En momentos de incertidumbre: ¿qué hago con mis inversiones?
La hoja de ruta para no tomar malas decisiones pasa por mantener la calma, pensar en nuestros objetivos y poner la situación en perspectiva
En jornadas como las que estamos viviendo, con los principales índices cayendo entre un 30 y un 40% desde sus máximos anuales por el avance del COVID-19 y con la volatilidad disparada, muchos inversores se preguntan qué tienen que hacer con sus inversiones en estos momentos y, sobre todo, buscan que alguien les diga cuándo se va a estabilizar el mercado.
La primera cuestión sí tiene respuesta y, muchas veces, no es la que nos esperábamos. Generalmente, la solución que más nos va a beneficiar a largo plazo pasa por no hacer nada, es decir, mantener nuestra cartera sin cambios porque si nuestros objetivos personales no han cambiado, nuestras inversiones tampoco deberían hacerlo.
La segunda cuestión es más complicada. Es imposible intentar predecir cuándo va a cambiar la tendencia en los mercados. Nadie tiene la bola de cristal, por lo que es imposible hacer predicciones a futuro sobre lo que va a pasar en el mundo y, mucho menos, sobre cómo van a reaccionar los mercados. Lo único que hoy por hoy sabemos de antemano es que el mercado se va a recuperar, la única incógnita está en poner una fecha en el calendario.
La emocionalidad en los mercados
Cuando los mercados se desploman, nuestro primer instinto es huir. Los momentos de pánico bursátil y de incertidumbre nos suelen poner más nerviosos de la cuenta, lo que nos lleva, muchas veces, a tomar malas decisiones de inversión.
¿El motivo? Nos dejamos llevar por nuestras emociones, actuamos de forma irracional y se nos olvida pensar a largo plazo. Esto sucede porque, como recuerda Belén Alarcón, socia y directora de asesoramiento patrimonial de Abante, tenemos estructuras cerebrales de millones de años preparadas para pensar en el corto plazo, una realidad que agrava los momentos de incertidumbre.
Richard H. Thaler, premio Nobel de Economía 2017 por sus estudios y aportaciones en el campo de la economía conductual, defiende que nuestros sentimientos y otros sesgos y experiencias que arrastramos del pasado afectan a las decisiones de inversión que tomamos y lo hacen, además, sin que nos demos cuenta, como si estuviera en nuestro ADN.
Es por todo ello que, cuando vemos fuertes caídas en los índices, queremos salirnos del mercado cuanto antes para evitar perder más dinero, en lugar de mantenernos invertidos y esperar a que a llegue la recuperación. Esto se explica porque solemos infravalorar las subidas y sobrevalorar las pérdidas, es decir, nos duele mucho más perder dinero que lo que nos alegra ganarlo.
Este comportamiento suele tener un coste enorme para nuestro bolsillo. Por ejemplo, quien se mantuvo invertido en el S&P 500 desde el año 1996 hasta el 2016, obtuvo una rentabilidad anualizada del 7,85%; quien se salió perdiéndose los 5 mejores días ganó un 5,64%, es decir, más de 2 puntos menos de rentabilidad. Y es que cuando abandonamos el mercado en momentos de caídas esperando un mejor precio para volver a entrar nos arriesgamos a que ese mejor momento nunca llegue y el mercado esté mas caro. Hacer market timing nos puede salir bien una o dos veces, pero es muy probable que no tengamos suerte siempre.
¿Cómo evitamos dejarnos llevar por nuestras emociones?
Con calma y profesionalizando nuestras inversiones. Contar con un asesor financiero que nos ayude a entender la situación, poner distancia y valorar cómo afecta lo que está pasando a nuestras inversiones es fundamental para ganar tranquilidad y evitar tomar malas decisiones de inversión.
En los momentos de gran incertidumbre es vital que nuestro asesor financiero nos acompañe y nos haga un seguimiento de cómo van evolucionando los mercados y nuestras carteras, sin caer en el error de obsesionarnos cada día con el valor liquidativo diario. Este proceso nos va a ayudar a contextualizar las caídas de los mercados dentro de nuestro perfil de riesgo y estrategia de inversión a medio y largo plazo.
Es decir, nos va a ayudar a recordar que la volatilidad es una cualidad más del mercado que a veces hay que sufrir para llega a la rentabilidad objetivo marcada. La historia nos demuestra que el mundo nunca está en pausa, por lo que es imposible predecir los futuros acontecimientos. Ahora es el coronavirus, pero hemos pasado por el SAARS, la gripe aviar, el ébola, sin olvidarnos de la crisis financiera, de la burbuja tecnológica o de otros acontecimientos geopolíticos que no se esperaban, como el Brexit. Todos fueron episodios que impactaron en el mundo, pero que ya hemos dejado atrás.
Entonces, si estoy invirtiendo para dentro de unos años, ¿estas caídas me van a afectar? Esta es la pregunta que debemos hacernos en estos momentos de gran incertidumbre. Y es que si nuestras inversiones son el resultado de un ejercicio de reflexión y planificación financiera en el que hayamos fijado nuestras metas, nuestra cartera estará bien preparada, con un perfil de riesgo y una distribución de activos adecuada y alineada con nuestros objetivos personales y con nuestro horizonte temporal de inversión.