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Los cinco focos de atención para el inversor en el otoño

Los bancos centrales, las elecciones en EE UU, la búsqueda de la vacuna o las tecnológicas seguirán marcando el paso de los mercados

El 'ticket' demócrata para la presidencia de los Estados Unidos, Joe Biden y Kamala Harris.
El 'ticket' demócrata para la presidencia de los Estados Unidos, Joe Biden y Kamala Harris.Reuters

El terreno de juego que encontrarán los inversores tras el parón estival va a ser muy similar al previo a las vacaciones, que ya quedó patas arriba con el estallido de la pandemia del coronavirus. La evolución de los contagios va a seguir marcando a fuego los mercados financieros y el impacto económico de la pandemia continuará siendo el gran indicador que tomen los bancos centrales en sus decisiones de política monetaria.

La actuación de la Fed y el BCE, que salieron al rescate de las economías en marzo, será observada con lupa con los inversores, ya que ambas instituciones se reúnen en septiembre. Sus mensajes serán la gran referencia para la toma de decisiones de inversión, pero también habrá otra cita de calado, como las elecciones presidenciales en EE UU de noviembre, que auguran más volatilidad en los meses previos.

En todo caso, la gran esperanza para la remontada económica seguirá siendo el hallazgo de una vacuna efectiva y su pronta puesta en circulación. El mercado se seguirá moviendo a golpe de esas expectativas y marcado por dos de los grandes cambios, ya estructurales, que deja la pandemia: el auge imparable de la tecnología y la consolidación de la inversión sostenible. Volverán a ser tendencias de inversión para este otoño y también en el largo plazo. 

El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell.
El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell.AP

Bancos centrales en alerta permanente y dispuestos a más estímulos

Los bancos centrales están echando el resto en la presente crisis. Su respuesta ante la parálisis de las economías en el mes de marzo por la pandemia y la fuerte inestabilidad financiera de aquellos días fue inmediata y fulminante y ha ido además en aumento. No cabe ya ninguna duda de su compromiso con el crecimiento y de sus esfuerzos para la salida de la crisis. Han conseguido ya su objetivo solo en parte, facilitando los estímulos con los que garantizar un acceso a la financiación barata y un mercado financiero estable, en el que las alzas de las primas de riesgo o los derrumbes bursátiles no sean el inicio de una espiral de deterioro imparable. De hecho, el efecto ha sido tal que los multimillonarios anuncios de compras de deuda han sido el punto de partida para un inesperado rally en la renta fija y para el rebote desde mínimos de la renta variable.

Septiembre trae dos nuevas citas monetarias de calado, la reunión del BCE del 10 de septiembre y la de la Reserva Federal de los días 15 y 16. Será el momento de evaluar si son necesarias nuevas medidas extraordinarias, después de que el análisis reciente de estos bancos centrales sobre la situación económica no sea en absoluto complaciente.

Por lo pronto, la Fed acaba de hacer esta semana toda una declaración de principios. Ha anunciado una revisión de su estrategia en la que se implica a fondo con el objetivo de lograr el máximo nivel de empleo y con la que adopta un objetivo de inflación más flexible. Podrá subir por encima del 2% durante un tiempo sin que ello suponga una amenaza para la estabilidad de precios y un consiguiente endurecimiento de la política monetaria.

En definitiva, la Fed se da más margen para mantener los tipos de interés bajos durante más tiempo aunque suban los precios y responde así a la evidencia observada con anterioridad a esta crisis de que más empleo no ha implicado un ascenso en el coste de la vida, en un mundo dominado por nuevas tendencias como la digitalización o el envejecimiento de la población, que presionan los precios a la baja.

La adopción de esta nueva estrategia, que ya en sí misma lanza el mensaje de una política acomodaticia para el largo plazo, podría ser un obstáculo para un aumento inminente de las compras de deuda, según apuntan desde Citi. La Fed ya se ha mostrado reacia al control de la curva de tipos, con el que establecer un tipo fijo para un determinado plazo, dirigiendo sus compras de deuda hacia ese activo. Y se ha mostrado tajante en su rechazo a los tipos de interés negativos. Septiembre será la ocasión de confirmar su postura.

