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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El ejercicio de largo plazo que supone invertir para el retiro

La planitud de los tipos recomienda asumir más riesgo, como el de la renta variable

España es un país en el que sus moradores tienen excesiva fe en el sector público y dejan mayoritariamente en manos de la provisión estatal la fuente de renta de su jubilación. Hasta ahora nunca la Seguridad Social ha dejado de abonar una pensión, y no lo ha hecho pese a que arrastra unos muy apremiantes problemas financieros, que irán a más a medida que la maduración demográfica someta a los máximos grados de estrés las costuras del sistema. Ya ahora han comenzado a jubilarse las cohortes iniciales del baby boom de los sesenta y lo harán de manera masiva en la tercera década del siglo, con cuantías de prestaciones mucho más generosas que las actuales, y con dudas razonables sobre las aportaciones de los activos en un momento en el que la uberización de la economía hace mella en los ingresos por cuotas.

Pero como la fe es más poderosa que la razón, seguramente los próximos años la industria de los fondos de pensiones mostrará el mismo comportamiento languideciente que los pasados. La capitalización de este tipo de fondos está estancada desde hace varios años, tanto por el parón de la capacidad de ahorro como por el poco entusiasmo que este tipo de herramientas de inversión generan en la ciudadanía. Pese a disponer de notables incentivos fiscales, recortados en las dos últimas reformas fiscales (2006 y 2014), no terminan de despegar, y aunque el número de partícipes supera los ocho millones (casi uno de cada dos afiliados a la Seguridad Social), en muchos casos son duplicidades y casi siempre con cuantías muy limitadas de capitalización.

Depositar la seguridad financiera en fondos de pensiones es una carrera de paciente largo plazo, pero puede reportar compensaciones si se hace una elección correcta de los productos que se contratan, así como de los gestores que los manejan. Dado que se trata de productos de muy largo plazo para lograr una rentabilidad suficiente como para financiar el pago de impuestos transferido al momento del rescate, deben contrastarse los itinerarios de rentabilidades de gestores y productos, y exigir una política de comisiones ajustada, y en el mejor de los casos ligada al desempeño.

El ahorrador tiene querencia por los productos conservadores, aquellos de renta fija o monetarios; pero la planitud de los tipos de interés recomienda asumir más riesgo (renta variable) para obtener una rentabilidad que al menos supere la inflación. Hay que recordar que el cambio de fondo sin castigo fiscal es la única ventaja que Hacienda ha proporcionado a los partícipes en las últimas reformas, y debe ser utilizada para premiar a los buenos (gestores) y castigar a los malos, pero nunca para seguir señuelos como premios de traspaso.

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