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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La fortaleza industrial como objetivo de los fondos de recuperación

Las ayudas europeas deben impulsar la creación de un contenido industrial local altamente competitivo y respaldar el sector energético para el futuro

CINCO DÍAS

Es un lugar común afirmar que la recuperación económica, tras el vendaval del Covid-19, pasa por la industrialización de nuestra economía. La carencia de un sector industrial fuerte se nos ha revelado como una debilidad sistémica de gran calado. No es pues un tema menor apostar por una reindustrialización que, en lo que se refiere al mercado energético, es de enorme relevancia porque todo está en profundo cambio: aparecen nuevos modelos de negocio, nuevas tecnologías, nuevos actores, nuevas incertidumbres y, sobre todo, muchas nuevas oportunidades.

Pero, en un entorno internacional tan competitivo, ¿cómo se industrializa un país o, al menos, un sector de su economía? No basta una decisión política para crear industria de la noche a la mañana. La industrialización es una tela de araña que se va tejiendo lentamente, con esfuerzo, sin pausa, conformando un ecosistema favorable que se alimenta a sí mismo a medida que crece y que finalmente lleva a las empresas a decidir producir aquí y no en otro lugar. Y para que esto suceda es clave tener la valentía de responderse a la siguiente pregunta: ¿qué nos hace diferentes y competitivos?

Lo primero es el talento. Para que una industria florezca hay que cuidar el talento propio, identificarlo, dotarlo de medios y permitir que de él florezcan ideas, nuevas tecnologías, nuevas aplicaciones, nuevas mejoras de los productos que los hagan más competitivos. En este sentido, las empresas de clara vocación industrial deberían trabajar codo con codo con los centros de investigación en coordinación con la Administración. No tiene sentido, y no es una estrategia eficiente, que cada actor vaya por su lado. La actividad de I+D+i tiene que estar planificada con una orientación muy clara: hacer a las empresas nacionales más competitivas para que salgan victoriosas más allá de nuestras fronteras. Y para que esto suceda las empresas deben participar en la concepción, diseño y estrategia de los centros de investigación desde el inicio.

Pero el talento, y en nuestro país hay centros de investigación punteros en el mundo, lamentablemente no es suficiente. Desde el talento se inicia la cadena de valor, pero muchas buenas ideas se quedan aparcadas. No es suficiente disponer de avanzados desarrollos teóricos si no somos capaces de crear las condiciones necesarias para convertirlos en proyectos piloto, en test reales de prueba y error, en un primer boceto de producto, ahora ya tangible, medible y real, aunque sea a modo de prueba, para que de ahí se convierta en un producto industrializable. En este sentido, es fundamental crear desde la Administración las condiciones favorables para que las empresas participen en la financiación de los programas piloto de nuestra nueva tecnología. Y las empresas tienen que entender que no todo el peso de esta conversión de I+D+i en producto debe recaer en la Administración. Por lo tanto, es necesario buscar fórmulas innovadoras que sumen esfuerzos, compartiendo riesgos y compartiendo también resultados.

Finalmente, para aumentar nuestra competitividad necesitamos personas bien formadas. Eso se consigue en todos los escalones del sistema educativo, intentando fomentar la excelencia (largo plazo) y estableciendo programas de formación cualificada (corto plazo), para que nuestros trabajadores tengan la mejor formación y podamos, aparte de mejorar la productividad, crear empleos de calidad en industrias sólidas y bien asentadas.

El desastre de la pandemia nos deja muy pocas buenas noticias, pero sin duda hay alguna gran noticia. Por primera vez desde que formamos parte de la Unión Europea se anuncia, en un periodo muy corto de tiempo, la entrada en el sistema financiero español de miles de millones de euros para reactivar y, por qué no, reenfocar nuestra economía.

El sector de la energía está en profundo cambio y gran parte del cambio pivota sobre el contenido industrial de las nuevas tecnologías, desde las nuevas vías de generación como el hidrógeno al almacenamiento, pieza clave para la entrada de energías renovables de forma masiva; desde el vehículo eléctrico a la digitalización de redes. A la creación de un contenido industrial local altamente competitivo deben ir destinada una parte sustancial de los fondos de recuperación, para permitir que el sector energético nacional sea puntero en la nueva era que se avecina.

Y si aceptamos que los fondos de recuperación son una gran oportunidad para la industria, en lo que a energía se refiere, la industria del almacenamiento es sin duda la que tiene una mayor oportunidad de crecimiento. Tanto el PNIEC como la Estrategia de Almacenamiento recientemente aprobada marcan para nuestro país unos objetivos de, al menos, 2,5 GWs en 2030 de almacenamiento electroquímico. Se trata efectivamente de unos objetivos ambiciosos, pero realistas, que para verse finalmente cumplidos será prioritario que integren la mayor parte de la cadena de valor local posible, desde la extracción minera al reciclaje y segunda vida de las baterías, desde la fabricación de componentes al desarrollo de sofisticados modelos de gestión y operación de sistemas, incrementando así la cadena de valor, no solo para autoabastecerse, sino para replicar nuestra experiencia y abrirse así las puertas de los mercados internacionales.

Nos jugamos mucho, nos jugamos un volumen de 2.000 millones de euros al año, con un potencial exportador del 50% y con la posibilidad real de crear al menos 10.000 puestos de trabajo directos y 30.000 indirectos. Todo esto nos jugamos en el envite. Y hay que ganarlo, sin duda. 

Domingo Vegas es Presidente de Grupo Gransolar

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