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En colaboración conLa Ley

La crisis del Covid lastra el acceso de los jóvenes abogados a los bufetes

Los expertos culpan al teletrabajo y a la situación económica del frenazo en las contrataciones

Exterior de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.
Exterior de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. LUIS SEVILLANO ARRIBAS

La pandemia sigue empeorando algunos de los problemas endémicos de nuestro país. Uno de ellos es el desempleo juvenil, que se ha disparado en el último trimestre hasta el 40,3%, la cifra más alta desde 2017. Los abogados recién graduados no son ajenos a esta cruda realidad y, como el resto de menores de 25 años, sufren la falta de oportunidades laborales debido a la crisis económica que ya afecta a muchos bufetes. El Covid les ha complicado el proceso de búsqueda de empleo y, cuando logran hacerse un hueco, deben conformarse, por lo general, con contratos precarios. Este sábado, 31 de octubre, se ha celebrado el Día del Abogado Joven, conmemoración que tiene lugar en un momento especialmente difícil para los profesionales recién incorporados al mercado laboral.

Un ejemplo de las dificultades que afrontan los jóvenes letrados lo protagoniza José Manuel Cumbreras, un estudiante que ya ha finalizado el máster de acceso y al que solo le falta superar el examen para poder colegiarse. El aspirante a abogado cuenta que encontró muchas trabas antes de conseguir su primer contrato en prácticas. En marzo, el confinamiento paralizó el proceso de selección de una gran firma a la que pretendía entrar. Unas semanas más tarde, un pequeño despacho canceló, de un día para otro, la entrevista que había concertado con él. “Me contactaron dos meses después para decirme que estaban interesados, pero que ya no podían remunerar mis prácticas”, recuerda. Afortunadamente, en junio consiguió una oferta bien retribuida de de una firma en la que lleva trabajando desde entonces.

Como evidencia la experiencia de José Manuel, los problemas para acceder al mercado laboral empiezan en el primer escalón, en la pasantía. “Antes había bastante facilidad para colocar a los alumnos porque las prácticas se ofrecían mediante acuerdos entre bufetes y universidades, y la remuneración no es tan alta como la que exige en un contrato de júnior”, explica Alberto Cabello, presidente de la Asociación de Jóvenes Abogados (AJA) de Madrid. Ahora, la situación es “desastrosa”, describe, y los estudiantes lo tienen cada vez más complicado para encontrar una firma que les ofrezca esa primera formación.

Una visión que comparte Maia Román, presidenta de la Confederación Española de la Abogacía Joven (CEAJ). “A los alumnos del máster les está siendo muy difícil encontrar un lugar donde hacer las prácticas”.

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El escenario se oscurece aún más a la hora de acceder al mercado laboral con un contrato como júnior. “Aquí hay un problema absoluto”, lamenta Cabello. Hasta el punto, agrega, de que muchos jóvenes letrados se han planteado abandonar la profesión, ya que no les compensa pagar la cuota colegial y una mutualidad “si luego no van a poder ejercer”. Según datos de AJA Madrid, alrededor de 200 letrados se dieron de baja de la agrupación desde que estalló la pandemia. En total, el Colegio de Abogados de Madrid (ICAM) registró entre 1.500 y 2.000 bajas durante ese periodo.

Modelo remoto

El parón de las contrataciones de jóvenes letrados responde a dos motivos. En primer lugar, al impacto económico de la crisis en sí, que ha obligado a muchos bufetes a recortar en este ámbito. “Los despachos están sufriendo, como todos, los efectos de la pandemia”, completa Juan Zornoza, presidente del máster de acceso de la Universidad Carlos III de Madrid. La segunda razón responde al cambio en el modelo de trabajo de los despachos, que han tenido que adaptarse a un formato remoto.

Esto ha dañado significativamente los procesos de formación, donde el seguimiento presencial y el contacto del día a día es clave para aprender la profesión. Para Zornoza, las menos afectadas han sido las grandes firmas, que cuentan con más recursos (económicos y tecnológicos) para remodelar su sistema de aprendizaje. Para los despachos medianos y pequeños, en cambio, “esto está siendo imposible, y directamente no están ofreciendo prácticas”, lamenta.

Las grandes firmas, más resistentes

La paralización de las nuevas incorporaciones está siendo, ciertamente, más leve en los bufetes de mayor tamaño. ¿Por qué? Para empezar, porque el propio modelo piramidal de estos despachos exige integrar un gran volumen de júniors y alimentar de esta forma los niveles superiores. En segundo lugar, porque cuentan con un músculo económico mayor que les permite flexibilizar costes. Y, por último, porque los servicios que ofrecen los despachos, cíclicos y contracíclicos, les posibilita resistir mejor a las épocas de crisis.

Prueba de ello es que, como cuenta Alexander Salvador, vicepresidente del Grupo de la Abogacía Joven de Barcelona, muchos despachos grandes no solo están manteniendo sus programas de empleo para júniors, “sino que además están demandando a más personal en determinados departamentos como laboral, concursal, consumo y nuevas tecnologías”.

Que sean más resistentes, no obstante, no les hace completamente inmunes. En esta línea, Zornoza confirma que algunos bufetes han reducido el número de plazas que ofrecen a los estudiantes. “Una disminución que se verá reflejada posteriormente en las nuevas incorporaciones”, augura.

Confirma este extremo Víctor Canalda, profesor del Máster de Acceso a la Abogacía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Así, el abogado explica que muchas de las estancias temporales que ofrecían las grandes firmas se convertían después en contratos de formación. Algo que ahora ha cambiado. “Está claro que la nueva situación ha distorsionado la absorción de las nuevas remesas de abogados”, concluye.

Emprender, ¿una solución?

Ir por libre y montar un despacho propio puede ser una buena solución para los profesionales que no encuentran trabajo. No obstante, esta alternativa no termina de cuajar entre los jóvenes. “Al contrario que con la crisis de 2011, los letrados no se deciden a emprender sus propios negocios”, observa Maia Román. Esto se debe, principalmente, a la incertidumbre provocada por la pandemia, que disuade a los abogados y los mantiene “a la expectativa”.

Alberto Cabello añade otros dos problemas. Por un lado, que es poco probable conseguir la inversión necesaria en un escenario de incertidumbre como el actual. Y, por el otro, que para llevar un despacho de forma autónoma “es necesario ser autodidacta al 100%”. Esto se consigue, en definitiva, con años de experiencia laboral y una formación dilatada. “Si acabas de salir del máster de acceso o llevas pocos años en el mercado, difícilmente vas a poder montar un bufete propio”, concluye.

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