Sobre gigantes y aranceles
La guerra de China y EE UU supera lo comercial y podría condicionar los mercados incluso tras un acuerdo
Tanto la bolsa como la economía están molestos con una incertidumbre económica que no parece tener fin. Mientras que los bancos centrales hacen lo que pueden para asegurar condiciones financieras favorables, la ralentización global resta visibilidad y con menos de un año hasta las elecciones presidenciales en EE.UU., las empresas tienden a posponer nuevas inversiones.
Cabe pensar que la disputa arancelaria sólo sea uno de los muchos aspectos de una rivalidad entre dos superpotencias; responde a la clásica batalla entre lo que podría llamarse el orden establecido (EE.UU.) y una potencia emergente (China). Sin conocer todas las ramificaciones posibles ni el desenlace final, estamos viviéndola en directo. Y muy probablemente no se trate de un evento puntual, si no de un proceso largo y con escasa probabilidad de cerrarse con la simple imposición de aranceles y/o con un eventual acuerdo comercial.
A finales del 2017, Estados Unidos nombra a China como un “competidor estratégico” en su National Security Strategy y el presidente americano comenta que “Por primera vez, nuestra estrategia reconoce que la seguridad económica equivale a la seguridad nacional.” Más reciente es la lista negra emitida por la Casa Blanca de compañías chinas que necesitan el “visto bueno” del gobierno americano para poder comprar componentes en Estados Unidos. Sobre la mesa están la posibilidad de imponer restricciones al flujo de capitales hacia China y la imposición de trabas para compañías chinas que cotizan en las bolsas americanas.
Menos comentado es el abandono del tratado sobre misiles de medio y largo alcance (firmado entre Gorbatchev y Reagan en 1987) por parte de EE.UU. en agosto del 2019. Desde entonces, el Pentágono habla abiertamente del posible estacionamiento de misiles en puntos estratégicos en Asia.
La mencionada “lista negra”, China como “competidor estratégico” y el abandono del tratado sobre misiles son hechos. En lo demás, podría tratarse de simples bravuconadas, posiblemente destinadas a ser descartadas más adelante. Veremos. Pero la suma de los hechos y de las ideas contempladas no deja de evocar paralelas históricas (p. ej. las tensiones que hubo con la Unión Soviética en los años 60). ¿Guerra fría 2.0 a la vista?
Mientras que el apoyo por parte de los bancos centrales parece incondicional, el mini-acuerdo del 11 de octubre resulta ser un balón de oxígeno temporal para los mercados: no repara el lastre de los aranceles existentes y simplemente aplaza, pero no elimina, nuevas medidas potencialmente más dañinas aún. Más importante, al no ser un acuerdo definitivo, tampoco despeja la incertidumbre, por lo que el parón de la inversión empresarial se mantiene. De prolongarse la situación, la creación de empleos podría verse mermada y terminar por poner en entredicho la buena salud del consumidor americano (que aporta el 68% del PIB americano). La bolsa americana no lo vería con buen ojo.
La Reserva Federal estima que el mero efecto de la incertidumbre creada alrededor de la disputa comercial restaría un 1% del PIB americano en 2020. Por otro lado, el FMI calcula que la activación de todos los aranceles americanos (actuales y pendientes) restaría hasta un 1,6% del PIB chino y terminaría por lastrar el crecimiento de toda la región.
Juntos, China y Estados Unidos suman el 39% del PIB global y producen el 88% del crecimiento global: por definición, el feudo arancelario entre estos dos gigantes económicos se hace sentir en todo el planeta. En el contexto, no sorprende que el FMI haya recortado sus previsiones de crecimiento global hasta el 3,0% para 2019, la proyección más baja de los últimos 10 años.
Por ahora, el S&P500 sigue aferrándose a los máximos históricos: apoyándose en condiciones financieras favorables y en tuits presidenciales, mantiene la esperanza de que el conflicto arancelario se zanje pronto. Un eventual acuerdo comercial duradero mejoraría el sentimiento y la bolsa no dudaría en celebrarlo, a pesar de beneficios corporativos estancados y de datos macroeconómicos en declive. Lo cierto es que el trasfondo de la mencionada rivalidad entre las dos superpotencias seguirá condicionando la inversión para rato. Más aún, si se abriera otro frente con la eurozona.
Rolf Mueller es Asesor de Estrategias de Insignium Iberia EAFI