Hacer pasajero el daño al empleo dando facilidades a los empleadores
Los expedientes de regulación temporal de empleo se cuentan por miles y provocarán una cascada de parados en marzo
Marzo será el mes con peor desempeño en materia de empleo de la historia del país, que bien podría ser superado en abril y quizás en mayo. Los sindicatos hablan de un millón de empleos perdidos este fatídico mes, una cifra de auténtico miedo que deja en anécdota los registros destructivos de la primavera de 2009. Entonces, en solo tres meses, medio millón de personas fueron al desempleo por el derrumbe súbito de la construcción. De aquella fue la crisis financiera mundial la que precipitó el colapso, y ahora es la paralización de toda la actividad fundada en la relación entre personas, sea el comercio o el turismo, además de toda la construcción y manufacturas consideradas no esenciales decretada el fin de semana. Los ERTE se cuentan por miles, y aunque muchos llegarán al registro en abril, provocarán una cascada de parados en marzo, que proseguirá después en el caso de quien renuncie a utilizar el permiso retribuido sacado de la chistera por el Gobierno para aflojar el recurso al desempleo.
La intención de los ERTE es limitar la suspensión del empleo un mes, dos meses quizás si se prolonga la cuarentena, para retomar la actividad ulterior de inmediato, entre otras cuestiones porque está prohibida su prolongación. Ojalá tal cosa sea posible, pero no se debe olvidar que España tiene una dependencia especial de la actividad turística, tanto interior como exterior, y no hay que descartar que una prolongación de la parálisis pueda dar al traste con la recuperación de los servicios este año. En tal caso, buena parte de las suspensiones de empleo pueden convertirse, en contra de los deseos de los empleadores, en ajustes estructurales de plantilla, o lo que es peor, en quiebras de empresas. La regulación de los ERTE por fuerza mayor, de resolución rápida, impide el despido en los seis meses siguientes a la causa, pero si no hay mimbres para una recuperación rápida de la economía, se antoja una condición imposible.
Ante esta eventualidad, hay que proporcionales flexibilidad ulterior para ajustarse con rapidez a las circunstancias, sean contractivas o expansivas, para mantener o recuperar los niveles de empleo previos a esta crisis. Tras gastar ingentes cantidades de dinero en prestaciones, amerita un programa de estímulos a la contratación ex novo, además de mantener los mecanismos que en la reforma de 2012 facilitaron la adaptabilidad de las plantillas, y meter en el cajón definitivamente las contrarreformas. El empleo es el primer activo para mantener los ingresos fiscales y cotizaciones, y debe ser estimulado, aunque sea con bajadas unitarias de impuestos, acompañados por un pacto de control de los costes laborales, y, como en el pasado, de los salariales también.