Nueva etapa, mismo desafío: combatir la crisis climática
Los Gobiernos deberán abordar el reto con políticas ordenadas y estímulos económicos
Las consecuencias de la aceleración del cambio climático se suceden: los últimos cinco años van camino de ser los más calurosos de la historia; el pasado mes de julio gran parte del planeta experimentó temperaturas récord y olas de calor prolongadas; estamos asistiendo a una mayor frecuencia de huracanes devastadores, sequías, inundaciones. También con incendios de nueva generación, como los ocurridos en Portugal, España o Grecia. Es algo que no nos debería sorprender, ya que la comunidad científica lleva décadas avanzando estos efectos, al no acotar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Tras el Acuerdo de París (AP) en 2015, las emisiones mundiales siguen creciendo y los primeros planes presentados por los países firmantes para reducir las emisiones –las contribuciones determinadas a nivel nacional– nos llevan a un aumento de la temperatura media superior a los 3 grados.
El año que viene se presentarán las actualizaciones de estas contribuciones determinadas, tal y como contempla el AP. Los países firmantes del AP deben elevar la ambición de estos planes para ponerlos en la senda de los 1,5 grados. De ahí la importancia de la Cumbre sobre la Acción Climática que el secretario general de la ONU convocó para impulsar la mejora de las contribuciones. El resultado es relativamente esperanzador. Sirva como ejemplo que hasta 77 países se comprometieron a ser climáticamente neutros en 2050, y que 70 países anunciaron que aumentarán su contribución con respecto al AP para 2020. También compañías y ciudades han presentado planes para cumplir con París.
Además, Rusia anunció que ratificará el AP. Por su parte, la Unión Europea recientemente ha realizado una fuerte actualización de sus políticas climáticas, con especial énfasis en el sector energético y automovilístico, con medidas, herramientas y compromisos que nos permitirán llegar a una reducción del 45% de las emisiones para 2030. Pero aún no es suficiente. Existe un amplio consenso institucional en que la Unión Europea puede y debe hacer más.
Con el comienzo del nuevo ciclo político en Europa se ha podido comprobar que la acción climática está en el centro de las primeras negociaciones. Prueba de ello fue el papel central que ocupó este tema en las negociaciones para la elección de la presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. A nadie se le escapa que fue decisiva la propuesta European Green Deal (el Pacto Verde Europeo), que Von der Leyen presentó para poder obtener el apoyo de las fuerzas más progresistas del Parlamento Europeo.
Esta propuesta apuesta por un incremento de los objetivos de reducción de emisiones (a un 50%-55% para 2030) y por una Unión Europea neutra en carbono en 2050. Pero una cosa es prometer y otra es hacer. Ahora le toca a esta nueva Comisión, a su presidenta y al nuevo colegio de comisarios trabajar para cumplir con los compromisos planteados. Desde luego, el Parlamento Europeo estará ahí para recordárselo.
El último informe del estado de la Unión de la energía vuelve a incidir en que en la Unión Europea hemos logrado desacoplar nuestras emisiones del crecimiento económico. Las políticas energético-climáticas europeas, aun teniendo en cuenta sus merecidas críticas, funcionan. Y las aprobadas para modernizar el marco regulatorio de cara a la próxima década, con objetivos en materia de energías renovables, eficiencia energética y de reducción de emisiones han demostrado que la Unión Europea lidera la lucha contra el calentamiento global. Ahora es imprescindible que la trasposición de la regulación europea por parte de los Estados miembros se realice correctamente, en coherencia con los compromisos acordados.
La nueva Comisión debe acompañar a los Estados miembros para que los Planes Nacionales Integrados de Energía y Clima (PNIEC) cumplan con los acuerdos europeos. La evaluación realizada por la CE revela que los borradores presentados aún tienen carencias, destaca la brecha existente en eficiencia energética y la falta de definición de los instrumentos que permitirán realizar los objetivos planteados. Los planes definitivos deben estar listos a finales de este año. Es ahí donde se verá si la Unión Europea, a través de la responsabilidad de los Estados miembros, además de objetivos, pone los instrumentos, planes y medidas acordes. Aparte de lo anterior, y sin ánimo de ser exhaustivo, si se repasan las cartas de misión enviadas por la presidenta electa de la CE a los nuevos comisarios, se observan retos importantes para la próxima legislatura. Retos que giran en torno a la comentada neutralidad climática del continente a mitad de siglo.
Para ello se ha creado una vicepresidencia ejecutiva para el European Green Deal a cargo de Frans Timmermans. Entre sus tareas está la de presentar en los primeros 100 días de mandato el Pacto Verde Europeo, en el que se incluye incrementar el objetivo de reducción de emisiones de la Unión al 50%-55% para 2030. Timmermans también debe coordinar los trabajos para poner la marcha el nuevo Fondo de Transición Justa para ayudar a las regiones, trabajadores y sectores más afectados por la transformación hacia una economía neutra en carbono.
Pero los Gobiernos europeos deben abordar inteligentemente estos retos. Las políticas de transición ecológica tendrán que ser ordenadas, y algunas tendrán que venir acompañadas de estímulos económicos. El ambicioso plan de reducción de emisiones en la fabricación de automóviles genera preocupación en el sector, que ya está haciendo esfuerzos considerables. El coste de producción de un coche eléctrico es elevado y las ventas son todavía muy bajas, debido principalmente a su precio. Sin ayudas públicas para desarrollar el coche eléctrico y otras alternativas de coche ecológico, como el coche de gas natural comprimido o el coche de hidrógeno, para incentivar su compra o para aumentar los puntos de recarga, los fabricantes se enfrentarán a un escenario de pérdidas que tendrá efectos colaterales indeseados.
Otra de las grandes batallas que se avecinan es la de alinear las políticas fiscales europeas con las políticas climáticas. Esto implica la revisión de la directiva de imposición de los productos energéticos. El vicepresidente para el Pacto Verde Europeo también tiene la tarea, a priori nada fácil, de impulsar y coordinar medidas de ajuste de carbono en frontera. Medidas que eviten la fuga de carbono, y los problemas de competencia con respecto a regiones con estándares de políticas climáticas menos ambiciosas.
Como se puede apreciar, es todo un reto el que queda por delante. Y los próximos meses se comprobará si transitaremos la senda de los acuerdos internacionales para combatir el mayor desafío al que se enfrenta nuestra generación con planes, no solo con palabras, tal y como demandaba el secretario general de la ONU. Desde luego, la preocupación de la sociedad, especialmente los más jóvenes, que están realizando una fuerte labor de concienciación, está ayudando a priorizar este problema en la agenda política. La huelga mundial por el clima es un ejemplo de la importancia y empuje de la sociedad para actuar.
José Blanco es CEO de Acento Asuntos Públicos y exministro de Fomento