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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cooperación público privada para impulsar la digitalización

España debe afrontar dos importantes obstáculos, el de la seguridad informática y el de la falta de profesionales suficientemente cualificados

CINCO DÍAS

La pandemia de Covid-19 y las medidas de confinamiento decretadas para controlarla han desatado una crisis histórica que ha teñido de incertidumbre el horizonte económico y social. Pero al mismo tiempo han servido también para acelerar procesos que estaban lejos de haber madurado, como es el caso de la digitalización del tejido empresarial e industrial. La fuerte necesidad de tecnología generada durante los confinamientos y la rápida extensión del teletrabajo y el comercio electrónico, entre otros factores, han permitido avanzar en meses lo que no se había logrado en varios años. Pese a ello, la importancia de impulsar la transformación digital de la economía va más allá de la coyuntura actual, marcada por la crisis económica, y apunta hacia el diseño de un nuevo modelo productivo con la vista puesta en un futuro mayoritariamente digital. La denominada industria 4.0 ya no es un reto más o menos futurista, sino una necesidad estratégica actual, cuyo desarrollo no puede retrasarse más en un mundo que avanza rápida e irreversiblemente hacia ese objetivo.

Como señalaron varios expertos reunidos por este periódico para hablar sobre la cuestión, la economía española se encuentra ahora mismo en una coyuntura óptima para acometer ese proceso, debido principalmente a la oportunidad histórica que suponen las ayudas aprobadas por la Unión Europea para impulsar la recuperación –140.000 millones de los cuales 72.000 son ayudas directas– cuyos grandes ejes son, entre otros, la digitalización y la sostenibilidad. El plan que ha diseñado el Gobierno con la vista puesta en ese montante de ayudas incluye casi medio centenar de medidas agrupadas en torno a diez objetivos estratégicos, entre ellos, lograr una conectividad del 100% en la población española, impulsar la tecnología 5G, desarrollar la digitalización en las Administraciones públicas, acometer la revolución industrial 4.0, mejorar las habilidades digitales en el mercado laboral y potenciarlas por medio del sistema educativo.

Todos los planes estratégicos resultan convincentes sobre el papel, pero prueban su valor en la práctica. En el caso de la digitalización de la economía, España debe afrontar dos importantes obstáculos –el de la seguridad informática y el de la falta de profesionales suficientemente cualificados– cuya superación exige esfuerzo y colaboración tanto de las empresas como de los poderes públicos. Ambos deben trabajar con racionalidad, eficacia y rigor para poner en marcha lo que ya se denomina la tercera revolución industrial.

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