Un ‘impeachment’ con sabor electoral
El proceso de destitución de Trump llenará de ruido la campaña, pero también puede ser una cortina de humo que se esfume en el Senado
Con el panorama demócrata actual, Donald Trump ganaría las elecciones”, dijo Michael Bloomberg cuando los demócratas anunciaban que procedían el impeachment (proceso de destitución) del presidente. El multimillonario Bloomberg ha sido el último en sumarse al elevado número de candidatos demócratas que quieren derrotar a Trump en las elecciones de noviembre de 2020. Bloomberg, mostrando poco aprecio por sus colegas, apuntilló: “Trump se los comería con patatas”. Sus palabras, obviamente, se refieren a los demás (Biden, Warren, Sanders, etc.) y sugieren que el único candidato demócrata capaz de derrotar al actual presidente es él. De alguna manera, ninguneó a sus colegas porque el mensaje subliminal era: “El resto necesitan el impeachment para vencer a Trump, porque no dan la talla”, versus Bloomberg, rico, como Trump, y también de Nueva York. Es decir, Michael Bloomberg se basta a sí mismo para vencer a Donald Trump en las urnas y el resto de candidatos demócratas tienen que agarrarse al impeachment como un clavo ardiendo, porque no tienen alternativa.
Se trata de un punto de vista opinable, pero se entiende mejor que la complejidad del proceso de impeachment que los demócratas arrancan, con dos causas. Bloomberg sabe que las encuestas, hoy, (1) dan a Trump más posibilidades que a todos los candidatos demócratas; (2) aunque son menos los que aprueban su gestión que los que la desaprueban, Bloomberg sabe que el presidente está fuerte en economía.
Parece contradictorio, pero el mismo día en que Nancy Pelosy anunció el impeachment, también dio un balón de oxígeno a Trump al apoyarle en el nuevo tratado de comercio con México y Canadá (USMCA). Dos realidades paralelas: una, la del proceso de destitución, que como Bloomberg ha puesto de manifiesto, busca quitar de en medio a Trump para que no pueda presentarse las elecciones; otra, la de la vida diaria de los norteamericanos, que gira en torno a la economía y al empleo. Ante ese una de cal y otra de arena, la explicación de Pelosy fue clara, pero no beneficiosa para su partido en las elecciones: “queremos apoyar al trabajador americano y, por eso hemos votado a favor de la propuesta del presidente”, dijo.
La cosa no acaba aquí: Trump tiene pendientes de aprobación cuatro leyes antes de que acabe el año y, posiblemente, recibirá el apoyo demócrata. Aparentemente resulta esquizofrénico, pero cuando se elige presidente, también se renueva una parte de las Cámaras del Congreso y hay candidatos demócratas moderados a quienes vendrá bien en campaña aludir a la responsabilidad del partido a la hora de aprobar leyes que benefician a sus votantes, aún a costa de apoyar a Trump. En paralelo, el proceso de impeachment, que anticipamos aquí hace más de dos años. Los demócratas se han lanzado, tras dos meses de investigación. El resultado es impredecible.
Las causas del impeachment no son obvias para el pueblo americano. Será el cuarto proceso de este tipo en la historia de EE UU. Al menos en dos de ellos, el pueblo (también los expertos) conocían la temática: Nixon estará siempre asociado al Watergate –ordenó a la CIA espiar a los demócratas, destruyó pruebas, etc.–, pero Nixon dimitió antes de que el proceso culminase. Clinton y Monica Lewinsky han pasado a la historia, juntos. Algunos creen que el motivo de su impeachment –que no salió adelante por un voto a su favor en el Senado– fue su relación extramarital con Lewinsky, pero no fue así: al jurar (en privado y en TV) que no “había mantenido relaciones con esa mujer”, la causa de su destitución fue perjurio. Mintió a todos a la cara, negando acusaciones ciertas, juró en vano sobre su negación de la verdad y, finalmente y entre lágrimas, hubo de reconocer que mintió a todos, “especialmente a su mujer”.
Con el paso de los años, Clinton es un presidente con buena imagen y asociado a la prosperidad y al crecimiento económico de los años 90 y Nixon es recordado por perder las elecciones –y el primer debate televisado– frente a Kennedy, un resentido que mintió a la nación sobre el Watergate y sobre Vietnam y que pensaba que “lo que haga el presidente está bien, aunque suponga saltarse la ley”.
Trump será investigado por, supuestamente, haber incitado al presidente de Ucrania a investigar a un rival político (Joe Biden y su hijo Hunter) a cambio de ayuda económica y de un encuentro entre presidentes. Y por, supuestamente, haber impedido que nueve testigos hablaran ante el Congreso, y, por tanto, se le acusa de “obstrucción al Congreso” –que no a la justicia–. El proceso solo ha sido incoado, por lo que vale la pena esperar al cómo se desarrollen los acontecimientos. Los testigos presentados por los demócratas son exembajadores nombrados por Trump en Ucrania y la Unión Europea. Y agentes del FBI y otros funcionarios. Los motivos de impeachment a Trump afectarán a un candidato demócrata, Biden, porque los republicanos también investigarán lo que él, como vicepresidente de Obama, pudo haber hecho en Ucrania y lo que permitió hacer a su hijo (“supuestamente”).
Sin prejuzgar nada, con prudencia, pareciere que Bloomberg no anda desencaminado. Los demócratas podían haber buscado otras causas de impeachment más sólidas para desbancar a Trump. Será una campaña electoral empañada de investigaciones e informaciones sobre el proceso de destitución. Pero esto será una cortina de humo que podría esfumarse en el Senado, donde los republicanos tienen mayoría.
Al final, quedarán las preocupaciones económicas de los norteamericanos y dos candidatos empresarios millonarios (Trump y Bloomberg) que ofrecerán a la ciudadanía sus recetas para solucionarlas.
Jorge Díaz Cardiel es Socio director de Advice Strategic Consultants y autor de ‘Hillary vs. Trump’, ‘Trump, año uno’ y ‘Trump, año de trueno y complacencia’