El eléctrico, el sector que más recorta emisiones
La mayor cuota renovable y la menor quema de carbón, entre las razones
El sector energético es el que más ha avanzado en el proceso de descarbonización de su actividad y, por tanto, el que registra el mayor recorte de emisiones de gases de efecto invernadero en los últimos 30 años: 496 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono (CO2) entre 1990 y 2017, según un informe de Eurostat de agosto pasado –con datos de 2017– sobre el grado de cumplimiento de los objetivos climáticos de la UE para 2020.
Este salto se debe a la mayor presencia de renovables, que supone hoy en la UE el 17,5% del consumo de energía final, tras su drástica reducción de costes y el fomento de políticas de apoyo para su desarrollo tecnológico, destaca el documento. Pero también por el endurecimiento de las exigencias medioambientales con regulaciones que penalizan la quema de combustibles fósiles. Sin embargo, pese al progreso y a que el transporte es el único que no ha hecho los deberes (los gases continúan aumentando), el sector sigue siendo el responsable de la mayor parte de las emisiones totales (26,3%), apunta.
Pese al salto, es la actividad que más CO2 emite
Los objetivos para 2020, a la vuelta de la esquina, el primer escalón de la larga senda hacia la neutralidad de carbono en 2050, establecen la reducción del 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a los niveles de 1990, alcanzar una cuota igual de renovables en el consumo de energía final y mejorar un 20% la eficiencia energética.
La Unión Europea es optimista y afirma que “está en al camino de conseguirlo”, a pesar de que las emisiones de CO2 han subido en los últimos años con la recuperación (bajaron durante la crisis por la menor actividad) y de que el ritmo de incremento de eólica y solar es menor, reconoce el informe. La cuestión es que no todos los países ni todos los sectores avanzan a la vez, algunos van con retraso, como también el análisis de cumplimiento de Bruselas (se espera la próxima actualización en 2020).
La tasa de energía limpia se sitúa en el 17,5% en la UE y prevén que llegará al 20% en 2020
Y como el clima no puede esperar –las inundaciones, incendios, altas temperaturas... son cada vez más frecuentes–, la ONU ha hecho un llamado para que en la COP25, que se celebra esta semana y la próxima en Madrid, los Estados eleven su ambición y revisen sus compromisos al alza para poder limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5 grados respecto de los niveles preindustriales y evitar así consecuencias graves.
La eficiencia energética es otra asignatura pendiente. Ante la poca acción y las deficiencias en calefacción (edificios) y refrigeración, la Comisión Europea ha elevado la meta al 32,5% para 2030. Pero ¿cuál es el balance del sector en España? ¿Qué están haciendo las empresas?
El avance en España tampoco se ha hecho por voluntad propia. “No es casualidad que los sectores que han hecho mayores esfuerzos sean el eléctrico y la industria, porque están obligados a comprar derechos de emisión en el mercado de CO2 desde 2005 [al igual que el de aviación]; la CE se ha encargado de subirlo desde los 5-7 euros a 25. Pero sobre todo el eléctrico, gracias a la penetración renovable y a que ha desaparecido prácticamente el carbón del mix de generación al caer también el precio del gas”, explica Jorge Sanz, presidente de la Comisión de Expertos para la Transición Energética y director asociado de la consultora Nera.
Este escenario es el que ha llevado, por ejemplo, a Endesa y Naturgy a cerrar sus centrales de carbón y a elevar sus inversiones en tecnologías limpias. La firma que dirige José Bogas acaba de anunciar, tras la revisión de su plan estratégico 2019-2022, que repartirá menos dividendos para destinar esos recursos a renovables. Así, de los 7.700 millones de euros que prevé invertir en dicho periodo, 3.800 millones serán para eólica y solar. La intención es que representen el 60% de su mix de producción, desde el 40% actual, hasta los 10.200 MW. El objetivo es una producción libre de emisiones en 2050.