Más incógnitas rodean al BCE. La institución ha avanzado que empleará la totalidad de su programa extraordinario de compras por la pandemia, de 1,35 billones, y que está dispuesta a actuar de nuevo con más medidas si fuera necesario. En julio no movió ficha, a la espera de nuevos datos económicos. Y septiembre será el momento de lanzar nuevas previsiones, en un tercer trimestre que se está viendo impactado por los rebrotes y ante la amenaza de más desempleo e impagos. En Bank of America ya prevén que el BCE anuncie en diciembre otro aumento en su plan de compras por medio billón de euros, hasta finales de 2021.

Un químico trabajando en los laboratorios de Astrazeneca, en la inversión para conseguir una vacuna contra el Covid-19.
Un químico trabajando en los laboratorios de Astrazeneca, en la inversión para conseguir una vacuna contra el Covid-19.Reuters

Vacuna: la nueva ‘carrera espacial’ con premio Gordo para el ganador

La primera vacuna contra el Covid-19, que ha sido aprobada en Rusia y que se empezará a aplicar de forma masiva en octubre, se llama Sputnik-V. Y no es casual. Vladimir Putin ha elegido el nombre del primer satélite artificial de la historia, que la Unión Soviética lanzó al espacio en 1957 adelantándose transitoriamente a Estados Unidos en la carrera espacial que ambas potencias mantuvieron durante la Guerra Fría. En la carrera por la vacuna contra el coronavirus hay más contendientes, hay millones de vidas que se pueden salvar y también la posibilidad de que las empresas que la desarrollen obtengan una fuerte revalorización bursátil.

Aunque hay 167 vacunas en diferentes estadios de investigación, solo seis han entrado en la fase III de ensayos clínicos. Las más destacadas son la de la empresa estadounidense Moderna, la de la china CansiNo Biologics, y la que desarrollan conjuntamente la Universidad de Oxford y la farmaceútica británica Astrazeneca.

La vacuna china registró hace 10 días su patente, una semana después de hacerlo Rusia. En lo que va de 2020, el valor de las acciones de la compañía CansiNo (que cotizan en la Bolsa de Hong Kong) se han multiplicado casi por cinco, al pasar de 60 dólares hongkoneses hasta tocar un máximo de 271 dólares el 31 de julio. En agosto, coincidiendo con los avances de la vacuna rusa, sus títulos han caído un 25%.

Algo parecido ha ocurrido con la estadounidense Moderna. Inició el año con sus acciones cotizando por debajo de los 20 dólares y a finales de julio llegaron a venderse a cerca de 100 dólares. Desde máximos, su valor ha caído un 33%.

“Tratar de jugar la carta de invertir en la compañía que va a desarrollar la vacuna es una lotería. Ni los más expertos saben quién va a ganar la carrera”, explica Juan Martínez, cogestor del fondo de inversión Abante Biotech, especializado en el segmento de las nuevas firmas de biotecnología.

El gigante británico Astrazeneca ha visto cómo sus acciones subían un 50% desde los mínimos de marzo (en el momento más duro de la pandemia), hasta el máximo de mediados de julio.

La semana pasada, la multinacional suiza Roche anunció un acuerdo con el laboratorio estadounidense Regeneron para fabricar y distribuir una vacuna contra el Covid-19.

El mercado de las vacunas mueve cada año 35.000 millones de euros y está muy concentrado. Cuatro compañías (GSK, Pfizer, Sanofi y Merck) controlan el 66%. Los más veteranos de esta industria muestran serias dudas sobre la aceleración del proceso de validación de las vacunas. Lo habitual es dedicar 10 años desde las fases iniciales hasta su implantación y ahora se quiere hacer el proceso en menos de 12 meses. Además, los costes de desarrollo son muy caros y los precios que pagan los gobiernos por las dosis son muy ajustados.

