La ciencia, una carrera de fondo (y de obstáculos) para las mujeres
Las investigadoras lamentan la escasa presencia femenina en puestos de responsabilidad y creen que los estereotipos de género pesan sobre las promociones
Sophie Germain (París, 1726-1821) fue una matemática autodidacta. Realizó notables aportaciones en diferentes áreas como la teoría de los números o la teoría de la elasticidad. Trabajó en solitario, ya que la comunidad científica la rechazaba por ser mujer. Cuando tenía 13 años y en contra de la opinión de sus padres, acomodados comerciantes que le ponían todo tipo de dificultades para que abandonara sus estudios, comenzó a leer los trabajos del matemático italiano Joseph-Louis Lagrange, con el que quiso comunicarse. También sabía que no le prestaría atención a una joven que deseaba ser matemática por el hecho de ser mujer, así que decidió suplantar la identidad masculina de uno de los exalumnos del profesor, Antoine-Auguste Le Blanc.
Lagrange enseguida quiso conocer al autor de aquellos magníficos trabajos, y le propuso una reunión. Germain tuvo que dar a conocer su verdadera identidad, y consiguió que el maestro se convirtiera en su mentor. Sin embargo, la humillación más terrible se encuentra en la Torre Eiffel: en ella el arquitecto Gustave Eiffel inscribió los apellidos de 72 investigadores, todos varones, que realizaron aportaciones a la construcción. El nombre de Sophie Germain no figura entre ellos, a pesar de su contribución en el campo de la teoría de la elasticidad.
Casi dos siglos más tarde, las mujeres no tienen que esconderse detrás de pseudónimos masculinos para poder desempeñar una carrera científica, pero sí siguen sorteando demasiados obstáculos para tener reconocimiento y llegar a la cima. Lo sabe bien la bióloga Patricia Fernández Calvo (Santiago de Compostela, 1979) al frente de un proyecto en el Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas de la Universidad Politécnica de Madrid sobre el desarrollo de azúcares vegetales que activan las defensas de las plantas. Este estudio ha sido uno de los galardonados en la XIV edición de los premios a la investigación que concede el programa L’Oréal-Unesco for Women in Science.“La vida de un investigador es muy emocionante. En general, es una carrera de fondo, debido a que siempre tenemos que estar sobreviviendo debido a que no tenemos la financiación que nos gustaría tener. Y, en el caso de las mujeres, es una carrera de obstáculos. Cuando empezamos a estudiar y al comienzo de la actividad laboral estamos casi al 50% de hombres y mujeres, pero a medida que se llega a los puestos de dirección estos están ocupados por varones”. Cree que la maternidad, nunca la paternidad, penaliza las carreras de las mujeres que se dedican a la actividad científica. “Es todo un drama. Se nos sigue teniendo en cuenta, pero se prioriza al hombre. A lo largo de tu carrera vas reclamando más independencia, tener tu propio espacio, pero todos tus interlocutores son hombres y ellos tienden a priorizar a otros varones. Existe el estereotipo de que las mujeres no tenemos ambición y que priorizamos la maternidad a nuestra carrera, y no es cierto, se pueden compaginar ambas facetas”, asegura esta bióloga, madre de dos hijos.
A medida que se va escalando en la pirámide, los puestos de representación, esto es, catedráticas, jefes de servicio o de proyectos, direcciones de investigación, están mayoritariamente ocupados por hombres. “El número de mujeres, en esos cargos, está entre el 20% y el 25%, es un dato anecdótico, ya que desde hace 20 años la mayoría de los estudiantes son mujeres. Esta situación es preocupante y se refleja en los comités, en las comisiones y grupos de trabajo en los que se toman decisiones políticas en las que no estamos representadas”, explica Carmen Fenoll, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), quien cree además que el hecho de que las comisiones sean paritarias no significa que tengan una perspectiva de género. “La escasa presencia de mujeres en puestos prestigiosos, por cuestión de género y no por formación, puede explicar la velocidad de caracol que tiene la carrera de las investigadoras, ya que los avances han sido muy lentos”, agrega esta doctora en Ciencias Biológicas, que encontró en la Universidad Autónoma de Madrid a una mentora clave en su carrera, a Francisca Fernández del Campo. “Una mujer que no solo me enseñó ciencia, sino que me formó en cómo funcionaba la política de departamentos, y sobre todo dejó que me confundiera, algo esencial en nuestra carrera”, detalla esta portavoz, que cree insostenible para el sistema que los investigadores obtengan un puesto de trabajo estable con más de 40 años. “Es absurdo. Es más fácil conseguir un empleo fijo en Francia, con el mismo currículo, que aquí, aunque confío en que se resuelva, porque el dinero que se destina a investigación no es gasto, es una inversión”.
