Pablo Iglesias y los peligros del león enjaulado
El pueblo quiere a todos los partidos juntos con un plan de reconstrucción y el PP tiende a Sánchez la trampa de que un cambio de Pablo es posible
El barómetro del CIS a colación de la crisis del coronavirus debería hacer cambiar de actitud a los líderes políticos, pero parece imposible. La situación es extrema y está en juego el presente y el futuro de varias generaciones, puesto que la hipoteca para salir se amortizará en décadas. En este escenario, los representantes del pueblo están enzarzados en peleas de gallo de menor cuantía.
El Gobierno es el que tiene el papel más difícil, ya que tiene que gestionar la pandemia de hoy y, a la vez, el plan de reconstrucción de mañana. Es una tarea hercúlea para cualquier Gobierno, pero especialmente para uno muy débil, en coalición con reconocidos becarios e independentistas. Sin duda, lo tuvo más fácil el gran Mariano Rajoy con su mayoría absoluta en 2011.
Pedro Sánchez no tiene otra alternativa que ganarse la confianza de los demás. Lo primero que tiene que procurar es que Pablo Iglesias no boicotee su gestión. Después, buscar la vía que sea para convencer a Pablo Casado. Para ello quizás el presidente del Gobierno pueda recurrir a los oficios de Inés Arrimadas, seguramente quien mejor está leyendo la dimensión del reto.
La política va a tal velocidad que hoy ha quedado totalmente desfasado el titular de esta página del pasado 6 de marzo: “Por qué Iglesias ha entendido el mensaje y Arrimadas nada”. Tan desfasado que hoy, seis semanas después, firmo lo contrario. Entre medias, el coronavirus pasó de ser una gripe común (qué lástima) a la peor pandemia en siglos.
Era la España del preconfinamiento y la Arrimadas precongresual, cuando se arreaba con el clan de Valladolid, el tándem Francisco Igea-Luis Garicano, por el liderazgo del partido. Ahora, Arrimadas, armada de inteligencia y habilidad, hace propia la principal propuesta de sus contrincantes (diferenciarse del PP) y está dispuesta a olvidar “para que no triunfen las ideas de Podemos”. Bienvenida; no lloremos más por la oportunidad perdida.
En mes y medio, Pablo Iglesias parece otro. Pese a la apariencia de Cáritas diocesana, trasmite la misma paz que un león enjaulado expuesto al sol. Llegó a la crisis tocado con el crecimiento de su ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, a quien regateó el éxito del acuerdo del SMI.
Pero lo peor ha venido con los celos por la exposición del presidente del Gobierno y su comité de crisis para meter al país en casa. La continua exposición de Pedro Sánchez y los cuatro ministros que gestionan la crisis sanitaria –Salvador Illa (Sanidad), Fernando Grande-Marlaska (Interior), José Luis Ábalos (Transportes) y Margarita Robles(Defensa)– le han sacado de quicio.
El líder de Podemos ha provocado comparecencias sin contenido, en las que quiso hacerse cargo, por ejemplo, de las residencias de mayores inventando una coordinación de las consejerías de Bienestar Social de las comunidades. Enseguida, ante el cúmulo de fallecimientos, Madrid y Cataluña pasaron los geriátricos a las consejerías de Sanidad. Iglesias desapareció de esta desgracia, que explica que España encabece el ranking mundial de mortalidad por habitante.
Esta semana han continuado los paseos del león a la sombra de los barrotes de la jaula. El martes, tras una reunión con el presidente del Gobierno (no duermo pensando en Paul Churches) consigue entrar en el comité de crisis mediante la ampliación a todos los vicepresidentes. ¡Qué éxito! Si todo el Consejo de Ministros es crisis.
De paso, le saca a Sánchez el compromiso de que el mínimo vital que el Estado va a pagar a un millón de familias será en mayo. No es momento de trivializar, pero imagínense a los políticos Pedro y Pablo repartiendo dádivas, que firmamos todos, solo faltaba, pero sin hacer ni un número. Para eso tienen a Nadia Calviño, María Jesús Montero, José Luis Escrivá y Yolanda Díaz, que saben que ni llegan ni da. Da igual, el dúo de las letras debe pensar que se lo van a meter a los alemanes envuelto en coronabonos.
El miércoles, para no dar cuerda a la faltona portavoz de Vox, le espetó que están obsesionados con Venezuela y La Sexta. Al día siguiente, ayer por la mañana, se sentaba delante de Antonio Ferreras para responder a su compañero de Gobierno José Luis Escrivá, que antes había hecho lo propio con Àngels Barceló en la Cadena SER. Qué hacemos para encajar letra y números del mínimo vital.
Esta semana, Pablo Iglesias ha evidenciado que no se encuentra. Como no tenía frentes, el mismo día que se vio con Pedro Sánchez, el 14 de abril, aniversario de la proclamación de la Segunda República, se despachó con un mensaje absolutamente impropio de un vicepresidente del Reino de España. Pero si volvemos a lo que quieren los españoles, la posibilidad de que Pedro Sánchez haga un trueque de Pablos para meter en el Gobierno a Casado y el PP y sacar a Iglesias y Podemos es una oferta trampa. Puede encantar al Círculo de Empresarios, pero, además de falsa, sería un error monumental para Pedro Sánchez. Confirmaría lo que siempre dice Ciudadanos, que no es de fiar. El Gobierno solo tiene una opción: sumar.
Pero para convencer al PP, Casado tiene que abandonar el aznarismo y retornar al marianismo que le hizo crecer. Casado no puede tener de guía espiritual a José María Aznar, cuyo “extremismo y retórica excéntrica” llevaron a que la revista norteamericana Foreign Policy le considerara en 2010 uno de los cinco peores expresidentes del mundo, honor que compartía con el socialdemócrata alemán Gerhard Schröder. La sentencia era por su actitud tras dejar la política, tal que hoy, no por su gestión en Moncloa.
No se equivoquen, el problema de Sánchez no es Casado, es Iglesias, que sigue sin enterarse que es el Gobierno, no una parte del Gobierno (“el presidente del Gobierno y yo”, “mi equipo y yo”). Su desorientación es muy mala noticia y como dije hace mes y medio, Pablo Iglesias no es oveja mansa que se ordeña cada mañana. Quiere reinar.
Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información y profesor de la Universidad Complutense
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