Una política de bonus y dividendos propia de una banca responsable
El sector financiero español debe ser especialmente sensible a las recomendaciones de Fráncfort
Al igual que en años anteriores, en realidad, sin apenas variar una coma, el BCE ha iniciado 2020 recordando a los bancos la necesidad de asegurar el cumplimiento de los requisitos de capital que la normativa europea impone al sector financiero. El supervisor ha enviado dos cartas a cada entidad en las que aconseja una política “prudente” y “conservadora” en el reparto de dividendos y en el pago de remuneraciones variables. Fráncfort asevera que financiar la economía es la primera función de la banca, pero que una estrategia sobria en estos dos ámbitos resulta imprescindible para gestionar de forma razonable el riesgo financiero y para garantizar la solidez del sistema bancario. Ello supone que los bancos solo deben hacer efectivos esos pagos si ese desembolso no afecta a su solvencia y no les impide seguir acreditando los requisitos de capital aplicables en cada caso, así como cumplir con lo establecido en el proceso de revisión y evaluación supervisora. Como hizo a principios de 2019, el BCE divide a las entidades en tres grupos, en función de su grado de saneamiento. A los dos primeros se les recomienda repartir beneficios netos, aunque de forma conservadora, de forma que puedan seguir cumpliendo la normativa de capital incluso si se deterioran las condiciones económicas y financieras. Por el contrario, al tercer grupo, el menos saneado, se le aconseja no repartirlos. Un esquema similar se aplica respecto al pago de remuneraciones variables.
Aunque las directrices de Fráncfort están dirigidas a toda la banca europea, hay países, como España, en los que el sector financiero cumple con menos holgura los requisitos de capital y debe ser, por tanto, especialmente sensible a este llamamiento. Es justo reconocer que la mayor parte de la banca española ha seguido una política prudente a la hora de retribuir a sus accionistas y ha prolongado la fórmula del dividendo en acciones más allá de lo previsto inicialmente. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de la retribución variable, donde se han cometido algunos excesos, si no lo suficientemente graves como para poner en jaque la solvencia de las entidades afectadas, sí lo bastante serios como para debilitarla y dañar la imagen del sector. Resulta difícil conciliar un discurso corporativo en el que se insiste en la pérdida de rentabilidad provocada, entre otros factores, por la política de tipos bajos de Fráncfort y una regulación muy exigente, y al tiempo seguir pagando unas retribuciones que se corresponden con excesos propios del pasado y no con la eficacia y el rigor que hoy deben caracterizar al conjunto de la banca europea.