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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La herencia de Draghi para la era Lagarde

El desafío técnico actual es de dónde sacar margen de maniobra cuando con las herramientas actuales queda tan poco

Christine Lagarde y mario Draghi durante la despedida de este como presidente del BCE.
Christine Lagarde y mario Draghi durante la despedida de este como presidente del BCE.GettyImages
Santiago Carbó Valverde

Dice un refrán italiano: “o mangiar quella minestra o saltar quella finestra” (o te comes la menestra o sales por la ventana). Parece que los designios de la política monetaria del Banco Central Europeo han sido esos: o comíamos QE o la economía saltaba por los aires. El protagonista, Mario Draghi. Cuando accedió a la presidencia del BCE, afrontaba un panorama complicado. En pocos meses, la crisis de la deuda soberana se iba a recrudecer. No le tembló el pulso. Pero le ha temblado menos aún la voz. Su “haré lo que sea posible y, créanme, será suficiente” es ya el ejemplo más claro de cómo las señales sobre la guía futura de acción (forward guidance) pueden bastar para restaurar la calma. Carisma, independencia y sobriedad formal han sido rasgos de su presidencia. Como él mismo insistió antes de su salida, la búsqueda de consenso en el seno del Comité Ejecutivo del BCE ha sido también un empeño con resultados generalmente satisfactorios. Excepto en el tramo final del mandato. Ha crecido la disensión. Que decaigan los estímulos está llevando mucho tiempo y el romano, aunque estoico, deja tras de sí un debate abierto sobre si el QE está durando ya demasiado.

En medio de este tenso clima llega Christine Lagarde. La parisina es un icono del mundo económico-financiero. Antes lo fue del político. Comparte con Draghi prestigio y carisma. Pero tal vez le vaya a costar más a la nueva presidenta envolverse de ese blindaje tan propio de los bancos centrales. No tengo duda de que lo hará en las cuestiones más dogmáticas propias de su cargo, como la prudencia a la hora de medir las palabras sobre el entorno financiero y las decisiones de política monetaria. Pero le será más complicado separarse de su arraigado planteamiento crítico sobre la política económica en los estados miembros del euro. Tiene Lagarde, por lo tanto, dos herencias que gestionar, la de Draghi y la suya propia.

Pocos días después de tomar posesión, la nueva presidenta del BCE ya ha dejado su impronta al lanzar una ácida crítica para que haya expansión fiscal en aquellos países de la eurozona que cuenta con “espacio para maniobrar”. Se refirió en particular a Alemania y Francia, para señalar que sus superávits fiscales les permitirían hacer muchos más estímulos de los actuales. Y fue más lejos, al acusarles de “falta de solidaridad”. No es una sorpresa que los banqueros centrales pidan en los últimos años que los gobiernos hagan su papel para relanzar el crecimiento y la inflación. Se pueden encontrar referencias en casi cada comunicado de Draghi o Powell en los últimos años.

Lo que ahora hace Lagarde es dar un paso más que parece bastante astuto. En particular, si se pretende avanzar hacia una normalización financiera y económica es importante que el foco se vaya retirando, progresivamente, de los bancos centrales y se oriente a los gobiernos. Aunque la receta parece ser la misma menestra de QE de Draghi, Lagarde parece optar por un dicho más francés: “Autre temps, autres mœurs” (otros tiempos, otros modos). Los críticos del lado de los halcones, como Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, han respondido señalando que la nueva cabeza visible del BCE debe ceñirse a su “estrecho mandato”. No parece que Fráncfort esté ahora para hacer muchos amigos. Economistas del prestigio de Olivier Blanchard han lanzado dos advertencias. La primera, que el grado de disensión no va a reducirse. La segunda, que los bancos centrales se están quedando sin munición, pero tienen que disimularlo para evitar que se extienda el miedo.

Lagarde también ha comenzado respondiendo a los críticos. Ha indicado que ha sido (y sigue siendo) importante proteger el crecimiento de la economía y la búsqueda da la inflación para evitar el colapso… y que eso es más crucial que proteger los intereses de los ahorradores. No obstante, hay que recalibrar si los efectos positivos siguen dominando sobre los negativos (véase, por ejemplo, el número 272 de Cuadernos de Información Económica de Funcas).

El desafío técnico actual es de dónde sacar margen de maniobra cuando con las herramientas actuales queda poco. Puede que el BCE se plantee cambiar su objetivo de inflación para que haya más espacio para estímulos, o como mera señal a los mercados de que las subidas de tipos de interés tardarán en llegar.

No será sencillo seguir ese camino. También se sugiere que la confrontación dialéctica iniciada por Lagarde –exigiendo más acción de los gobiernos– es adecuada. Sin embargo, no está exenta de riesgos porque puede exceder su mandato y enviar señales de disensión a los mercados.

Al complicado entorno de dimes y diretes en los órganos de gobierno del BCE se añaden ahora otro tipo de debates que Lagarde va, seguramente, a incorporar, porque así lo ha sugerido. Entre otros, el de realizar una política monetaria “más verde”, vigilando que las inversiones que realiza el BCE (o que puedan realizarse a partir de sus instrumentos de liquidez) no se dirijan a actividades que contribuyan al cambio climático. Demuestra valentía en este frente (por la que ya ha sido criticada, entre otros por Weidmann) al sacar a la palestra un debate inevitable en el mundo financiero. Más política y más valentía en el BCE. Mezcla interesante y también arriesgada.

Santiado Carbó es Catedrático de Economía de CUNEF y Director de Estudios Financieros de Funcas

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