el comercio internacional o el empuje de las empresas chinas dibujan un escenario de incertidumbre radical, a escala española y europea. En ambas, la tormenta de la pandemia ha acelerado los problemas y expuesto las debilidades del proyecto. La tercera es la tecnológica, la ausencia de liderazgo europeo en la construcción de empresas y servicios digitales. No menosprecio el poder normativo de la Unión Europea, sino que considero que es insuficiente para liderar el futuro. Es fundamental contar con un marco de protección de derechos fundamentales y asegurar la privacidad, pero ese camino no lleva a la creación de empresas líderes globales, el desacople de la dependencia tecnológica en hardware chino y software estadounidense. Hay que proponer otra Europa, cuyo fundamento ha de ser tecnológico y apalancar las decisiones de las inversiones industriales de los Fondos Next Generation sobre dicha realidad de redes sociales, plataformas, comercio electrónico y servicios digitales.

La lectura del libro “Europa frente a Estados Unidos y China. Prevenir el declive en la era de la inteligencia artificial”, cuyos autores son los profesores de la Universidad de Alicante Luis Moreno y Andrés Pedreño, me ha animado a pensar cómo serán los directivos y los managers de dicha transformación europea. No se trata de incorporar un cursito de redes sociales y marketing digital al caudal de formación de los programas de las escuelas de negocios. El reto es mucho mayor, si aspiramos a mantener en la elite mundial las grandes escuelas europeas. Así, me atrevo a extraer algunas lecciones para un futuro currículo directivo.

Europa en la transición geopolítica. Por tamaño, no compite con China. Por influencia global, no es alternativa a Estados Unidos. Europa, sin el Reino Unido, es aún más pequeña. El proyecto político en marcha, sea en su actual formato de la Unión Europea y las instituciones o en otro por conocer, está en proceso de redefinición. Es ineludible que el directivo conozca las dinámicas de constitución del poder europeo, las tesis alemanas y francesas, la coyuntura populista del Visegrado, así como otros ejes de política internacional que definirán el escenario. A vuelapluma, no imagino un MBA recién graduado que no conozca las bases del conflicto de la UE con Turquía o el impacto del gaseoducto NordStream 2 en las relaciones más o menos tensas con Rusia. Es el riesgo político. El libro apunta una clave estratégica: “la economía digital es el único barco capaz de surcar las aguas en esta tormenta perfecta a la que parece dirigirse Europa” (p.119).

La cultura de la regulación. La Unión Europea ha abonado la tesis de su poder regulatorio, lo difunde y lo recuerda en cada ocasión. En la transformación digital, este poder normativo pierde fuelle, porque siempre llega con retraso. El directivo habrá de trabajar con las instituciones europeas para reducir la complejidad normativa para que la “espiral regulacionista” (p.165) no ahogue las iniciativas emprendedoras, las empresas arriesgadas o la innovación. Europa no puede permitirse “el coste económico que supone impedir el desarrollo y utilización de los servicios digitales” (p.127).

Robots, automatización y empleos. Es la piedra de toque del desarrollo industrial y empresarial. Las instituciones europeas, a través de la documentación de los Fondos Next Generation, ha apostado por el reshoring de industrias esenciales con una lista creciente de sectores e industrias de actividad económica. Al directivo del mañana le pido conocimiento de estas políticas industriales, así como de las carencias del mercado STEM. Mención especial merecen las mujeres (p.253 y siguientes), las grandes ausentes. Los robots destruirán un tipo específico de empleo, al mismo tiempo que creará oportunidades en otros segmentos. ¿En qué cuadrante de oportunidad está la propuesta de negocio actual? ¿Y la futura? En cuanto a la educación, los autores aciertan con una demanda básica de la educación actual es la hibridación de titulaciones. En sus propias palabras, “la hibridación disciplinar de la tecnología con cualquier sector [] para superar cualquier reto profesional. O, sencillamente, trabajar en equipos multidisciplinares de forma eficiente” (p.257). Tal es la cualidad del gestor que aspira a ser un líder de la economía digital.

El ecosistema digital. No es la tecnología, sino el talento. Sobre este principio, hay que promover la apertura de fronteras para atraer personas interesadas en desarrollar sus propuestas de innovación y tecnología en suelo europeo. Es mejor momento del que parece ante las incertidumbres políticas de Estados Unidos, China o el sudeste asiático. La comodidad del estilo de vida europeo es un atractivo fundamental, un activo intangible que debe convertirse en ventaja competitiva. Al directivo le animo a conocer la idea de “minifundismo digital” (p.344) porque detalla los problemas para la escalabilidad y el crecimiento de la economía tecnológica. La mirada estrecha es mala salida para el crecimiento en la economía global.

Directivos públicos profesionales, cuyos perfiles no siempre se circunscriben a un entorno de cuerpos de la administración (p.379). Los autores abogan por una administración líder, que sea capaz de romper dinámicas de la economía industrial. Se trata de contar con directivos públicos que comprendan las dinámicas de la transformación digital, abran las puertas a la colaboración público-privada, incentiven la incorporación de proveedores locales con buenos servicios digitales y rompan burocracias y administraciones distribuidas en silos. Ojalá se cumpla el deseo de un “espacio único de datos” en el seno de la Unión Europea. La administración tiene que impulsar proyectos con tres características fundamentales: escalabilidad, talento dentro y fuera de la universidad y desarrollo de la compra pública innovadora. En los tres casos, la “política de datos abiertos para que empresas e investigadores tengan acceso” (p.386) es la piedra de toque.

En síntesis, estamos ante un libro que sirve de compendio de ideas y propuestas concretas, ejecutables en distintos niveles de la administración. Ante la llegada de los fondos europeos, parece una lectura obligatoria para empresarios y directivos públicos y privados, así como emprendedores y gestores universitarios. ¡Disfruten de su lectura!

@juanmanfredi

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