La compañía que preside Francisco Reynés prevé al cierre de 2019 una inversión de 1.000 millones en renovables, lo que aumentará un 82,8% su potencia instalada con respecto a 2018, hasta los 2.052 MW. Su idea es triplicarla a 2022. A esto se suma las medidas de ecoeficiencia en las plantas de generación y en las infraestructuras de transporte y distribución, indican.
Más electrificación
Para Sanz, el reto es electrificar: “Estas innovaciones limpias solo se pueden consumir a través de la electricidad, que apenas supone el 25% de toda la demanda de energía; el gas, el 23%, y el resto es derivado del petróleo. Mira todo el recorrido que nos queda para sustituir los combustibles fósiles”, avisa.
Aunque, para lograrlo, dice, hay que abaratar el consumo eléctrico, la factura. En este punto, propone una reforma estructural antes que subvenciones. Es decir, eliminar de la tarifa los costes extrapeninsulares (700 millones) y que se carguen en los Presupuestos, “es solidaridad territorial”, al igual que los de las renovables y cogeneración (7.000 millones). “Además de los consumidores eléctricos, que no son los únicos que los han inducido, deberían asumirlo los de gas y los de petróleo. El reparto sería del 25%, el 23% y el 52%, respectivamente”, defiende.
O la deuda, también a los Presupuestos; si no, que se mantenga en la factura, pero a cuenta del término de potencia y no del de energía, que perjudica el consumo, insiste. Y lo más importante, la reforma fiscal, porque “la electricidad está penalizada y los combustibles fósiles, subvencionados”. Lo que debe ser diseñado –considera– por el Ministerio para la Transición Ecológica, no por Hacienda, ya que “su prioridad es recaudatoria”.
“Para alcanzar un modelo sostenible es necesario electrificar la economía, dado que es la vía para mejorar la eficiencia e introducir renovables y no emisoras de CO2. El acceso a una electricidad fiable y asequible es indispensable para evitar que determinadas regiones en el mundo se decanten por usar energías intensivas en carbono al no existir otras alternativas”, apuntan desde EDP.
Esta empresa, que mantiene sus centrales térmicas después de haber realizado las inversiones medioambientales requeridas, pretende que su capacidad de energía verde sea del 90% en 2030, desde el 80% actual (21 gigavatios), y que sus redes sean 100% inteligentes, entre otras.
La apuesta de Iberdrola es ahora por la eólica marina en el norte de Europa y EE UU, con proyectos en cartera superiores a 10.000 MW. La firma que dirige José Ignacio Sánchez Galán dedicará al negocio renovable el 39% de los 34.000 millones de inversión prevista a 2022. De hecho, acaba de anunciar la construcción de un hub en Reino Unido que albergará los tres proyectos que tiene en East Anglia y que suman en total 3.100 MW, con una inversión de unos 7.600 millones. Su potencia renovable total instalada es de 30.900. En España prevé instalar 3.000 MW.
Con 2020 a la vuelta de la esquina, todos miran ya a 2030. Y España, en tanto, lucha por recuperar su liderazgo renovable.
Penalizar a los más contaminantes
Joaquín Garralda, decano de ordenación académica de IE University y experto en sostenibilidad, cree que el mercado de derechos de emisiones es la mejor herramienta para la descarbonización económica. “Anima no solo a reducir, sino también a invertir para cambiar la tecnología”, sostiene. El problema es que los países no han establecido aún un mecanismo homogéneo de precios por la falta de acuerdos.
“Por ejemplo, Alemania promovía elevarlos, pero, al final, lo dejó en 10-15 euros, cuando tiene que estar más cerca de 40 para que las empresas vean interesante cambiarse de un sistema a otro”, lamenta.
Esta es la principal medida que defiende Acciona, “un precio al carbono que redirija la inversión de Gobiernos y empresas hacia modelos de producción y consumo más limpios”.El 69% de su ebitda ha contribuido a la mitigación del cambio climático al generar en 2018 22.087 GWh renovables que evitan 14,7 millones de toneladas de CO2.
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