Es lo que reclama otra de las galardonadas por la firma francesa de cosmética: Cristina Romera (Jaén, 1982), del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en Barcelona, que estudia las nuevas formas de degradación del plástico marino. “Deberíamos tener más estabilidad y no llegar a los 40 en una situación tan precaria, porque falta financiación para que los jóvenes investigadores puedan tener capacidad para solicitar proyectos, y no tengan que irse fuera de ·España”, afirma Romera, que después de realizar su tesis doctoral trabajó en la Universidad de Viena y en la de Miami. Regresó con una beca de retorno y espera quedarse en su país. “España necesita científicos y ciencia”, agrega esta oceanógrafa. En Reino Unido realizó el postdoctorado Verónica Torrano (Barcelona, 1978) tras licenciarse en Bioquímica. Disfruta de una beca Ramón y Cajal, “no muy competitiva, pero tengo claro que quiero hacer ciencia en España”, afirma la investigadora, que trabaja en el departamento de Bioqúimica y Biología Molecular de la Universidad del País Vasco, intentando descifrar las vías de comunicación que gobiernan la progresión tumoral del cáncer de próstata. Cree que muchos de los males que rodean a la ciencia en España se debe a los escasos recursos que se destinan a ella, “el 1,2% del PIB, por debajo de muchos países, y lo que se reclama es el 2%, que tampoco es tanto, si se tiene en cuenta el beneficio que se obtiene, ya que se recuperaría mucho talento que se ha tenido que marchar fuera”.
Quien ha hecho el camino a la inversa es Sara Cogliati (Milán, 1982), que estudia las características clínicas específicas del sexo en las enfermedades cardiovasculares en el Centro de Investigaciones Cardiovasculares, aunque su intención es regresar en algún momento a Italia, donde la situación, asegura que es parecida en términos de precariedad e igualdad. “Tenemos que hacernos hueco en un mundo como la ciencia, que es muy masculino, hay que empujar y tener conciencia de que podemos conseguirlo”, asegura esta profesional, que tiene a su lado a su hija recién nacida.
De visibilización y de ambientes intimidantes habla Marta Melé, investigadora en biomedicina del Barcelona Supercomputing Center, que analiza las variaciones de los genes entre los individuos y sus implicaciones en el cáncer de mama. “Tenemos muchas más dificultades que los hombres debido a los sesgos sociales que existen. Se piensa que la mujer no tiene ambición, que priorizamos más la vida personal, y no es cierto. Yo tengo ambición por la ciencia, y necesitamos ser más visibles, y eso lo conseguimos siendo líderes en nuestro campo”, añade esta investigadora, madre de dos hijos, que realizó su doctorado en Harvard.
Sirva como anécdota para ilustrar todo lo anterior que las cinco mujeres premiadas por sus trabajos de investigación recogieron el galardón acompañadas por los responsables del proyecto o del departamento en el que trabajan, todos ellos varones.
Y si algo recalca el presidente de L’Oréal España, Juan Antonio de Lomas, es que “el mundo necesita ciencia y la ciencia necesita mujeres”. Porque como decía una de las científicas pioneras en España, Margarita Salas, fallecida el 7 de noviembre: “un país sin investigación es un país sin desarrollo”.
Datos clave
Presencia de mujeres en investigación en España. Según datos de 2017 registrados en el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, el 42% del personal investigador en todos los organismos públicos de investigación (OPIs) son mujeres. Sin embargo, destaca la escasa representación femenina en la escala de mayor rango en investigación: el 23% en el grado A (en los citados organismos agrega al profesorado de investigación y a los catedráticos de universidad); y el 21% de catedráticas en las universidades públicas, que asciende al 28% de los campus privados.
Máxima responsabilidad. Solo el 12,5% de mujeres ocupan un puesto de directoras generales o presidentas de OPIs, y tan solo el 8% ostenta el cargo de rectora de universidades públicas.
Medidas de igualdad. El 96% de las universidades públicas cuentan con una unidad de igualdad de género. En el caso de las privadas es del 66%.