Getty

Tecnología: el sector más claramente beneficiado por la pandemia

Cuando se analizan los mejores fondos de inversión de los tres últimos meses, o de los tres últimos años, aparecen los mismos nombres: fondos especializados en compañías tecnológicas. La pandemia del coronavirus ha sacudido los cimientos de las economías de todo el planeta, ha llevado a la quiebra absoluta a millones de empresas y ha obligado a los gobiernos a disparar su endeudamiento pero, para las compañías que ofrecen servicios digitales, entretenimiento en pantallas o comercio online, ha sido un maná caído del cielo.

El gigante Amazon (que además de vender por internet tiene una división de almacenamiento en la nube y servicios para empresas AWS, y otra de cine y series en streaming, Prime Video) reportó un beneficio trimestral entre marzo y junio (coincidiendo con la primera oleada del Covid-19) de 5.200 millones de dólares (4.390 millones de euros), prácticamente el doble de lo registrado en el mismo periodo de 2019. El fabricante de tarjetas gráficas y consolas, Nvidia, ha batido su récord de ingresos trimestrales, superando los 3.000 millones de dólares, un 50% más que en el segundo trimestre de 2019.

Otras grandes tecnológicas están en esta misma dinámica. Los ingresos de Facebook (dueño de Instagram y Whatsapp) crecieron un 11% en el segundo trimestre (hasta los 18.700 millones de dólares. El mismo incremento tuvieron los ingresos de Apple, en su caso, hasta casi rozar los 60.000 millones de dólares (50.600 millones de euros). En solo tres meses.

La pandemia está cambiando los hábitos de consumo y de ocio en todo el mundo. Los ciudadanos prefieren acudir menos a tiendas físicas o centros comerciales, para evitar aglomeraciones. Pasar más tiempo en casa y menos en restaurantes. Los viajes al extranjero han salido casi de los presupuestos familiares... Y, en cambio, se consumen más series, más juegos de ordenador y los mejores teléfonos o mejores portátiles por si vuelve el confinamiento. Y las aplicaciones como Zoom, Citrix o Microsoft Teams se han vuelto fundamentales para las reuniones virtuales de trabajo.

En el caso de Zoom, el valor de sus acciones se ha multiplicado por cinco en lo que va de año. Las de Citrix “solo” un 28%.

El fenómeno no es solo estadounidense. Los gigantes tecnológicos chinos también han disparado su valor. Tencent se ha revalorizado un 46% en 2020. Y las acciones de Alibaba, un 33%.

El tamaño que han alcanzado las llamadas FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google) es tal que algunos legisladores norteamericanos temen que alcancen posiciones de oligopolio que pongan en peligro la libre competencia. El problema es que para estos gigantes, Estados Unidos ya no es sino un mercado más y su campo de juego es el mundo entero.

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Inversión sostenible: una tendencia que el virus ha vuelto impresindible

La inversión socialmente responsable no para de ganar adeptos. El último, el ex gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, que el miércoles fichó como vicepresidente de la gestora canadiense Brookfield y máximo responsable de este tipo de inversiones. Al inicio de la crisis del Covid-19 algunas voces se preguntaban si la grave situación no llegaría a acabar con “la moda” de las inversiones verdes. Sin embargo, pasados unos meses, el dinero ha seguido fluyendo con fuerza hacia fondos que tienen en cuenta este tipo de criterios extrafinancieros a la hora de invertir. Y las compañías que tienen presentes estos criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) han demostrado que generan más rendimientos que las que no los tienen.

Por una parte, la pandemia provocó una parálisis en la actividad económica que agravó el desplome de los precios de los combustibles fósiles. Las acciones de las compañías petroleras han sufrido mucho durante el último año. En cambio, las compañías que más relevancia han cobrado en los últimos meses son las tecnológicas, con una huella de carbono muy inferior. Aplicaciones como Zoom o Citrix han facilitado reuniones de trabajo o familiares, evitando millones de toneladas de emisiones de carbono.

“Las crisis como la del Covid-19 hacen que las empresas traten de identificar cuáles son los riesgos no financieros más importantes y cuánto pueden afectar a los resultados de la compañía”, explica Meredith Jones, socia y líder global de inversión socialmente responsable de la firma Aon.

