Covid-19, es hora de hacer balance
En la gestión de la pandemia ha habido errores graves que es necesario corregir, pero también nuevas oportunidades que hay que aprovechar
La historia de la humanidad está llena de momentos clave que marcaron un antes y un después. La crisis de la pandemia actual es ya uno de ellos y ahora, anegados por el barro de la incertidumbre y de la crisis económica que ya nos atenaza, es difícil ver el momento con perspectiva, pero es necesario para poder superarlo. El siglo XXI no está siendo fácil, si consideramos la crisis económica de 2008 y ahora esta. Pero ¿lo fue el siglo XX? En el 14 una guerra mundial, inmediatamente después la gripe, en el 29 el crac económico, en el 36 la Guerra Civil española, en el 39 la Segunda Guerra Mundial...
Esa capacidad de resiliencia para salir adelante y enfrentar nuevos horizontes y superar adversidades hay que recuperarla en estos momentos. La pandemia del coronavirus nos ha reafirmado en la convicción de que entramos en una nueva era donde nada será igual, como por otra parte viene sucediendo con cada avatar histórico de envergadura.
La nueva etapa arrancará cuando lo decidamos. Estamos por tanto en el preludio de una nueva etapa histórica. Será tan volátil como acostumbran a ser estos bruscos cambios de ciclo, aunque también nos brindará la oportunidad de conducirnos hacia un segundo Renacimiento si sabemos tomar las decisiones correctas.
Si queremos trabajar el futuro deberemos hacer un balance serio, pero no cainita, de lo que no ha funcionado bien. Sin duda, ha habido errores graves que deberemos evitar y corregir.
1. Ningún Gobierno de ningún país supo identificar la pandemia, ni siquiera las autoridades sanitarias globales y locales cuyo trabajo es precisamente ese.
2. Ante la emergencia, las estructuras sanitarias, administrativas, la coordinación y la logística se han mostrado sobrepasadas y poco ágiles en su reacción pues estaban insuficientemente dotadas y preparadas.
3. En este contexto de imprevisión, los gestores de la crisis no han actuado de forma eficiente. Han hecho lo que han podido dadas las circunstancias, lo cual tal vez sea mucho, pero no ha sido suficiente si tenemos en cuenta el número de muertos y el desastre económico.
4. En esta valoración general, y a nivel mundial, hay algún notable, algún aprobado, muchos suspensos y varios ceros clamorosos a los que todos somos capaces de poner nombre.
5. Las organizaciones multilaterales no han estado en su sitio. Ni han aportado soluciones ni han sido escuchadas ni han sabido impulsar sentidos reales de pertenencia. Una triste conclusión que se evidencia ante el sálvese quien pueda que hemos vivido a nivel mundial y que aún vamos a experimentar durante un tiempo hasta que la población del mundo esté vacunada.
6. El relato científico y los portavoces técnicos han hecho demasiado evidente que iban aprendiendo de la pandemia a la vez que los espectadores, desgastando su credibilidad y generando mayor incertidumbre.
7. Por si todo esto no bastara, en casi todos los países la lucha y el debate político partidista, localista, descoyuntado y ofensivo ha invadido todos los espacios, ha entorpecido las decisiones y el trabajo de quienes luchaban contra la pandemia, y ha incrementado los peores temores de los ciudadanos.
También hay conclusiones positivas y aprendizajes que nos van a ayudar a planificar el futuro.
8. El confinamiento nos ha vuelto más sociales, solidarios y emotivos. La ciudadanía sale reforzada de la crisis sanitaria, y ojalá consiga consolidarse mucho más tras la crisis económica.
9. Hemos recuperado igualmente el orgullo por nuestros servicios esenciales, encarnados por tantos y tantos profesionales que han dado un ejemplo extraordinario de compromiso. Afortunadamente una lista muy larga que encabezan médicos y asistentes sanitarios y que componen otros servicios vitales, pero normalmente no tan reconocidos, de los que depende de manera clara no solo nuestro día a día, sino nuestra supervivencia.
10. La nueva etapa histórica puede y debe ser la de la sociedad civil y sus empresas. Los empresarios y los medios de comunicación también se han reivindicado durante la pandemia. Han hecho gala de la mejor y más completa versión de los derechos que representan, los mismos que la propia Constitución les atribuye y reconoce.
11. Han surgido también portavoces empáticos, sinceros, capaces de asumir errores, de mostrarse vulnerables y de comprometerse con sus conciudadanos y el bien común. Y los ciudadanos los han reconocido y valorado rápidamente.
Estamos, en suma, ante otra de las encrucijadas de la historia. La globalización se consideraba irreversible, pero las fronteras, los cordones sanitarios y el recelo hacia el otro pueden llevarnos a un nuevo auge del proteccionismo, que ya despuntaba pujante en muchos países al acabar 2019. La digitalización, la tecnología y la innovación no han sido determinantes en la prevención y el control de los contagios en este caso, pero hemos aprendido y lo serán en el siguiente. Y además serán las auténticas claves de la recuperación económica. En torno a la disrupción tecnológica va a determinarse una parte sustancial de la capacidad de crecimiento de los países a medio y largo plazo.
Querámoslo o no, el coronavirus va a suponer un punto de inflexión en nuestras vidas. Nos tocará replantearnos la sociedad de masas, las aglomeraciones o el turismo por impulso, al igual que las formas cotidianas de trabajo, ocio y consumo. Seremos quizá más introspectivos e individualistas, pero también más solidarios, inclusivos y colaboradores. La sociedad civil y las empresas deben dar un paso adelante en esa reflexión, en un entorno donde la comunicación leal, el propósito corporativo y los valores sociales resultarán decisivos. De nosotros depende cómo hacerlo. Será momento de decidir si queremos seguir anclados en el frentismo endémico, tan del siglo XX y en ocasiones incluso tan decimonónico, o si por una vez queremos mirar al futuro y prepararnos para afrontarlo juntos, con garantías de éxito. En el nuevo siglo todos tenemos una historia. Va siendo hora de que la protagonicemos juntos.
José Antonio Llorente es Socio fundador y presidente de LLYC
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