La segunda parte de la ecuación ESG es la parte social. En este caso, las empresas que mejores rendimientos han tenido suelen coincidir con aquellas que tienen una mayor preocupación por la salud de sus trabajadores y por ayudar en las comunidades donde operan.

La apuesta de las grandes gestoras de fondos, bancos y aseguradoras por la inversión ESG es evidente. “Las primeras semanas del coronavirus percibimos el debate sobre si decaería el interés por las inversiones socialmente responsables. Pero hemos comprobado que lejos de frenarse la transición a hacia este tipo de inversiones, se está acelerando”, explicaba recientemente Aitor Jáuregui, máximo responsable en España de BlackRock, la mayor gestora del mundo, con casi siete billones de euros bajo gestión. La firma hizo una apuesta muy importante por la ESG en enero y la mantiene con firmeza.

Un estudio de la firma de análisis de fondos Morningstar comparó hace unos meses la rentabilidad de los fondos que utilizan criterios ESG, frente a los que no lo hacen y, en el 80% de los casos, los primeros obtenían una mayor rentabilidad. Demostrando así que la sostenibilidad no está reñida con los rendimientos financieros.

Elecciones en EE UU: más volatilidad para un dólar débil con Wall Street en máximos

El riesgo político era prácticamente un desconocido en la inversión en activos estadounidenses. Aun al contrario, la llegada en 2016 de Donald Trump a la Casa Blanca –que en principio fue recibida con temor y desconcierto en el mercado– significó la prolongación del rally bursátil iniciado en Wall Street en 2009, tras tocar fondo con la quiebra de Lehman Brothers. Los beneficios fiscales concedidos por Trump a las empresas fueron todo un regalo para las cotizaciones, mientras en la atribulada zona euro siempre había un motivo de inquietud entorno a la política, ya fuera el Brexit, los desafíos presupuestarios de Italia o el auge generalizado de los euroescépticos.

La pandemia del coronavirus ha cambiado las tornas y si bien Wall Street ha continuado marcando máximos históricos –gracias especialmente al tirón de los gigantes tecnológicos–, los inversores han apreciado una mejor gestión de la crisis sanitaria en Europa que en EE UU. Además, el acuerdo logrado en la UE para lanzar un fondo de reconstrucción por 750.000 millones de euros ha sido todo un revulsivo para el proyecto europeo y un refuerzo de su credibilidad ante los inversores. El principal efecto en mercado de todo ello ha sido la debilidad del dólar frente al euro, que puede verse agravada con la celebración de las elecciones presidenciales de noviembre en EE UU.

Los bancos centrales son la referencia indiscutible para los inversores pero la lucha de poder por la Casa Blanca va a ser también una cita destacada. Y fuente de una mayor volatilidad para los próximos meses, según coinciden en destacar los expertos. El demócrata Joe Biden lidera las encuestas, pero el pulso con Trump va a ser duro y va a estar marcado por la imprevisible evolución de la pandemia.

“Si es elegido Biden, su programa electoral debería respaldar en última instancia la recuperación, pero los inversores pueden temer un sesgo político demasiado a la izquierda”, opina Yves Bonzon, director de inversiones del banco suizo Julius Baer. Después de todo, al mercado estadounidense le ha ido muy bien durante la legislatura de Trump, que va a poner toda la carne en el asador para impulsar la economía, y la Bolsa, en la recta final de su mandato.

Chriss Iggo, director de inversiones de la Gestora AXA Investment Managers, prevé una mayor debilidad del billete verde y un período de creciente volatilidad ante la carrera electoral. Esty Dwek, jefa de estrategia de mercados de Natixis IM Solutions (Natixis IM), también cree “probable que las elecciones en los Estados Unidos traigan consigo una mayor volatilidad a medida que se acerquen, pero no una caída brusca. Además, las ganancias del segundo trimestre, hasta ahora, han demostrado ser mejores de lo esperado”.

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